La semana del ‘hacker’

Pregunta la Revista Semana al pirata informático: “¿En la parte política habían (sic) células…?”, contesta el informático: “… sé que habían (sic) más grupos…”.

No transcribo el contexto ni el sentido de lo que se está conversando; me interesa únicamente que hayan incurrido en el mismo error gramatical tanto el interrogador como el interrogado. Eso deja ver que una misma mano redactó pregunta y respuesta, lo que es común cuando se edita un reportaje.

La revista, con todo el derecho de quienes publican, dio portada al rozagante hacker, editó y destacó como gran noticia las declaraciones reveladoras, en su sentir, que causaron conmoción en Casa de Nariño, donde el tío del director de la publicación y primer mandatario de Colombia, haciéndose el de las nuevas, se estremeció al extremo de sentir escalofríos. Al servicio del presidente quedaban estos “explosivos secretos” que comprometían a sus recientes enemigos electorales y políticos, sin que faltara ninguno. A la representante uribista que se atrevió a criticar los diálogos con las víctimas en La Habana, le obsequió la publicación una foto espantosa, la peor que encontraron en los archivos, que ni parece ser ella, porque las cámaras muchas veces odian a sus personajes.

No presenta el señor pirata una sola prueba de sus afirmaciones, cuando no se refiere a “correos muertos”, imposibles de resucitar. Pero aun así, presidente y ministro del Interior se estremecen con la gravedad de lo afirmado, muy a propósito para destruir a quienes se oponen a los métodos del futuro nobel, que se apoyó en la disyuntiva de paz o guerra, para quedarse un período más en el poder, lo que doctrinalmente rechaza y no lo permitirá para los demás.

Se ha utilizado el hacker en contra del partido de oposición en tal forma que sus miembros han tenido que aclarar con cartelones que no se trata de criminales, toda vez que la intención parece ser la de privar a algunos de ellos de la libertad y acallarlos, muy a la manera como el régimen venezolano tiene en las mazmorras a Leopoldo López, insignia libertaria.

Eso sí, se olvida y pretermite que el mismo hacker haya incursionado en otras campañas y en otros aparentes servicios al Gobierno, como gusta a Santos tapar con un hecho contundente otro que deba ocultarse. Hasta en la mera publicidad de campaña cubrió el error de su salida en falso sobre los hijos que debían ir a la guerra mediante el sainete de la simpática Mechas.

Tiene ahora a su disposición al hacker, a la Fiscalía, que es suya, y a una serie de medios televisados y escritos, familiares los más, confluyendo en lo que, en otro escenario, Álvaro Gómez encuadró en la palabra “el régimen”. Decirlo le costó la vida.

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