Las “revoluciones” modernas

Ante la propuesta de Panamá de convocar al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) para discutir la situación de Venezuela, Nicolás Maduro reaccionó virulentamente antier y dijo que Panamá es un “Gobierno lacayo” que conspira contra su patria y anunció que la OEA había llegado a su fin. Ayer Maduro rompió relaciones con Panamá.

Según EFE, Maduro dijo también que “la política internacional de Venezuela es de ‘unión latinoamericanista’ y ‘antiimperialista’, y rechazó que ‘ningún imperio’ controle América Latina y el Caribe”. Añadió acerca de Panamá que: “pareciera no entender, o el lacayismo ya rompió los límites de la decencia política”.

Y también dijo que “Nuestro camino es el sur, nuestro camino es la Celac, la Unasur, el Alba, la independencia, la soberanía, la paz: ese es nuestro camino”.

Maduro tiene una manera curiosa de entender el “lacayismo” y su contraparte, la soberanía, ya que es vox populi que en los cargos más sensibles de Venezuela mandan los cubanos, y que el propio Maduro es poco más que su títere.

Así que llama la atención que solo cuando supuestamente un país está sometido al “imperio” gringo es lacayo, pero esa condición se pierde y se troca por gloriosa cuando el poder es entregado al comunismo y a los hermanos Fidel y Raúl Castro.

También sorprende que cuando en Cuba Raúl Castro, después de ayudar a su hermano Fidel a oprimir a su pueblo durante 55 años (1959 a 2014), dice que hay que crear riqueza para ganar mejores salarios, en Venezuela el régimen haya destruido casi todas las empresas privadas y el pueblo padece ya el desabastecimiento, eufemismo para ocultar que el hambre en uno de los países más ricos de América Latina está a la vuelta de la esquina.

Tampoco es lacayismo tratar de ponerse a la sombra de Rusia y de China, ambas naciones que tuvieron que adoptar nuevas formas de capitalismo para sobrevivir, ni de invitar a sus navíos de guerra a aguas del Caribe, ni es lacayismo no haber denunciado que dos bombarderos rusos violaron el espacio aéreo colombiano cuando volaron desde Caracas hasta Managua, Nicaragua.

No se entiende entonces cómo la “revolución” venezolana no ha escarmentado al ver de primera mano el ejemplo de los países antes mencionados y de cómo corrigieron el curso del comunismo ortodoxo y dogmático para ahorrarse ese camino de miseria para su propio país y pueblo. Quizá es cierto que los cálculos de los revolucionarios de Venezuela exigen 30 años de miseria para que su gente pierda la habilidad de cuestionar al liderazgo y de rebelarse (ver www.runrun.es).

El capitalismo salvaje no tiene mucho de qué estar orgulloso, pero en el caso del castrocomunismo parecería cumplirse la sentencia de George Bernard Shaw, el socialista inglés, al decir que “Si no fuera por  los socialistas, ya habría llegado el socialismo”, aunque podría aplicarse aún más su máxima de que “Las revoluciones nunca han aliviado el peso de la tiranía; tan solo lo han pasado de unos hombros a otros”.

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