La ‘sal’ de La Guajira

Los niños wayús están muriendo de desnutrición. ¿Por qué nos pasa esto? Por muchos motivos. Uno de ellos, porque los corruptos viven llenos.

Cuando de niños aprendimos a pintar el mapa de Colombia, casi todos empezábamos por La Guajira, que es como la cabeza erguida del país que se asoma al Caribe. Lo malo es que por allí nunca han empezado los gobiernos. Bueno, por Amazonas tampoco, ni por Chocó.

La Guajira por estos días está de moda otra vez. No por Francisco el Hombre o por la canción de Escalona 'El almirante Padilla': “Allá en La Guajira arriba, donde nace el contrabando…”. Ni por las minas de carbón, ni las de sal de Manaure, que producen el 70 por ciento de la sal que consume el país. Sino porque corre la noticia, de nuevo, de que allá los niños wayús se están muriendo por la desnutrición. Ni siquiera se sabe bien cuántos se han ido al cielo pesando lo que pesa un fajo de billetes.

Por eso, me da pena amargarles el almuerzo hoy, pero mientras ustedes le asperjen sal al bistec, tal vez un niño wayú este bostezando de hambre, porque hace años les cayó la sal a su comunidad y al departamento. Mientras aquí departimos, hay niños en Colombia que no tienen alientos para sonreír, y se dice que hasta se les acabaron las lágrimas. Y la vida. Como las de sus padres, sobre los que los gobiernos centrales hacen el chiste cruel de que tienen que guardar la línea de pobreza.

¿Por qué nos pasa esto en Colombia, más aún en un departamento que debería ser orgullo del país? Por muchos motivos. Uno de ellos, porque los corruptos viven llenos. Y tampoco saben llorar. Durante mucho tiempo se han robado las regalías. O lo que el ICBF envía. Tranquilos, porque saben que la justicia también es desnutrida y ciega, para más sal. Y para más piedra.

¿O acaso ya se nos olvidó, o nos hacemos los wevonyukos, como se dice en wayú a quienes tienen amnesia fingida, que apenas a finales del 2013 hubo multimillonarios desfalcos en el programa de atención a la primera infancia en ese departamento? ¿Qué ha pasado? Tal vez nada, porque aquí unos mueren de hambre y otros de risa. Wevonyukos.

Además, en La Guajira se siente mucho la reducción del intercambio comercial con Venezuela, donde ahí sí que hace falta hasta el maduro. Porque con la gente del estado del Zulia los guajiros son hermanos, primos, novios, amigos, socios comerciales. El comercio decayó, y no supimos acompañar a los nuestros.

Y por si fuera poco, según una fuente de orillas del mar, la pesca artesanal, en un departamento con 400 kilómetros de mar, rico en bancos de peces, se está acabando porque los muertos de hambre de la pesca industrial se los llevan. Aquí también el Gobierno tiene que ponerse trucha, como dicen los muchachos.

Porque el problema se ve en los niños. En los que llegan a los hospitales con la mirada ya en Dios, y en los 987 que, según dijo el ICFB el jueves, hallaron con desnutrición y entraron a la ruta de atención. O en las 91 madres gestantes con bajo peso y cero pesos. El problema, señor Presidente y Congreso, es el departamento, que, según la Gobernadora, está en ley de quiebras.

Necesitan todo. Al menos, claman ellos, una carretera, así no sea 4G sino 2G o solo G. O sea, ‘güena’, hacia la alta Guajira. Y gestión de todos, porque ¿cómo así que algunos de los niños que hoy ya están bajo el cuidado del Instituto de Bienestar Celestial estaban bajo el cuidado del ICBF? Por fortuna, ¡se investigará! Y es hora de que los municipios tengan acueducto.

Vamos, Presidente. Me gustó que dijo que dio instrucciones de que se pase de 16.000 a 40.000 familias visitadas, casa por casa, en busca de que superen la pobreza. Si se puede, envíeles mermelada, vitaminas, leche. Con los más pobres sí se tiene que ser derrochón.

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