La rentabilidad de Isagén

En una columna reciente (abril 4) mostré que la rentabilidad de Isagén es muy superior que la de las carreteras, y como la enajenación de la participación del Estado en la empresa para invertirlo en obras viales significaría una pérdida patrimonial.Más aun, pregunté que decía el banco de inversión que hizo la evaluación de la empresa sobre la rentabilidad de Isagén y su comparación con la de las carreteras. Ahora, ante las demandas y la sentencia del Concejo de Estado que suspendió provisionalmente la venta, se observa que los estudios del banco de inversión valoraron la empresa, pero en ninguna parte recomiendan venderla para invertir en las carreteras del 4G.

Las carencias del estudio se quieren remediar con presentaciones efectistas. Basado en el cálculo del banco de inversión (Inverlink), el Gobierno valora su participación de 57.8% de Isagén en $5.2 billones. A renglón seguido, el Presidente y el ministro de Hacienda proclaman con la información de las últimas décadas que las ganancias obtenidas por la empresa corresponden al 3.5% de dicha inversión. De allí concluyen que la rentabilidad de la inversión en Isagén es inferior a la rentabilidad de los recursos en el mercado financiero y mucho menos que en carreteras.

El cálculo desconoce la historia de la empresa y, más, la evolución y el estado de sus balances financieros. Isagén adelanto en los últimos seis años la cuantiosa inversión en Hidrosogamoso que elevó en 40% la capacidad instalada en kilovatios. Es bien sabido que en este tipo de transición los costos operacionales aumentan con respecto a los ingresos. No obstante que las ventas de la empresa crecieron en la última década por encima de 10% en términos reales, las utilidades decayeron en los años recientes. La verdad es que la relación calculada con las utilidades del pasado en el numerador y el valor de la empresa en el denominador es un adefesio que deforma la realidad de la empresa y la presenta como un elefante blanco que renta menos que un CDT.

La rentabilidad financiera de la inversión solo tiene sentido en términos de las utilidades futuras. El procedimiento del cálculo aritmético es bien conocido y puede realizare con la información publicada de los balances financieros. Así las cosas, la rentabilidad de la inversión se estima en el orden de 15%, cifra muy superior a los rendimientos del sector financiero y al promedio de la economía, que se estima en 8%. Esta es la realización de una empresa que durante una década creció a un ritmo de 10% y en los últimos seis años elevó su capacidad instalada en 40%.

La inversión en carreteras es cuento aparte. Las obras viales se caracterizan por altas relaciones capital- producto, bajos costos variables y elevados costos con relación al ingreso per cápita del país. Su viabilidad está condicionada a subsidios, sobrecostos y garantías de tráfico que revelan una rentabilidad muy inferior al promedio de la economía. Se despeja el enigma. Tal como lo señale hace un mes, la entrega de un activo como Isagén, a cambio de otro activo representado por deudas y subsidios a los concesionarios viales, constituye un deterioro patrimonial a la nación.

Al parecer, el Gobierno tiene en la mira una serie de empresas estatales que realizaron grandes inversiones en los últimos años, en parte por la revaluación del peso, que ahora empezarán a generar altas utilidades. A menos que el Concejo de Estado suspenda definitivamente la venta de Isagén, el país quedaría expuesto a una nueva ronda de privatizaciones que están expuestas a toda clase de argucias para justificar la venta de las empresas y entregar sus activos por debajo del valor real.

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