La reelección de Juan Manuel Santos es una catástrofe moral

La semana pasada, en el programa 360 grados, Juanita León, directora de La Silla Vacía, manifestó que en su concepto Juan Manuel Santos iba a ganar la elección presidencial que tuvo lugar ayer. Fundamentó su aserto en que es muy difícil vencer a un presidente en ejercicio que cuenta con todo el poder que otorga la maquinaria estatal. Agregó que, de ganar Óscar Iván Zuluaga el certamen, ello significaría una verdadera revolución en nuestra vida política.

Los hechos le dieron la razón. Y conviene detenerse en el examen de los eventos que le permitieron acertar en su pronóstico.

Creo, con miras a que en el futuro se entienda lo sucedido, que vale la pena reproducir acá el discurso que anoche pronunció el expresidente y senador electo Álvaro Uribe Vélez para dar cuenta de los resultados electorales:

Compatriotas:

En nombre del Centro Democrático nuestra felicitación al Doctor Óscar Iván Zuluaga y a su familia que son motivo de orgullo para todos los colombianos. Al doctor Carlos Holmes Trujillo y a su familia, compañeros inmejorables en la lucha;

Nuestra gratitud a la doctora Marta Lucía Ramirez y a los millones de colombianos que acompañaron esta lucha;

En nombre de la paz el Gobierno Santos impulsó la mayor corrupción de la historia, caracterizada por:

Abuso de poder;

Entrega de sumas de dinero a parlamentarios para compra de votos;

Oferta de dineros del Gobierno a alcaldes y gobernadores para forzarlos a intervenir ilegalmente en la campaña en favor del Presidente candidato;

Compra de votos;

Violación de la ley de garantías;

Propaganda ilegal con dineros del Estado con pauta que coincide con la publicidad del candidato Presidente;

Propaganda ilegal con personajes que cumplen funciones públicas;

Presiones del ejecutivo para intervenciones políticas de la justicia;

Amenazas de masacres e intimidación por parte de grupos terroristas como la Farc y las bandas criminales a los electores de Zuluaga;

Omisión del Presidente  Santos para contrarrestar esas amenazas;

Presión violenta de grupos terroristas sobre los electores para que votaran por el Presidente candidato;

Omisión del Presidente Santos para desautorizar la acción terrorista en su favor;

El Centro Democrático seguirá su tarea y reanuda el trabajo para cumplir con su agenda legislativa y ser fiel a sus principios;

Colombia necesita un sistema electoral diferente, garante de transparencia y que evite los abusos como los cometidos por el Gobierno Santos;

Debemos levantarnos en contra de la pedagogía del miedo convertida en política que pretende que la compra de votos sea institución nacional.

Seremos fieles a nuestras convicciones de Patria no a la trampa vencedora;

Álvaro Uribe Vélez

Junio 15 de 2014

En escritos anteriores he señalado que en este proceso nada edificante se ha evidenciado una guerra sucia de Juan Manuel Santos contra la democracia colombiana. Esta no será la misma después de haberse hecho reelegir de manera tan turbia. De hecho, hay quienes creen que estamos asistiendo a su desaparición. En todo caso, su inmediato futuro puede considerarse, como se dice en la jerga hospitalaria, como de pronóstico reservado.

Me detendré en dos temas de especial importancia: la extraña coalición que hizo posible que un gobernante que no se ha caracterizado por el respaldo popular a su persona y su gestión lograra hacerse reelegir con cerca de un millón de votos de mayoría; las perspectivas de que obtenga la ansiada y prometida paz con las guerrillas de las Farc y el Eln.

Churchill decía que a menudo la política junta a muy extraños compañeros de cuarto. Pero acá no se trata de parejas, sino de varios conglomerados que no caben en una habitación, sino más bien en un teatro, que para el caso podría ser alguno de “varietés” capaz de albergar al variopinto colectivo que se fue aglutinando en torno de la campaña reeleccionista.

Creo que desafía toda lógica encontrar en  la  misma empresa a los políticos más desacreditados del país, conocidos principalmente por sus maquinaciones electoreras y su afición a medrar en el presupuesto público, trabajando codo a codo con los hijos de líderes asesinados que hicieron de la lucha contra la corrupción y el clientelismo las banderas que  aseguraron su presencia en la historia, con el pseudomoralista Mockus que apostrofó a Uribe con lo del “Todo vale” y cerró los ojos ante el cinismo de Santos, y con dirigentes de la extrema izquierda que dejaron constancia de que rechazan su gobierno y sus propuestas políticas, pero avalan sus diálogos con los guerrilleros. No creo haber exagerado cuando observé que en el último tramo de la campaña esta parecía un vehículo recolector de desperdicios.

Pues bien, los resultados electorales muestran que en el triunfo de Santos obraron dos grandes actores: los políticos clientelistas de la Costa atlántica y la izquierda capitalina.

Los primeros, con fuerte apoyo del Ministerio de Hacienda, lograron elevar sustancialmente la votación con lo que se piensa que es la más grande empresa de compra de votos que se ha montado en toda la historia de Colombia, diciéndolo con palabras que no son mías, sino de la candidata presidencial del Polo Democrático, Clara López Obregón, pronunciadas antes de caer bajo la seducción de Santos. La segunda, representada por la dicha candidata y el alcalde Petro, junto con los extremistas Cepeda y Piedad Córdoba, le aseguró las mayorías de Bogotá.

El Evangelio, que es Palabra de Dios, asevera que no es posible servir a dos señores a la vez. Pero Santos, cuyo sincretismo lo acerca más a la santeria afro-cubana y las deidades indígenas que a la Religión Revelada, cree que puede estar bien al mismo tiempo con las aspiraciones del Partido de la Musaraña, los godos “enmermelados” y los liberales-radicales ávidos de puestos, por un lado, y las de la extrema izquierda, por el otro.

Yendo al fondo de las cosas,¿qué hará para resolver la confrontación que en el seno de tan heterodoxas huestes no tardará en aparecer entre las aspiraciones presidenciales de Vargas Lleras y las de Petro, por no hablar de los apetitos del niño Gaviria y los niños Galán?

Todos dicen rodear a Santos porque supuestamente ha prometido jugársela toda por la paz hasta el punto de rechazar los condicionamientos evidentemente justos que propuso su contendor.

Según Santos, no se puede hablar de ponerles condiciones a los diálogos porque eso molestaría a los guerrilleros y conduciría al fracaso de las negociaciones.

Es claro que los capos narcoterroristas se fincarán en esto para endurecer sus posiciones y, sobre todo, sus acciones contra las comunidades, diciendo que estas mismas los autorizaron con su voto para proseguir la guerra con toda la intensidad que juzguen necesaria.

La derrota de Zuluaga significa, en efecto, que no se les podrá pedir que dejen de reclutar niños, de sembrar minas, de atemorizar a las comunidades, de extorsionar y secuestrar, de destruir la infraestructura, de atacar a la fuerza pública, de mantenerse en el negocio del narcotráfico y, en general, de perseverar en las atrocidades que bien han dado lugar a que se los considere como hordas salvajes.

Nada verdaderamente significativo se ha producido para desvirtuar el escepticismo de vastos sectores de la sociedad colombiana sobre la duración, los contenidos y las conclusiones del proceso de La Habana y, muchísimo menos, del que se anuncia que se intentará con el Eln.

Ese escepticismo se alimenta principalmente con las declaraciones de los voceros de las guerrillas y la actitud claudicante que en momentos decisivos ha mostrado Santos, como cuando se produjo el brutal atentado contra Fernando Londoño Hoyos, por no hablar de otros no menos graves como los de Inzá, Tumaco, Quibdó o Pradera, para mencionar tan solo unos pocos.

A esa actitud claudicante se suman las imprecisiones y contradicciones flagrantes en que a cada rato incurren Santos y el fiscal Montealegre, entre otros, o las insinuaciones que hace entre líneas Sergio Jaramillo Caro en sus ocasionales explicaciones sobre lo que se espera que resulte de los diálogos.

Santos nunca dio respuesta al requerimiento que le hizo Zuluaga sobre lo que estaría dispuesto a entregarles a las Farc. Ya se sabe que para él perdieron toda vigencia los inamovibles que planteó en su discurso de posesión el 7 de agosto de 2010. Su elasticidad suscita el temor de que, por quedar bien ante la historia que tanta preocupación le ocasiona, estaría dispuesto a firmar una paz aparente que no pondría término a los conflictos y más bien los agravaría.

Es cierto que el riesgo de que la política de Santos derive hacia el castro-chavismo es remoto, pero no es, como lo afirman algunos de sus defensores, una hipótesis malintencionada ni delirante. Es una eventualidad que está en el programa de las Farc, de la extrema izquierda de Petro, Cepeda y Piedad, y de los gobiernos de Cuba y Venezuela, que ansían integrar a Colombia al Plan Maestro que denuncia Omar Bula Escobar en el libro que con ese título alerta sobre el contexto geopolítico de extrema peligrosidad en que se mueven las negociaciones con los guerrilleros.

No se puede opinar sobre los riesgos del proceso de diálogo con las guerrillas colombianas si no se conoce este libro, lo mismo que si se ignoran los propósitos del Foro de San Pablo y el contenido de un libro que ha rescatado hace poco Fernando Londoño Hoyos, escrito y publicado en Venezuela, que muestra que la bitácora de La Habana ha sido impuesta en la práctica por el régimen dictatorial del vecino país.

Los titulares de prensa sobre el espaldarazo del electorado colombiano a la paz de Santos son fatuos a más no poder, pues nadie sabe, ni siquiera el propio Santos, en qué consiste ella. Los que tienen la llave del proceso, para decirlo en palabras frívolas que le gustan al gobernante, son los propios guerrilleros, que en su interior saben cuáles serían los requisitos mínimos de los acuerdos que estarían dispuestos a firmar.

Pero, cuando uno exclama, como lo hizo Timochenko en estos días, “Hemos jurado vencer y venceremos”, poca duda cabe de cuáles pueden ser esos mínimos.

Termino con un asunto escandaloso a más no poder.

Con base en denuncias que se hicieron en el exterior (http://vivavenezuelalibre.blogspot.com/2014/06/alerta-prueba-reina-de-enriquecimiento.html) , La Hora de la Verdad investigó y divulgó lo atinente a un muy sospechoso enriquecimiento de Bance SAS, que a toda luces es una sociedad familiar de Juan Manuel Santos con su esposa y su hijo Martín.

Esa sociedad arrojó utilidades por el orden de $ 8.500.000.000 en el año de 2010, cuando Santos inició su período presidencial. Su patrimonio muestra que sus titulares podrían figurar entre las personas más ricas de Colombia. Y cuando Juan Carlos Iragorri le preguntó a Santos en RCN por este espinoso asunto, se limitó a responder que él no se ocupa de acusaciones que pueda hacer Londoño Hoyos.

Resulta sin embargo que estos hechos constan en documentos presentados por la misma sociedad a la Cámara de Comercio de Bogotá. Si nada hay de irregular en el enriquecimiento de la familia presidencial a través de este ente societario,¿por qué no se dicen las cosas como son, en lugar de entrar en descalificaciones personales que resultan del todo irrelevantes para el esclarecimiento del asunto?

Es de suponer que estas inquietudes correrán la misma suerte que hasta ahora han corrido las muchas que se han planteado respecto de los negocios de amigos de Santos con el ministerio de Defensa.

Pero el próximo Congreso ya no será de “enmermelados” o “paniaguados” de Santos, como el actual. Y allá tendrá que afrontar los debates sobre la famosa “Urna de Cristal” que quizás sea tan solo una figura retórica para ocultar lo que tal vez sea una caneca de basura o una “olla podrida”.

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