¡Libérenlos ya!

El silencio de un puñado de ciudadanos contrastaba con el ruido de la ciudad. La estatua de Bolívar, impávida, fue testigo del hecho: el plantón organizado por la fundación Voces del Secuestro que exigía, a quien fuera, la liberación del corresponsal del canal RCN Diego D'Pablos, el camarógrafo Carlos Melo y, por supuesto, de la columnista y corresponsal del diario El Mundo de España, Salud Hernández-Mora.

La indignación pululaba en el ambiente. “Presidente Santos proceda o renuncie, que los liberen ya”, gritaba una mujer con un cartel en alto y que no atendía el consejo de una amiga que le pedía prudencia. “Nadie me calla, es mi libertad y desde mi libertad pido la de mis compatriotas que están secuestrados en el Catatumbo”, insistía ella.

Un grupo de familiares de otros desaparecidos también hizo presencia. “A nosotros nos dicen que están desaparecidos, pero ellos están secuestrados, los tiene la guerrilla y nos los van a matar”, comentó una mujer que por prudencia pidió reserva de su nombre.

Con sus ojos azules aguados, comentó que nadie responde por sus seres queridos. “No sabemos a quién acudir, el gobierno es sordo y mudo, no es justo que nadie responda por ellos”, reiteró.

A los pies de Bolívar, un grupo de representantes del Centro Democrático exhalaban arengas. “Libérenlos ya” era la consigna al unísono. Al grupo se unieron senadores y representantes de esta colectividad, entre otros, los senadores Álvaro Uribe Vélez, José Obdulio Gaviria, Paola Holguín, Thania Vega, Paloma Valencia y los representantes Edward Rodríguez, Santiago Valencia, Ciro Ramírez, Margarita Restrepo.

Un indigente, de harapos, caminaba y observaba. “Yo sí conozco a esos pícaros del Gobierno, yo sí puedo hablar de lo que hacen. La corrupción nos va a llevar al infierno”, especulaba a viva voz.

Hubo silencios esporádicos, pero también gritos y arengas. Se recordó que la resistencia civil es clave para esto, que el país no puede seguir en este rumbo, que la paz sí, pero no en las condiciones que se negocia en La Habana, que una cosa, que otra.

El cielo amenazaba lluvia. Por momentos, un tímido sol calentaba las humanidades de quienes pedían la libertad de los secuestrados y los visitantes a la Plaza de Bolívar que alimentaban y jugueteaban con las palomas.
Llegó la tarde y la hora de partir. En el ambiente quedaron los ecos y murmullos de quienes pidieron un derecho natural: la libertad.

Todos partieron libres, mientras tres periodistas y un número indeterminado de colombianos permanecen en la espesura de la selva a la espera del milagro: volver a casa y poder dormir sin que un fusil apunte a la sien.

 

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