La traición a los pensionados

En columna del 27 de febrero de 2015 en El Nuevo Siglo, Edmundo López Gómez reveló que el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, no solo se oponía al proyecto de reducir del 12 al 4 por ciento la cotización de salud de los pensionados, sino que, según informantes suyos, “se salió de los trapos para amenazar con su renuncia si el Congreso aprobaba la nivelación para la salud”.

El ministro se ha convertido en enemigo frontal de los pensionados, al tiempo que el presidente Santos, tal vez temeroso de perder a su colaborador estrella, en quien tiene puestas todas sus complacencias, no se atreve a contradecirlo. Si le lleva la contraria, tal vez abandona el puesto, y “el palo no está para cucharas”.

Mientras tanto, la promesa de Santos en la pasada campaña presidencial se quedó en el aire, y a ella no ha vuelto a hacer alusión alguna. Oigamos sus palabras: “Sé que un anhelo de todos los pensionados es que se reduzca la contribución a la salud. Hay un proyecto de ley en el Congreso de la República, y yo voy a respaldar ese proyecto de ley. Ustedes han sido las víctimas de un sistema lleno de dificultades, de burocracias, inclusive de corrupción”.

Por segunda vez, el ministro de la plata busca que se hunda el proyecto, alegando falta de sostenibilidad en las cifras del Estado. La socorrida frase vuelve a causar destrozos en la etapa final. Ha habido plata para otras cosas, pero no la hay para la justa causa de los pensionados.

Logra el ministro, como parece ocurrir, que algunos parlamentarios respalden su posición mediante dos artimañas de bajo calibre: buen número de ellos se declaró impedido para votar, alegando que tienen parientes pensionados (¿quién no los tiene?), y otros abandonaron la sesión para no comprometerse y desbaratar el cuórum. Esta actitud de marionetas es la que desdora el ejercicio parlamentario, que anda tan de capa caída.

¿Dónde está el Presidente?, es la pregunta que cabe formular ante semejante desafuero. Los jubilados lo saben: el Presidente no está. Estaba cuando necesitaba sus votos. Incumple su palabra con la mayor frescura para permitir que el ministro maneje el caso a su acomodo. Esta falta de carácter y de sensibilidad social lleva consigo un lastre que no hemos podido quitarnos de encima: ser Colombia uno de los países más inequitativos del mundo.

Incumplir la palabra oficial se volvió costumbre de moda. En las campañas todo se promete, y en la realidad se saca el cuerpo, y no responde el mandatario, en casos como este donde se sacrifica el interés social por conveniencias de otra índole.

Esto sucedió con la eliminación del impuesto del 4 por 1.000, que debía desmontarse de la siguiente manera: en el 2011 y 2012, 3 por 1.000; 2013 y 2014, 2 por mil; 2015, 1 por mil; 2016, cero. ¿Y qué ha sucedido? Que la tarifa continúa intacta. En junio de 2010, el candidato Santos, enfrentado a Mockus, le manifestó: “Le puedo firmar sobre piedra o mármol, si es necesario, que no voy a incrementar las tarifas de los impuestos durante mi gobierno”.

¿Qué tal que hubiera firmado sobre piedra o sobre mármol? Hoy camina la reforma tributaria que les dará una dentellada a todos los bolsillos, y que en el caso de los pensionados (como si fuera poco) se pretende implantar una tarifa de retención en la fuente.

En contraste con lo que sucede en Colombia con este gremio, en Panamá la ley 6 de junio de 1987 (que ha tenido varias mejoras a través del tiempo) contempla grandes beneficios para los pensionados, consistentes, sobre todo, en descuentos para actos de la vida corriente, como las tarifas de transporte (incluso los aviones), los hoteles, la recreación, las farmacias, los costos financieros, los servicios públicos, la tasa de valorización del inmueble familiar.

Pero no estamos en Panamá, sino en Colombia. Aquí se lucha desde años atrás por una medida de absoluta justicia, y después de las elecciones los oídos se vuelven sordos. Presidente Santos: recupere la credibilidad, que aún es tiempo de rectificar el camino.

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