La política de las Farc

Se supone que el objetivo del proceso de paz que adelantan en La Habana el Gobierno y las Farc es que esta guerrilla se desmovilice y que el ejército irregular que son hoy se transforme en un movimiento político.

Y digo se supone porque las últimas acciones adelantadas por esa guerrilla — en particular, el asesinato de los dos policías en Nariño y el atentado contra la vía Panamericana en el Cauca– atentan directamente contra ese proyecto político que, presuntamente, pretenden construir las Farc en el futuro próximo.

En todas las encuestas que se hacen en este país, siempre aparece esa guerrilla como la institución más odiada por los colombianos. En la más reciente encuesta bimestral de la firma Gallup el 95% de los encuestados dijo tener una imagen desfavorable de esa guerrilla.

Lo triste es que en lugar de tratar de revertir esa pésima imagen, para aclimatar su transformación en organización política, las Farc hacen todo lo posible para que los colombianos los odien más.

Qué concepto podrán tener de ellas los transportadores que debieron estar horas en un trancón interminable causado por la tronera que los subversivos hicieron en la Panamericana. ¿Y los vecinos del sitio? ¿Y los agricultores que vieron cómo sus productos se pudrieron porque los camiones que los transportaban no podían pasar por el sitio?

Aun mayor fue el rechazo de los colombianos al asesinato de los dos policías en Nariño. Ese crimen atroz causó una condena unánime. Lo que no se sabe es qué generó más indignación, si la forma salvaje en los que los uniformados fueron asesinados, a garrotazo limpio, o la manera como los voceros de la guerrilla reaccionaron frente al crimen.

En lugar de dar excusas por el atroz hecho y de anunciar que sancionarían a los responsables de ese imperdonable proceder — así no pasaran del anuncio– intentaron justificar el cobarde asesinato con el argumento de que sus hombres no podían usar las armas porque alertaban a las tropas que merodeaban la zona y que por eso los mataron a golpes. ¿Habrase visto mayor cinismo?

No me cabe duda de que tras estas acciones torpes, en las próximas encuestas la imagen de las Farc aparecerá aún más deteriorada.

Lo que uno se pregunta, insisto, es cómo es posible que una organización que quiere meterse a hacer política y, por ende, ganarse el favor de la ciudadanía en las urnas, hace todo lo posible para que cada vez la detesten más.

Ese interrogante tiene solo dos respuestas posibles. O realmente no están pensando transformarse en un partido político y el proceso de La Habana es otra estrategia para mejorar su imagen internacional y para intentar bajar la presión militar en su contra, o definitivamente la jefatura de las Farc no tiene el control sobre sus tropas y estas hacen los que les da la gana.

No se sabe cuál de esos dos escenarios es más preocupante. Pero cualquiera de los dos basta para que el Gobierno considere muy seriamente levantarse de la mesa de negociaciones. Máxime cuando en año y medio que llevan los diálogos, las Farc no han tenido un solo gesto para tratar de menguar la antipatía que el país les profesa.

El Gobierno no ha entendido que lo más grave de que las Farc persistan en sus actividades terroristas no es los estragos que causan. Sino que con esa estrategia demuestran que no quieren–o no pueden– cambiar su forma de lucha.

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