La señora Lizarazo

Descubierta la farsa con la que Natalia Lizarazo García –conocida de autos como Natalia Springer- tramó durante los últimos 10 años a todo un país, nos corresponde entrar a mirar en detalle otra serie de imprecisiones de quien, a punta de zurces, llegó a ser decana de relaciones internacionales y ciencias jurídicas y políticas de la universidad Jorge Tadeo Lozano, centro académico que debe decirle al país por qué prescindió de sus servicios.

Si la creación del personaje de ficción “Natalia Springer Von Schwarzenberg” no es suficiente razón para concluir que esa mujer no merece ser depositaria de la confianza, ni mucho menos ser beneficiaria de multimillonarios contratos, insistamos en algunos hechos que aumentan las sospechas sobre el proceder de quien puede llegar a ser la más grande embustera, impostora y estafadora que ha registrado la historia de Colombia en los últimos años.

Empecemos por develar el origen de su apellido Springer. Tenemos esclarecido que lo adoptó de uno de sus esposos: Alexander Paul Springer. Se trata de un académico y diplomático austriaco que según los registros estuvo trabajando en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Los Andes entre 1998 y 1999, año en el que se unió matrimonialmente con Natalia Lizarazo García, egresada de esa universidad.

Cuando la señora Lizarazo solicitó ante el notario 10 de Bogotá el cambio de su nombre, expresó textualmente lo siguiente: “Mi nombre actual es Natalia María Lizarazo García y le solicito suprimir los apellidos Lizarazo García y cambiarlos por SPRINGER, es decir para figurar de ahora en adelante así: Natalia María Springer. Dado que nuestra salida del país corresponde a una delicada situación de seguridad personal, le ruego me ayude a diligenciar este cambio tan rápidamente como sea posible a través de mi hermana Ana María Lizarazo García…”

He intentado en diferentes oportunidades comunicarme con la señora Lizarazo para preguntarle cuáles fueron esas razones de seguridad que la obligaron a cambiarse el nombre y a salir a las volandas de Colombia. Interesante saber si dichas supuestas amenazas fueron puestas en conocimiento de las autoridades correspondientes y cuál fue el resultado de la respectiva investigación. Lamentablemente, ella no ha querido responder los amables mensajes que le he transmitido.

Hace algunas semanas, cuando el país se indignó con el contrato de 1400 millones de pesos que el arruinado municipio de Valledupar le asignó a dedo a la firma “Springer Von Schwarzenberg Consulting Services SAS” cuya representante legal es Natalia Springer, el periódico El Espectador le hizo una entrevista.

En múltiples oportunidades le he oído decir a mi buen amigo, el abogado penalista Juan José Vargas, que a los mentirosos hay que dejarlos hablar para que ellos mismos se enreden y se pongan en evidencia.

Gracias al mencionado reportaje en El Espectador, algunas patrañas de la contratista Springer, antes Lizarazo, salieron a flote.

Al decir de ella, “mis estudios de pregrado, postgrado y doctorado son en derecho internacional de los derechos humanos y derecho internacional humanitario”. Mentiras. Ella es psicóloga de formación. Los cursillos de pocas horas que ha hecho en diferentes universidades de Europa son lo que en Colombia conocemos como “seminarios”. Pocos días, pocas horas de estudio y, por supuesto, poca profundidad. El doctorado que ella tanto cacarea se resume a una breve disertación sobre el post conflicto en el Perú. Parece que el fiscal Montealegre y el alcalde de Valledupar también fueron tramados por la supuesta prestigiosa analista política de atildado origen austriaco.

Siguiendo con la entrevista en El Espectador, al preguntársele por su cercanía con el viceministro de Vivienda Guillermo Herrera, la señora Lizarazo respondió: “No tengo ninguna relación sentimental ni de amistad con el doctor Herrera”. Registros gráficos de eventos públicos, sumados al testimonio de personas cercanas al funcionario que me confirmaron la existencia de dicha relación, prueban que ella tiene como costumbre negar la existencia de los suyos. ¿Si lo ha hecho con sus padres, por qué no hacerlo con su pareja?

El vínculo con Herrera es un detalle fundamental para este entramado de corrupción, pues el contrato de los 1400 millones es un obsequio que el alcalde de Valledupar le dio a la mujer del viceministro en agradecimiento por haber respaldado el Plan de Ordenamiento Territorial de su municipio.

Así como se lee: la otrora implacable periodista Springer, que fustigaba con severidad a todo aquel que no estuviera inscrito en su corriente de pensamiento, resultó ser una campeona de la corrupción.

Como la farsa de engañar con apellidos impronunciables y con pasaportes foráneos le había funcionado a las mil maravillas, para justificar el desfalco que le ha hecho a la capital del Cesar, la señora Springer –o Lizarazo, o Tocarruncho, o como quieran llamarla- anunció con bombos y platillos la llegada a Colombia de estas personalidades para participar en su “Escuela Vallenata de Paz”:

1. Baltasar Garzón: condenado e inhabilitado por el caso Gürtel. Ordenó, siendo juez de la audiencia nacional española, interceptaciones sin orden judicial. Así mismo, no tuvo problemas en permitir que entidades a las que estaba investigando pagaran sus cuentas de hotel en la ciudad de Nueva York. Desde que Santos está en el poder, valiéndose de su supuesto prestigio ha suscrito multimillonarios contratos con el Estado.

2. Dolores Delgado: una funcionaria más de la gran burocracia de la Corte Penal Internacional.

3. El profesor ugandés Mahmood Mamdani, quien es un académico importante como muchos de los que hay en los Estados Unidos, pero que Natalia Springer, sin sonrojarse, presenta como “el intelectual más importante del mundo”, calificación que claramente no se compadece con la realidad pero cuando hay que justificar 1400 millones de pesos, poco importa abusar de los adjetivos.

Entre los invitados, Natalia había anunciado a quien seguramente era el que más le gustaba –por su ancestro noble-. Me refiero al barón Serge Brammertz. Quién sabe por qué el ilustre y distinguidísimo jurista belga se bajó del paseo a Valledupar.

Vemos una línea de comportamiento definida en la señora Natalia Lizarazo García: tramar a un país de incautos que a pesar de estar en el siglo XXI sigue dejándose deslumbrar por los conceptos, sentencias y consejos de “expertos” internacionales. La fábula que creó el entorno suyo le sirvió para borrar durante años unos orígenes sociales humildes de los que se avergüenza profundamente, pero también para llenar sus alforjas como nunca se alcanzó a imaginar la fantasiosa jovencita que aprendió a correr en las calles de Facatativá.

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