La muerte y otros formalismos

El cáncer de Chávez es terminal y, por supuesto, ni siquiera él es inmortal: ya no será Presidente -o, mejor, dictador- hasta el 2031, como solía anunciarlo, ni va a terminar este periodo de seis años que ni siquiera ha podido iniciar.

Chávez está muerto. Eso es lo que se colige de la advertencia que le hizo Nicolás Maduro a la oposición: "Si no me reconocen, yo tampoco podré reconocerlos a ustedes". Es decir, el pasado 10 de enero, día consagrado por la Constitución Bolivariana para juramentar a los gobernantes venezolanos, el exconductor de bus estaba tomando velada posesión del cargo que el jefe supremo le heredó en público, antes de tomar la barca de Caronte hacia La Habana.

Hay otros fuertes indicios. Pocos días después de la operación, Maduro anunció que el 'comandante' ya estaba en funciones, dando órdenes, y que hacía ejercicios. Hacia la Navidad, el sucesor mencionó que había hablado por lo menos durante media hora con su mentor, cosa que no concuerda con el silencio público de un hombre en exceso lenguaraz. Si daba órdenes, hacía ejercicios y tenía alentadas charlas con Maduro, ¿por qué no pudo enviar -aunque fuera por teléfono- un mensaje navideño a su gente, un saludo de año nuevo, unas palabras para el cancelado acto de posesión, que calmaran los ánimos?

Los hechos les dan mayor credibilidad a los rumores. El cáncer de Chávez es terminal y, por supuesto, ni siquiera él es inmortal: ya no será Presidente -o, mejor, dictador- hasta el 2031, como solía anunciarlo, ni va a terminar este periodo de seis años que ni siquiera ha podido iniciar. Se ha rumorado que el dictador tendría una fuerte infección respiratoria, que está entubado, que le hicieron una traqueotomía y que se encuentra en estado vegetativo, por lo que de su familia depende la decisión de desconectarlo de los aparatos que lo mantienen con vida.

Todo eso sin contar con los avatares propios de la operación de un cáncer que ha hecho metástasis. Rumores aparte, lo más que puede hacerse en su caso es de carácter paliativo, la suerte está echada, pero tanto secretismo hace evocar el estilo del Kremlin, donde se ocultaba la muerte de los viejos dirigentes.

Por si las moscas, muchos lo callan, a la espera -o con el temor- de que en cualquier momento reaparezca triunfante en lo alto de la escalerilla de su Airbus. No pocos creían que eso iba a ocurrir el 10 de enero, pero no fue así y si regresa será un asunto pasajero, un acto de despedida. El final de Chávez es definitivo, y por eso en La Habana decidieron -o decidió Fidel, para ser exactos- que su colonia continental se saltara la Constitución a la torera para preservar el mayor activo del Foro de São Paulo: la mina de petróleo que sostiene un país de paniaguados del régimen, y que se ha echado a la espalda el pesado fardo que representan Cuba y los demás países del Alba y Petrocaribe, y hasta organizaciones terroristas como las Farc.

A la luz de la Constitución, lo único que correspondía era juramentar a Diosdado Cabello para que convocara a nuevas elecciones, pero a pesar de la debilidad extrema de la oposición, y de su infinita estulticia, el riesgo de perder sin Chávez es crítico: la cara del santo hace el milagro y fue alrededor de su figura que el socialismo del siglo XXI creó un mito que, en vida, compitió con la figura de Bolívar y, en muerte, lo querrán equiparar con Jesucristo. Lamentablemente, la desilusión será inmediata ante la falta de verdaderos milagros que eviten el colapso de una nación en ruinas, en medio del desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, la corrupción, el enorme déficit fiscal, la división social, la destrucción del aparato productivo y la iniciativa privada, la demagogia, la desinstitucionalización, los problemas cambiarios y demás.

Proclamando que la juramentación es un mero formalismo, el TSJ justificó un vergonzoso golpe de Estado a la Carta. Nada raro donde no hay división de poderes ni contrapeso alguno. Totalitarismos que pasan a la Historia al cumplirse el último de los formalismos, la muerte del patriarca.

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