La paz que no llegará

Pese a todas las dificultades, pese a todas las decepciones, sigo respaldando el proceso de paz en la medida en que anhelo la terminación del conflicto que por 50 años han mantenido el Estado y las Farc.

Lo respaldo porque percibo en aquel conflicto una fractura en la sociedad colombiana, y es una fractura que duele. Es una herida fraternal porque nos separa de hermanos nuestros y divide a la sociedad en sectores enfrentados. Divide a Colombia y a sus regiones y ha impedido alcanzar el propósito de unificar al país en serio.

Por todo lo anterior, mi anhelo sigue siendo el de que se firme un acuerdo de terminación de este conflicto. Pero no me hago ilusiones: no creo que con tal acuerdo llegue la paz a Colombia, incluso si como consecuencia del mismo las Farc se desmovilizan totalmente y abandonan las armas. Mis expectativas son tal vez más realistas, y creo que es hora de que los observadores asuman la misma posición y dejen de hacer cuentas alegres con el proceso de paz.

La paz no va a llegar a Colombia con la simple firma del acuerdo, porque ella es una condición que depende de otros factores, los cuales, sinceramente, no creo que se den así no más una vez firmen Estado y Farc.

La primera y la más importante de esas condiciones es que el Estado, con sus autoridades, con la Justicia, con la Policía, y en general con sus servicios, esté presente de manera eficaz en las regiones del país. El déficit de presencia del Estado no es por culpa de las Farc: prueba de ello es que incluso en ciudades capitales ese déficit a veces se siente.

Pero vayamos a las zonas rurales: ¿qué va a pasar tan pronto se desmovilicen las Farc? ¿Va acaso a llegar al otro día el Estado con toda la presencia que le ha faltado durante dos siglos? La verdad, no lo creo. Y esos territorios serán rápidamente copados por bandas criminales, gamonales armados, mafiosos, disidencias armadas y todo tipo de actores que aspiren a ejercer control allí donde el Estado no lo hace.

La población quedará sometida a esos criminales. Y por el carácter no unitario de los mismos, y su carencia de un mando central, se multiplicará la violencia en crímenes comunes y vendettas. De hecho, el posconflicto bien podría ser más violento que el conflicto.

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