La tienen muy Clara

No sé por qué hay gente extrañada de que Clara López haya aceptado la invitación que Juan Manuel Santos le hizo para ser Ministra de Trabajo.

Si estuvo tres años al lado de Samuel Moreno en la Alcaldía de Bogotá y no se enteró de los groseros chanchullos que cometió su jefe, por qué va a tener recato en vincularse a un gobierno con el cual no tiene la menor identificación. Para ella, las incompatibilidades éticas o ideológicas no existen.

La excusa para llegar al Ministerio de Trabajo, desde el cual planea construir la plataforma de su candidatura presidencial para el 2018, es su identificación en el tema de la paz. Pero resulta que a ella no la nombraron ministra del posconflicto sino de Trabajo y en esa cartera tendrá que aplicar las directrices que le dé su jefe, cuya visión del tema laboral debe ser diametralmente diferente.

Pero eso a ella no le interesa. Lo que le importa es hacerse a una burocracia que le permita marcar diferencia en la disputa que mantiene por la candidatura presidencial de la izquierda.
Por ello, aún sin posesionarse pidió la renuncia de todos los funcionarios de la cartera. Su idea, sin duda es llenar ese ministerio de ‘amigos’ que trabajen duro, no por los derechos de los trabajadores, sino en la construcción de la aspiración ‘clarista’ para el 2018.

Por supuesto, en el Polo andan furiosos con ese nombramiento. Unos porque consideran absurdo que un miembro de uno de los principales partidos de oposición entre a formar parte del gobierno del cual se oponen. Y otros, como Jorge Robledo, porque temen que con esa jugada Clara le tome ventaja en la carrera presidencial.

Lo que es inconcebible y demuestra la fragilidad de nuestra democracia es que en el Polo se conformen con decir que esa designación “es a título personal y no compromete al partido”. Si creen que la decisión de Clara atenta contra los principios del Polo, debían expulsarla ipso facto de la colectividad.

Pero como aquí todos los políticos, sin importar su espectro ideológico, actúan en función de cálculos electoreros, de seguro temen que la candidatura de Clara cuaje, ella monte rancho aparte, como hizo Petro, y el Polo se quede al margen de la repartición de la torta burocrática.

Pero más allá de la motivación que tuvo Clara López para aceptar ese ofrecimiento, muchos se preguntaran qué interés pudo tener Santos para hacérselo. La explicación obvia que surge es el interés por consolidar un apoyo pluripartidista al proceso de paz.

Pero podría haber otro menos obvio. Y este podría ser tener un plan B de cara a las presidenciales del 2018. Es claro que en el entorno presidencial la candidatura de Vargas Lleras causa urticaria, así el Presidente aparente estar en buenas migas con su ‘vice’.
También es evidente que la carta que el santismo quiere jugar para contrarrestar a Vargas es la de alguien ungido con la aureola de la paz. Y sin duda, Humberto De la Calle sería la mejor opción si la paz se firma en los próximos meses. Pero si esa firma se embolata o si De la Calle no le jala a la candidatura, sería deseable tener un plan B. Y ahí surge Clara.

Esa ‘tenaza’ clarosantista es perfectamente viable. A pesar de sus diferencias, ambos poseen una característica clave para triunfar en la política colombiana: saber hacerse bajo el árbol que más sombra dé y talarlo sin remilgos cuando ellos quieran proyectar su propia sombra.

Mejor dicho, la tienen Clara.

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