LAS CONSECUENCIAS DE LA LUDOPATÍA POLÍTICA O EL GUAYABO MORAL DEL DÍA SIGUIENTE

"Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral".

José Ortega y Gasset

La Rebelión de las Masas, 1930

Viendo los resultados morales del amanecer post electoral sobre el contubernio político indecoroso que lo precedió, en el que los votantes santistas le advierten, al día siguiente, tal o cual cosa, le recuerdan el tapabocas con el que votaron, o cómo la chica alegre le dice al amante ocasional que ‘eso fue cosa de una noche,’ veo la descripción perfecta de esa ‘hemiplejía moral’ de Ortega, y recordé haber leído que hablando en una de esas famosas tertulias de la mejor intelectualidad española, la llamada la Generación del 98, clasificaba Pío Baroja a los españoles en su relación con la política y la intelectualidad, así: 1) Los que no saben; 2) los que no quieren saber; 3) los que odian el saber; 4) los que sufren por no saber; 5) los que aparentan que saben; 6) los que triunfan sin saber, y 7) los que viven gracias a que los demás no saben. Y agregaba: Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”. Si le aplicáramos este paradigma al tema de la ‘paz’, tendríamos:

1) Los que no saben qué se cocina en La Habana que es el 99.9% de los colombianos, pero están divididos, no en cuanto al saber o no saber, sino al gusto o disgusto sobre Farc, Uribe, Santos, políticos, etc.

2) Los que no quieren saber sobre la paz porque les da igual por múltiples razones que sólo ellos saben, pero a los que, los políticos que no saben, les achacan la abstención y buscan remediar esa ignorancia a las malas, o con engaños, o casas en el aire. Ahora bien, suponemos, no sabemos, que a esos que no quieren saber sobre la paz, tampoco querrán saber sobre lo que se cocine en el Congreso. Ellos solo quieren saber sobre lo que les afecta en su vida diaria y para ellos lo político pertenece a otro planeta. La campesina que entrenaron para repetir Juanpa y Zurriaga es un buen ejemplo.

3) Los que odian el saber sobre la paz pueden ser las víctimas engañadas que deben hablar con sus verdugos; o aquellos que no saben afrontar cuando se pone de manifiesto su ignorancia; los que no les conviene dejar el negocio de la droga; los sociópatas.

4) Los que sufren por no saber suficientemente sobre la paz son poquísimos, casi una especie en extinción. Conocí un taxista quien me dio su correo electrónico para que le enviara información para pasarla a sus hijos para que no fueran engañados. También están los humildes que saben que son engañados, pero por su falta de escolaridad no pueden demostrarlo. Estos, a veces, se refugian en el grupo 2. Los que luchan todos los días por saber, son la oposición informada; y como saben que no lo saben todo, sufren y argumentan.

5) Los que aparentan que saben sobre la paz hablan sobre un futuro promisorio, sin ser videntes; justifican con lo innoble su incapacidad de lidiar exitosamente con el enemigo, no sabiendo obrar en beneficio de la sociedad, por lo que sacrifican valores fundamentales. Llevados del orgullo, no le dan importancia a su limitación moral.

6) Los que triunfan sin saber sobre la paz. Este es el grupo mayoritario después del N° 1. Los primeros que han triunfado sin saber de paz son las Farc. Pero no es cualquier triunfo; es el triunfo de la estupidez bendecida por la ignorancia, pues el problema no es ser comunista del siglo 19, o socialista del 21; lo inconcebible y anacrónico es que ellos saben, y nosotros también, que hayan pretendido hacer un cambio de la sociedad y el estado cometiendo los estúpidos errores de la revolución bolchevique; o que pretendan lograrlo explotando los conocidos esquemas de corrupción de la sociedad que pretenden cambiar; y que los negociadores de La Habana crean que es algo minúsculo seguir negociando con personas con ese mismo espíritu y estilo al que pomposamente llaman izquierda.

Pero lo que se llama izquierda, como antesala del comunismo, es en realidad el mundo en el que desaparece la suprema generosidad de la democracia en la que la mayoría le otorga derechos a la minoría. ¿Qué apelación posible puede haber de la ínfima minoría que es el individuo ante el linchamiento de medios regidos por izquierdosos? Y la peor izquierda es la conformada por los integrantes del partido de los señoritos satisfechos que han venido a la vida para hacer lo que se les dé la gana. Santos anuncia sin agüeros que reformará lo que sea necesario, sin someter su capricho al juicio de la probabilidad razonable. Esa actitud presidencial ha creado la barbarie que es la ausencia de normas políticas sin posible apelación. En la campaña pasada se dejó correr la peor forma de barbarie con la intriga judicial, la frivolidad de ‘la cosa política,’ la cerrazón de mollera, pues al día siguiente Marisol Gómez Giraldo en ‘El voto por la paz, también un reto para la guerrilla’ recoge con el interrogante ‘¿Apoyo futuro?’ (de la guerrilla) la pregunta que millones de colombianos se han hecho sobre los terroristas, pregunta que Santos consideraba subversiva porque era el principal argumento de la oposición; se dejó correr y cultivó el prejuicio creado contra Uribe, y después de la debacle surgió la permanente hipocresía de pedirle buenas maneras, el tono mesurado, el llamado a la unidad, etc., a quienes fueron acuchillados por la espalda y atracados con los votos comprados.

La ‘hemiplejía moral’ entorpece la comprensión de los acontecimientos políticos, pues desaparece el equilibrio entre el deseo y la verdad; de ahí que la ansiedad, ira, irritabilidad, falta de concentración o comprensión de esa enfermedad se manifiestan frente a las realidades de rechazo del candidato presidente, lo que lleva  a las peores decisiones de engaño.

Al día siguiente ‘la izquierda’ sufre amnesia hemipléjica y Claudia López, de manera conveniente, ignora la ‘metodología de los resultados atípicos' en la costa y otros lugares; Marisol empieza a armarle la cunita de justificación al bebé Santos cuando dice “el éxito en lo que sigue con las Farc, en la negociación, y con el ELN, en la construcción de una agenda (luego…¿acaso no estaba ya acordada?) no depende sólo de Santos.” Pues este vaticinio ya se lo había cantado Fernando Londoño en una de sus editoriales de ‘La hora de la verdad.’ También se invita a hacer unidad con la endemia política de Shakira, que le conviene a las Farc, (no es que ella sea fariana, pues está bien despierta) de estar ciego, sordo, mudo y ‘Pasar la página;’ es decir se nos invita a que nos ultrajemos el cerebro.

Otro contertulio de este grupo, Gabriel Silva Luján, se autoproclama  portero de la Selección Colombia (Habrá que jalarle las orejas a Pékerman por su falta de tino al remplazar a Farid Mondragón) “para impedir los goles perversos de quienes solo conocen y quieren la guerra.” (Es solo el comienzo 06.16.14) Su hemiplejía moral le impide coordinar sus propios juicios de valor cuando de hecho es el más avieso guerrerista de El Tiempo desde la cómoda tribuna de la opinión sin e-mail para rebatirle sus argumentos.

Finalmente tenemos el más perverso de los grupos, los que viven gracias a que los demás no saben, los que explotan su ignorancia sobre lo que sucede en La Habana; porque solo los que originan una política son los que conocen cuál es su finalidad ulterior. La prueba: “Nada está acordado, hasta que todo esté acordado.” Es decir, el azar mismo, que es el meollo del alma de los jugadores de póquer.

El truco, la mentira y el ocultamiento son los elementos necesarios, ineludibles, del juego. El engaño es un riesgo. Por eso Santos juega a la indefinición, cuidando las cartas, como un gesto de poder y dominio que es la característica esencial del ludópata. La Habana es el casino perfecto, pues ser un ‘mirón’ del juego aburre; de esa manera se concentra en las jugadas que ‘trata’ de ver, lo que es imposible, porque cada jugador oculta lo suyo, olvidándose así el mirón de lo que está en juego.

Sin embargo el problema real es este: Con las cartas marcadas para la reelección, ganado ese juego, comienza entonces el ‘desquite’ o el reclamo de lo pagado: las promesas hechas, las alianzas de conveniencia; USA, el principal socio internacional respirándole en la nuca; sus opciones de juego ahora no son contra una oposición solamente, sino contra sus ‘amigos’ de ocasión, contra el poder cedido, la gobernabilidad hipotecada. Se lo canta de manera clara su amiga de Semana, María Jimena Duzán, en: “Un triunfo que no sabe a gloria.”

Así, la indefinición y la incertidumbre puesta en juego por Santos en un espacio político que debería ser de certezas, de proyectos evidentes y perdurables, han sido cambiados mediante un hábil juego de manos, por el engaño y la ludopatía política que serán los sepultureros de los partidos políticos con mentalidad de hombre masa, esos que van a la deriva de las conveniencias, habiendo renunciado al duro juego de la verdad y la integridad política; en esa mentalidad de masa cualquiera puede ser aliado o adversario, sin importar qué piensa, sino cuánto suma o cuánto resta en las encuestas.

Las cartas están dadas. Los adversarios siguen en la mesa que es todo el país. ¿Qué pasará cuando en La Habana y el Congreso se revelen los juegos de los apostadores sin conciencia.

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