LAS FARC, ENEMIGOS DEL GÉNERO HUMANO

No quieren que les digan, que les recuerden, que son criminales de la peor especie. Los jefes de las Farc en La Habana dicen que, por el contrario,  son inocentes, puros como la nieve, no juzgables, y que, además, son “víctimas del capitalismo” y del “imperialismo”.

Nada más natural que ellos hablen así. Las ideologías totalitarias siempre dijeron tener una esencia filantrópica. Los nazis querían el bien del pueblo alemán y emprendieron la exterminación de los judíos de Europa. El comunismo leninista quería salvar a la humanidad. Emprendió la exterminación de la aristocracia, de la burguesía y de los kulaks para construir una sociedad igualitaria, pletórica y libre. Lo que hizo fue destruir a Rusia y a Europa oriental, como los nazis destruyeron su propio país y a casi toda Europa.

Esos dos sistemas totalitarios gemelos, surgidos ambos del socialismo, obsesionados  por llegar a la “sociedad perfecta”, habían descubierto el remedio para todos los males del mundo: el derecho, y el deber, de matar.

De matar no sólo a individuos, sino a  inmensos conglomerados humanos, a razas completas, clases completas,  sociedades completas, países completos.  Y lo hicieron. La humanidad todavía no se repone de lo que ellos hicieron. Hoy sabemos que son dos sistemas criminales, igualmente criminales. Con una diferencia: los crímenes de los nazis fueron juzgados y condenados por la humanidad, en Núremberg. Desde 1946 hasta hoy, esos crímenes son objeto de procesos, estudios, investigaciones, denuncias y repudios legítimos y permanentes.

Nadie (o muy pocos) se dicen miembros de un partido nazi. No hay un solo gobierno en el mundo que se diga nazi. En cambio, existen todavía partidos, activistas y gobiernos comunistas que reivindican ese pasado abominable, el cual,  para ellos, estuvo sólo “al servicio de la paz y del progreso”.

Lamentablemente, la memoria histórica trata los crímenes comunistas con desidia, temor y cobardía. Pues las dictaduras y los partidos comunistas siguen matando en mucho países y no hubo, hasta hoy, un proceso de Núremberg del comunismo. El único país que juzgó y condenó un régimen comunista fue Kampuchea, con los procesos contra los líderes de los Khmer Rojos.

Como la URSS hizo parte del campo vencedor en la segunda guerra mundial  el comunismo fue visto como un adversario del nazismo, cuando en realidad, la URSS y la Alemania de Hitler se unieron, en 1939, para desatar poco después la segunda guerra mundial, la cual llevó a la muerte a 60 millones de personas. Stalin y sus sucesores, después, siguieron matando en la URSS y en los cinco continentes. Y lo siguen haciendo en Colombia.

Tratando de explotar esa memoria truncada de lo que fue y es el comunismo,  los señores Santrich, Márquez, Catatumbo y Granda, dicen en La Habana que su miserable paso por la vida no ha dejado víctimas, que todo juicio sobre ellos será nulo. Nos ordenan que aceptemos el no pago ni de un minuto de cárcel por las abominaciones que cometieron e hicieron cometer a sus seguidores.

Por eso las conversaciones de la Habana son una operación rarísima, y no pueden ser una negociación de paz. La paz no puede ser construida sobre una base de impunidad y de ceguera de todo un país frente a los enemigos de la humanidad.

Las negociaciones de La Habana, entre los enviados de Santos y los enviados de Timochenko, son una forma más de opresión y de humillación que imponen las Farc a sus víctimas y a todos los colombianos.

Las Farc están probando que ellas, en sólo unos meses de contactos, pudieron darse el lujo de hacerle tragar al presidente Santos, al senador Barreras,  a los grupos que los apoyan, y hasta a una parte de los medios y del alto aparato de justicia, la salida más abyecta e injusta.

¿No es acaso eso lo que significa la utilización del llamado “marco jurídico para la paz” que es una amnistía encubierta que privilegia al victimario y  sacrifica a las víctimas?

Las Farc cometieron crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. ¿Todo eso debe ser olvidado y transformado en humo, en virtud del “marco jurídico para la paz”?  Una paz que no traerá la paz a Colombia sino una nueva dictadura, es decir la llamada “paz armada con las Farc”.

¿No hemos visto en estos días al mismo Fiscal General, Eduardo Montealegre, dispuesto a olvidar todo el Derecho que aprendió en las universidades?  ¿No es él quien nos explica ahora que las gravísimas violaciones de los derechos humanos y del derecho penal internacional, pueden ser exentas de sanción penal en Colombia, pues se trata de llegar, esta-vez-sí, a la paz con las Farc? ¿No nos dice él que es justo que los jefes farianos escapen a la judicialización mediante la vía de penas simbólicas, contra lo que dice el resto del mundo, como las convenciones de Ginebra y los pactos internacionales que Colombia ha suscrito y, sobre todo, el Estatuto de Roma, creador en 1998 de la Corte Penal Internacional?

Todo eso es algo que el Fiscal Montealegre ni predicaba, ni explicaba, ni defendía hace unos meses. La magia de La Habana y de los hechizos de los Santrich se muestra en todo su esplendor. Todo gracias al viejo truco leninista de cambiar el mundo cambiando el nombre de las cosas del mundo.

Colombia está pues expuesta a esa nueva tragedia, una más, de ver que su gobierno, y que una parte de su clase política y de sus élites intelectuales, se dejaron dormir mediante la superchería de la paz fariana.

En el proceso de Núremberg, los jerarcas nazis fueron acusados de tres tipos de delitos: 1. Crímenes de guerra, por  hechos contrarios a las leyes de la guerra, como asesinatos fuera de combate, matanzas, torturas, violaciones, etc. 2. Crímenes contra la humanidad, por el exterminio y la muerte en masa, por actos de genocidio, por exterminar grupos sociales, étnicos y razas. 3. Guerra de agresión,  por la premeditación en la alteración de la paz y por atentar contra la seguridad interior de un Estado soberano.

Las Farc han cometido no uno sino los tres tipos de crímenes. Pero ellas esperan que olvidemos eso y que les abramos el Congreso, el gobierno, la justicia, y que les entreguemos las universidades, la economía, las tierras, la cultura, la juventud y la niñez, para que hagan lo que ellos saben hacer.

Pero Colombia va a oponerse a esos planes. Un vasto frente comienza a levantarse contra el gobierno de Santos y su subordinación alucinada ante los designios del eje Cuba-Venezuela.

En ese sentido, el Procurador General Ordóñez Maldonado rechaza el “marco jurídico para la paz” por ser un texto que se burla de los estándares internacionales en materia de justicia. El ex presidente Uribe y el pueblo uribista  se están organizando. Ellos proponen un proceso de paz con los pies sobre tierra y no como el de Santos, con la cabeza en el suelo. El partido Centro Democrático acaba de lanzar su “Decálogo para una paz con eficacia, justicia y dignidad” que rechaza la falsa división “que algunos pretenden, entre radicales militaristas y amigos del diálogo”, y anuncia que los diálogos “no pueden realizarse de cualquier manera ni a cualquier precio”.  A este bloque hay que apoyarlo si no queremos ver a Colombia dentro de poco bajo la férula de Nicolás Maduro.

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