La reculada

La alegría le duró poco a Santos. Puede seguir en su “nave”, en compañía de sus “nuevos mejores amigos”, hacia el naufragio seguro. La nave victoriosa del CD ya tiene un norte que la conducirá, sin titubeos, a un “puerto de destino muy claro y muy fijo”: el Decálogo para la paz.

De nuevo erró su tiro el presidente Juan Manuel Santos.  

En un acto de campaña –que en eso está, inaugurando una que otra obra, prometiendo sin parar, “untándose de pueblo”- en la Guajira esta semana anunció que los “enemigos de la paz” están “reculando”, dizque porque han visto que el país en su inmensa mayoría sí quiere la paz.

Agregó que esos sectores hablan de “paz sin impunidad”. “Bienvenidos, porque nosotros nunca hemos mencionado la paz con impunidad”, aseveró sin sonrojarse. Y remató: “Cómo me gusta que ahora los enemigos de la paz quieran ver cómo se suben a esta gran nave con la cual estamos transitando la inmensa mayoría de los colombianos con un puerto de destino muy claro y muy fijo”. Santos parecía exultante.

Ni reculada, ni subida a la “gran nave” que viene de La Habana y pasa por Venezuela. Todo lo contrario.

Contra lo que algunos podían desear o presagiar, el Centro Democrático –a quien malintencionadamente Santos ha graduado de “enemigo de la paz”- ha deslindado los campos, definiendo en un Decálogo su posición sin ambages, luego de un enriquecedor debate. La rosa de los vientos que lo guiará para comportarse ante las celadas que se traman en Cuba, o para actuar como gobierno si -como anhelan la mayoría de los colombianos- gana las elecciones de 2014.

Los ocho años del gobierno de la Seguridad Democrática no corrieron en vano. La experiencia acumulada en la tarea de devolver la tranquilidad a la nación, combatiendo sin tregua a los violentos, fue recogida en el Decálogo con precisión. Cualquier acuerdo con grupos violentos al margen de la ley debe guiarse por tres postulados “inamovibles”, establece sin asomo de vacilaciones: “cese previo y definitivo de la violencia; agenda limitada a acordar las condiciones de desmovilización, reinserción y desarme; y verdad, justicia y reparación a las víctimas.”

Sobre esa base giran los diez criterios y herramientas que guiarán la actuación de esta nueva vertiente política. Que distan sideralmente de lo que Santos ha firmado con las Farc y negocia con ellas, contrariando el mandato que recibió en las urnas de continuar con el legado de Uribe. El CD es contundente al respecto: ”Desafortunadamente para el país, el gobierno del Presidente Santos se ha desviado de este rumbo y  está realizando en La Habana unos diálogos con el grupo terrorista de las FARC, en unas condiciones inaceptables para el pueblo colombiano: diálogos en medio de la violencia y el terrorismo; negociación de la agenda nacional con un grupo terrorista que no tiene ninguna representatividad social ni legitimidad política; garantías de impunidad para sus crímenes atroces y de lesa humanidad; promesas de elegibilidad para criminales que no pasarán ni un solo día en la cárcel; y no entrega de armas de los terroristas.”

Pero el Decálogo agrega a las condiciones referidas y más conocidas un punto vital, extraído también de la experiencia. Recordamos cómo Uribe intentó que Hugo Chávez hiciera las veces de facilitador de posibles acuerdos con las Farc, con fatales resultados. El régimen chavista no cesó nunca, ni ha renunciado, a ser refugio y apoyo de los narcoterroristas que asolan a Colombia. Sin embargo Santos ha convertido a Venezuela, y sus mentores cubanos, en árbitros de la paz. Por ese motivo el CD incluyó ahora un punto que tituló acertadamente: “La paz es un asunto de soberanía nacional”.

“La paz del país no puede estar subordinada a los intereses de gobiernos extranjeros –indica el Decálogo en su último punto-.  La paz es un asunto interno de Colombia, que debemos resolver los colombianos de manera soberana, sin injerencias externas. La facilitación internacional no es un ingrediente indispensable para realizar diálogos de paz.” Pero si llegare a necesitarse, acota, no puede ese papel ser ejercido por países que han tenido “simpatía” o han “apoyado y patrocinado a los terroristas criollos”, como es el caso del régimen chavista.

La alegría le duró poco a Santos. Puede seguir en su “nave”, en compañía de sus “nuevos mejores amigos”, hacia el naufragio seguro. La nave victoriosa del CD ya tiene un norte que la conducirá, sin titubeos, a un “puerto de destino muy claro y muy fijo”: el Decálogo para la paz.

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