La victoria agridulce de Santos en Colombia

El pasado día 15 de junio se celebró la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia de Colombia que concluyó con la victoria de Juan Manuel Santos con un 50,95% de los votos frente a un 45% de su contrincante uribista Óscar Iván Zuluaga, más un 4,03% de voto en blanco. De la lectura de estos datos se atisba una clara y a la par preocupante división de la sociedad colombiana. La polarización del país en torno a los dos enfoques diferenciados en el tratamiento de la paz puede poner al país iberoamericano en un preocupante callejón sin salida. Con la conclusión de que Santos tiene casi el mismo número de ciudadanos a favor que en contra de su proceso de paz, al haber obtenido una victoria por tan escaso margen.

Santos ganó las elecciones del año 2010, envuelto en los casi 10 millones de votos de su otrora mentor el expresidente Álvaro Uribe y ahora se encumbró a la Presidencia, con 7,8 millones de votos, dos millones menos que hace cuatro años, recibiendo los votos «peligrosamente prestados» por la izquierda colombiana representada por Gustavo Petro, Clara López, Claudia López, Aida Avella, Piedad Córdoba o Iván Cepeda, todos ellos reconocidos críticos no hace mucho tiempo de las políticas del propio presidente electo y proclives a una paz con amplia generosidad, sobre todo en lo referente a la situación jurídica de los dirigentes de las FARC y del ELN.

El recién elegido presidente iniciará el 7 de agosto su mandato presidencial, con una mayo ría preocupantemente endeble e infiel al mínimo incumplimiento por su parte, pues, salvo los votos recibidos en primera vuelta, el resto son sufragios bien de apoyos de una izquierda que votó a su favor «con una pinza en la nariz» por las causas expuestas y de otro lado de unos votos bajo sospecha provenientes de una «mermelada» institucionalizada y de una presunta participación en política de alcaldes, congresistas y funcionarios que no habrían dudado en vulnerar tal prohibición legal existente, tal como denunciaba públicamente el expresidente y actual senador electo por el Centro Democrático, Álvaro Uribe.

Con esa situación, se puede decir que, frente a los casi 7 millones de votos firmes y contundentemente a favor de una paz sin impunidad del uribismo, el presidente electo Juan Manuel Santos se encuentra con la lealtad de poco más de 3 millones de electores, que son los que le apoyaron en la primera vuelta, pues el resto son votos interesados de una izquierda que pretenderá dar una salida airosa a las FARC y de una facción conservadora que si atisba mejores expectativas en el uribismo ante un proceso de paz que no satisfaga las promesas proferidas por Santos no dudará en reubicarse políticamente.

Justo transcurridos dos días desde los comicios electorales, ya desde el Partido Liberal, formación política de centro izquierda y que sustenta al presidente Santos, se efectúa un posicionamiento a través del expresidente Samper, muy vinculado a Santos, sugiriendo al mandatario electo que debería incluir en su Gobierno a conocidos integrantes de la izquierda más proclive a una solución más generosa con los guerrilleros de las FARC y el ELN, como Piedad Córdoba o Iván Cepeda, recomendación que ya ha dado lugar a que se levantara la primera polvareda política en el país iberoamericano. No hay que olvidar que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha bendecido la entente de Santos con la izquierda, para máxima preocupación de los ciudadanos colombianos.

Esos compañeros de viaje que Santos se ha buscado por la izquierda es evidente que no le van a dejar virar hacia posiciones más rígidas en las negociaciones con las FARC, en caso de que no sean atendidas las peticiones de impunidad de los terroristas sopena de poner en difícil situación a su Gobierno y, lo que es peor, al Estado de derecho colombiano y a la Justicia Penal Internacional, a la que aquellos no desean someter a los dirigentes terroristas a fin de que sean juzgados por delitos de lesa humanidad.

Todo ello sin olvidar que enfrente tendrá tanto a una ordenada bancada parlamentaria del Centro Democrático liderada por un vigilante Álvaro Uribe, a gran parte del Partido Conservador, tercera fuerza parlamentaria, como a 7 millones de ciudadanos fieles a la causa uribista que al final iban a pedir cuentas al presidente que puso a la paz como la nueva locomotora para el nuevo periodo de gobierno.

Como se ve, se inicia una época de incertidumbres y dudas sobre la política colombiana, en general, y para el presidente electo Juan Manuel Santos, en particular, quien precisamente no va a tener una legislatura cómoda ni tranquila y que tiene en el logro de la verdadera paz sin impunidad y no un sucedáneo diseñado para contentar a las guerrillas y a sus nuevos socios políticos, su reto para convencer a la ciudadanía de que su promesa era cierta y no propia de un mero oportunismo electoralista.

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