La verdad de Santos y Colombia que el mundo no quiere ver

La Colombia de la dignidad grita su verdad. Pero por todo el mundo se oculta la verdad de un pueblo que se sabe engañado por un presidente que ha impuesto una paz torticera.

Por todo Occidente en los balances de fin de año de los medios de comunicación hemos visto incluido a Juan Manuel Santos como el gran hacedor de la paz en Colombia. ¿Por qué será que esa paz tan alabada fuera de Colombia ha llevado a Santos a ser el presidente más rechazado de la historia de su país? ¿Piensa alguien que los colombianos querían continuar en guerra? Por supuesto que no. Los colombianos querían una paz digna y no la sumisión vergonzosa ante los terroristas de las FARC a la que les ha sometido su presidente.

Cuando en 2016 Santos fue derrotado en el plebiscito por la paz en el que ni un solo medio de comunicación se atrevió a apoyar editorialmente el «no» en la consulta, el análisis de los aliados de Santos y los que se beneficiaban de la chequera de la Presidencia insistía en que el voto negativo provenía principalmente de las zonas agrícolas –eufemismo para decir más atrasadas- y de las comunidades evangélicas –circunloquio con el que se insinúa un voto cavernícola. Es decir, que la Colombia más desarrollada y las clases acomodadas estaban con el acuerdo de paz que daba la victoria a las FARC y los más atrasados en contra.

Frente a esa afirmación conviene ver las imágenes que acompañan a este texto. Son del pasado día 31 por la noche. La caravana de automóviles del presidente Santos intentaba llegar a la plaza de Santa Teresa en Cartagena de Indias. Es la zona más exclusiva de la ciudad. Allí donde el trago y la comida tienen un coste más elevado. Y él quería entrar a celebrar el año nuevo en el hotel Charleston, uno de los más selectos de la Cartagena heroica. Pero no puede hacerlo y acaba abandonando el lugar porque el pueblo colombiano, hastiado ya de la mendacidad de su presidente, rodea la caravana al grito de «¡Fuera! ¡Fuera!».

La Colombia de la dignidad grita su verdad. Pero por todo el mundo se oculta la verdad de Colombia. La de un pueblo que se sabe engañado por un presidente que ha impuesto una paz torticera y que cuenta los minutos que le quedan hasta el 7 de agosto a la tres en punto de la tarde cuando tomará el avión y se irá a vivir a Londres. Las consecuencias de sus actos contra la voluntad expresada por los colombianos en un plebiscito se las deja a los colombianos de a pie. Él tiene recursos sobrados para no tener que vivirlas en persona.

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