LA ORACIÓN POR LA PAZ SEGÚN BORGES Y EL CARDENAL VERDIER

En una época de gracia se les dio, a los Fundadores de lo Posible que en ese entonces reinaban, por distribuir una “Oración por la Paz,” pues habían recibido el don de utilizar palabras con el poder de ‘Lo Real.’ Si alguien pudiera decir con plena conciencia y siendo un hombre despierto (algo diferente a estar consciente) ‘Soy un joven,’ en eso se transformaba, por lo que llamaban a esa habilidad ‘el Don de la Gloria,’ pues en realidad era el Don de la Conciencia Pura. Limitado a doce regalos, uno de ellos otorgaba lo deseado a quien hubiera borrado de su alma lo que separa, discrimina, maldice, sospecha, nombra leyes en su beneficio, etc; es decir, las malas características de una especie dormida, un compuesto problemático de biología, disposición genética, alma buena y mala, espíritu inocente y poderoso que, dentro de los humanos, vivía ignorado en su propio Reino, el del despertar, ayudando al hombre caído en la transformación, no de lo animal hacia lo humano, como muchos creían, sino en la salida de algo pavoroso que había recibido diferentes nombres: ‘estupidez,’ mal, lo demoníaco, el pecado, la caída, etc. El menú era infinito.

Con el don otorgado, los reunidos habían invocado a uno de los mejores sabios de su época, Jorge Luis Borges, pues conociéndose todos como pecadores con actos y omisiones, virtudes y desgracias conocidas, desconocidas, sospechadas, inventadas, deseadas pero irrealizables, habían caído, con su poder colectivo pero sin consenso, en el pantano de las posibilidades conflictivas. No sabían cómo liberarse. Por eso, en esa etapa de desesperanzas y alegranzas electorales, invocaron al bonaerense, para que los orientara en esa etapa difícil, ya que los ‘dialogueros’, como los blogueros, habían caído en la política sincrónica, la gramática utópica de los sinsabores, las geografías novelescas de la violencia, las múltiples acusaciones universales, el bestiario mutuo, la ética narrativa de la revolución imposible, de la violencia altruista; las matemáticas imaginarias de la droga, los conflictos y mermeladas; los dramas teológicos inexistentes con el que pretendían enredar al Procurador, trastocar las sentencias, sustituir las leyes; las invenciones libertarias , los  recuerdos inventados. En un diálogo sincero surgió Borges entonces como un holograma metafísico, desde la dimensión político – literaria de lo posible real. Algunos inspirados creyeron verlo, otros lo oyeron, unos pocos lo presintieron, pero de manera curiosa un mensaje les quedó, mediante un libro, un sueño, la imaginación:

“Nuestra vida, como estos diálogos, y como todas las cosas, ha sido prefijada. También los temas a los que nos hemos acercado. Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir. El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad. Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos.”

Aquello de: “El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales,” les había caído como un baldado de agua fría, una caridad inesperada en los calores de esa isla.

Sacudidas sus neuronas con la intervención borgiana, en vez de bar y playas, se refugiaron en sus celdas de cinco estrellas. Los diálogos habían sido trabajosos, pues, confrontados en la justificación política, cada uno se había convertido en la negación del otro; y como la negación no es fácil de afrontar había que andar con ella cada día sin pretender salvar la vida, el alma o el país, es decir, en medio de la simulación; la negación no es heroica, es petulante, incómoda, hiriente, no deja dormir. Aprendían la difícil competencia de la gloria. Borges los había anonadado indicándoles un camino que no sabían transitar.

El ‘milagro’ de Borges, llevó a uno de los contertulios, miembro de AA, a invocar el ‘Poder Superior,’ que cada quien concibe a su manera. Revela WikiLeaks el secreto en el que acordaron pedir inspiración para pensar en lo que debían decir, cómo decirlo y escribirlo en los informes; inspiración  para saber qué y cuándo debían callar y cómo actuar; pero sobre todo debían tener la convicción para hacer lo debido para la gloria de Colombia, el bien de sus almas y la realización propia. Como la paz es un asunto complejo se dieron cuenta que necesitaban agudeza para entender, capacidad para retener y exponer lo esencial en el momento justo; método y facultad para aprender sobre los diferentes problemas, porque nadie era un experto en todo. Para algunos compañeros, especialmente los voceros, se rogó tener el don de la gracia para hablar sin ofender, con las palabras certeras para ilustrar la verdad con la perfección que merece la paz. Otros opinaban que para hablar de paz, antes de abrir la boca, la lengua tendría que haber perdido, por un milagro genético, la capacidad de herir. Es decir, pidieron sabiduría.

Otras versiones de esa reunión dicen que la inspiración vino de una oración del CardenalVerdier. Los incrédulos prefirieron la Fuerza del Consenso Necesitado. A mí se me hace que por allí anduvo alguna creatividad superior porque algún cientólogo barbado del Grupo Político MORA parodió a Lucas 9, 23 – 24 y anunció por la televisión del estado feliz: “Quien quiera salvar su elección, la perderá; pero quien pierda su soberbia, prepotencia y mentira por Colombia, ése la salvará.” Buscaron en su morral de viajeros metafísicos y no encontraron una pizca de humildad o verdad. Ahora bien, el trastrueque bíblico lleno de sabiduría se hizo porque llegó a oídos de los pazólogosque un hombre público de bien, controvertido y honesto, pero odiado por los que querían gobernar a contramarcha, había pedido perdón por unas palabras equivocadas. Algunos de los presentes miraron para el otro lado, por lo que Borges, recordándoles a San Juan les dijo que el secreto de la paz estaba en encarnar las mejores intenciones que se exponían alrededor de la Mesa de la Felicidad, ya que quienes se habían constituido en Fundadores de la Paz Posible, deberían recordar que “el Verbo vino a este mundo y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de Verdad, pero no lo conocimos.” Ese era el secreto de La Oración por la Paz, ser conscientes de usar las palabras con el poder de lo Real y la Verdad, el espíritu. Porque la mentira no es real, sabemos cuándo nos dicen mentiras o verdades, si no hemos perdido contacto con nuestro espíritu. La tragedia política es perder ese contacto y ya sabemos por qué.

Se refleja en la falta de contacto con la gente: como es adentro es afuera, decían los sabios.

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