Leopoldo López

La desproporcionada pero sobre todo injusta condena que la justicia chavista le impuso al líder opositor Leopoldo López, no es un asunto que deba preocupar solamente a los demócratas venezolanos sino que debe ser asumido con la seriedad que merece por quienes defendemos las libertades políticas, económicas y humanas.

Le corresponde a la OEA dejar de lado su servilismo frente a Maduro y adoptar una actitud crítica respecto de lo que está sucediendo en Venezuela. La tiranía es un virus que si no se detiene a tiempo, termina por expandirse en un abrir y cerrar de ojos.

Sobradas muestras ha dado el régimen venezolano de violentar la Carta Democrática, hecho que obliga a que los timoratos gobernantes de la región enfrenten sin titubeo el asunto. Maduro es un enemigo del pueblo venezolano y un peligro para la estabilidad de la región. Hoy cierra las fronteras con Colombia y mañana no tendrá ningún inconveniente en inventarse una confrontación bélica para tener una justificación que le ponga en bandeja de plata la suspensión de las elecciones de este año.

La condena de Leopoldo López es una bofetada que no podemos resignarnos a recibir con estoicismo. Lo que empezó con López claramente no terminará con él.

¿Cuánto dolor se hubiera ahorrado la humanidad si Europa hubiera atendido a tiempo las advertencias de Churchill sobre Hitler? Todo aquel que comienza encarcelando y condenando a sus opositores, termina, indefectiblemente, quemando a sus ciudadanos.

Desde el uribismo hemos advertido el peligro que encarna la satrapía chavista que asfixia al sufrido pueblo venezolano. El régimen se ha convertido en el más grande cartel de las drogas de la humanidad. Mientras el pueblo padece los rigores de la escasez, la élite militar y civil del gobierno se enriquece fabulosamente con el dinero que se roban del petróleo y con la mega industria del narcotráfico que tienen mancomunadamente con la banda terrorista de las Farc.

Y ese estado de cosas es lo que la oposición venezolana, liderada por el valiente Leopoldo López, quiere extirpar. El hermano pueblo no merece continuar gobernado por esa pandilla de criminales a los que Santos considera sus mejores amigos.

El servilismo de Santos ha sido mal correspondido por Maduro. Al decir de las abuelas, así le paga el diablo a quien bien le sirve.

Esperamos entonces que el gobierno colombiano no pase de agache frente a la injusta condena de Leopoldo López. Que nuestra canciller, tan risueña y solícita frente a su cercano amigo Maduro, recuerde que ella es la ministra de Colombia y que el nuestro es un país con amplia tradición democrática y como tal nos corresponde jugar del lado de quienes se oponen a la dictadura, sea donde sea.

En el Centro Democrático también padecemos el látigo de la persecución. Hemos denunciado cómo algunos de nuestros militantes y dirigentes han sido perseguidos agresivamente por parte de un sector de la justicia que ha utilizado las leyes como herramienta de vindicta ideológica.

Es lamentable que en nuestro país empiecen a darse manifestaciones parecidas a las que se sufren en Venezuela. Que el Fiscal Montealegre entienda que quiénes no están de acuerdo con sus posiciones ideológicas deben ser confrontados en la arena política y no procesados por delitos que no han cometido, tal y como hace el dictador Nicolás Maduro.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar