La monja roja de los DDHH

La dictadura que entre 1976 y 1983 azotó la Argentina, desapareció a miles de ciudadanos, unos militantes de la ultraizquierda armada, otros activistas de izquierda del sindicalismo e intelectuales. Para protestar y buscar a sus familiares nació el colectivo Madres de la Plaza de Mayo con la dirección vitalicia, desde entonces, de Hebe de Bonafini, aunque existe una división con la Línea Fundadora. Comenzaron con marchas religiosas que movilizaron a miles de argentinos al Santuario de Luján. Pusieron sobre sus cabezas, como pañoletas simbólicas, los pañales blancos de sus hijos cuando eran niños. Su presencia en la Plaza de Mayo validó el nombre con el cual recorrieron el mundo solicitando la solidaridad con su lucha basada en los derechos humanos. Convertidas en una fundación crearon un fondo para vivienda y una Universidad con el siguiente currículo: Seminarios: Leer El Capital, Teología de la Liberación, Pensadores marxistas latinoamericanos. Clases Públicas: clases sociales y lucha obrera. Materias obligatorias: Cátedra política ‘Ernesto Che Guevara’, Cátedra política ‘Carlos Marx’. Además, establecer lazos profundos con las fábricas expropiadas o recuperadas, desempleados y piqueteros de todo el país.

El gobierno de los Kirchner puso como ejemplo de organización social a las Madres de la Plaza de Mayo y determinó trasladarle a sus planes sumas cuantiosas de recursos públicos, de tal manera que limpiara la mala imagen que Argentina tenía con los militares golpistas y así elevar el prestigio del matrimonio presidencial y del peronismo.

Hebe de Bonafini en sus visitas a las cárceles conoció a Sergio Schoklender y a su hermano menor, Pablo, ambos procesados por parricidio doble. En reclusión, Sergio estudió Derecho y Sicología. Al quedar en libertad Bonafini lo convierte en apoderado de las Madres y de la Fundación “Sueños Compartidos”, un barril sinfondo de los subsidios oficiales para los planes urbanísticos.

Hace un mes estalló el escandaloso manejo de esos dineros, 300 millones de euros de la “comunidad internacional” y 765 millones de pesos argentinos que aplicaba el Ministerio de Planeación a la pobre viejecita sin nadita que comer y a su “hijo adoptivo”, a quien le descubrieron un yate de 500.000 dólares, dos autos lujosos, Porche y Ferrari, un avión, inversiones comerciales, decenas de bienes urbanos y una finca. Como si fuera poco, el juez, además de proceder contra Sergio Schoklender, su hermano y 50 personas más, ordenó inmovilizar las cuentas bancarias y bienes de la hija de la Bonafini, María Alejandra, mezclada también en el desvío de fondos. Treinta sociedades son investigadas por los mismos hechos.

Para recordar otras nobles hazañas de Hebe de Bonafini saquemos a flote sus palabras de alegría y satisfacción cuando ocurrió el ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York. Y, por el contrario, su protesta y rechazo al operativo de la Fuerza Pública colombiana cuando destruyó el núcleo militar del jefe guerrillero Raúl Reyes. Además, repetidos apoyos a las Farc. Toda una joya de los derechos humanos de las víctimas.

Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, julio 10 de 2011

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar