Las firmas que se robaron

El CNE se encargó de quitarles a miles de venezolanos su derecho a decidir. Este cuerpo que debería brindarle garantías al ciudadano, las niega de manera indecorosa.

El irrespeto que supone sustraerle el derecho que tienen miles de venezolanos de convalidar un proceso revocatorio refleja el complot del CNE en su alianza con el régimen, del cual son devotos discípulos.

Que eliminaran las rúbricas de personajes paradigmáticos del quehacer nacional, al igual que la de otros ciudadanos probos, solo confirma el deshonor que florece en el jardín de las siniestras rectoras. Un organismo alineado con los planetas que giran en torno a la órbita de Miraflores. Todas sus acciones pasan por la supervisión del inefable alcalde de Libertador, Jorge Rodríguez, con la posterior aprobación de Nicolás Maduro y de la cúpula podrida de PSUV; en este nido de alacranes a punto de devorarse se deciden las posiciones del cuerpo electoral. Esas locuras que promueven son el resultado de un debate que muestra que están aterrados de un país que rechaza al modelo hambreador y extremadamente antidemocrático que genera el régimen revolucionario.

Largas jornadas de aniquilamiento de la voluntad de un pueblo que quiere seguir siendo libre. Una actitud cónsona con aquello que ha hecho del rencor el motor que mueve sus acciones. Lo de la exclusión de miles de firmas tiene varias lecturas. Quieren sembrar desesperanza, indicarle al ciudadano que su voluntad de cambio no tiene ningún valor. Que son ellos los que tienen el control de imponer las decisiones. Se burlan de Venezuela al suprimir miles de adhesiones escritas de puño y letra de ciudadanos de espíritu democrático que no quieren ver guardados sus huesos en las fauces de una cruel dictadura. Quieren mostrarnos que los mecanismos de referendo son inútiles mientras se trata de ellos y que tienen la capacidad operativa para reconocer a sus adversarios y, eventualmente, de hacerles daño o chantajearlos con alguna dádiva.

Si profundizamos en el proceso de exclusión de las firmas podemos notar que no solo hicieron un trabajo detallado, sino que detrás de cada supresión existe una investigación. Aquí percibimos una pormenorizada labor de inteligencia en coordinación con equipos que cruzan información en un gran centro de control.

Primero rechazan las firmas de algunos de los líderes fundamentales del cambio. Esto para mostrarles a todos que no tendrán piedad ni mucho menos escrúpulos para tomar represalias. Luego las de votantes que consecuentemente responden al universo opositor; fragmentan las firmas de muchísimos jóvenes universitarios, a los que reconocen como factor clave que los rechaza. También repelen a diversos elementos que pueden movilizarse fácilmente y que tienen la capacidad de sortear cualquier contingencia. De este modo, las firmas permitidas son fundamentalmente de personas de la tercera edad que viven en zonas de difícil acceso y de honorables venezolanos con discapacidad. Cada uno de ellos estará en un solo centro por estado. Y todo esto sin contar con las operaciones de retraso y el sabotaje de los grupos extremistas que buscarán intimidar.

Sin embargo, sostenemos que esos venezolanos a los cuales no se les suprimió su derecho harán cumplir la Constitución. Saldrán de todas partes a darles una lección democrática que los hará temblar. Mientras todo esto ocurre, Nicolás Maduro duerme en las pailas de su propio infierno con un descomunal rechazo de cerca del noventa por ciento. Oculto en la perversidad del grupo de señoras del CNE, que defienden al capitán de su barco de tropelías. Escondido entre sus múltiples temores; cuidándose de todos los grupos internos que anhelan lanzarlo con los leones. Maduro es una semilla que solo germina en el espanto que produce su incapacidad.

El CNE se encargó de imposibilitarles a miles de personas su derecho a decidir. Este cuerpo que debería brindarle garantías al ciudadano, las niega de manera indecorosa. Sus principios quedaron en alguna alcantarilla en donde planificaron todo este ardid para tratar de ganar algún tiempo mientras terminan de llevarse todo el botín.

La larga mano de la justicia divina llega a todos los sitios, y siempre se terminará pagando por las miserias.

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