Lilian Tintori: dignidad y coraje

La madre amorosa y esposa solidaria se ha convertido en un ícono de firmeza democrática.

“El terror es política de Estado y si nos sucede algo el directo responsable es Nicolás Maduro”, dice Lilian Tintori, esa venezolana valerosa y comprometida, esposa de Leopoldo López y madre amorosa de sus dos pequeños, que está dictando una cátedra viviente de coraje, dignidad y respeto por su pueblo.

Saltó a las primeras planas tras el encarcelamiento de su marido, víctima de un proceso en el que, según las denuncias que le han dado la vuelta al mundo, se han violado sistemáticamente sus derechos humanos.

Desde el comienzo, nos estremecimos con la afectuosa perseverancia del amor de Lilian por sus hijitos y su esposo para lograr el encuentro semanal de los niños con Leopoldo, desafiando la crueldad de la guardia carcelaria, sus maltratos, su corazón de piedra, su crueldad canalla propia de los regímenes cobardes que abusan de la fuerza contra mujeres y niños para doblegar a sus opositores.

Sus trinos fueron notificando al mundo sobre la caverna desde la que se ejerce el poder en Venezuela y documentando los excesos de un régimen acorralado por sus propios fracasos, mientras los gobiernos de la región, incluido el nuestro, por muchos meses guardaban inexplicable silencio, como si no entendieran la gravedad de lo que ocurría en Venezuela y sus efectos nocivos para toda nuestra América.

Y a medida que se han ido recrudeciendo las arbitrariedades y desmanes del régimen chavista, la figura de Lilian Tintori ha ido creciendo, haciéndose cada día más importante como símbolo de lucha, como estandarte de libertad, como ícono de legítima rebeldía democrática.

Hoy, Lilian Tintori sigue siendo la esposa solidaria, la madre afectuosa y tierna, pero es también –desde su apostura que ya revela en la hermosura de su rostro las huellas del sufrimiento, las penas y las injusticias– la dirigente lúcida de voz firme, la demócrata erguida que arriesga su propia vida por defender sus ideales y perseverar en la lucha por la libertad de Leopoldo y por la redención de los venezolanos.

De la estirpe de esas mujeres indoblegables, como la gran María Corina Machado, su lucha es por la justicia, por la dignidad, por el amor, por la familia, por su país, por América. Si alguna dupla mereciera Premio Nobel en estas latitudes habrían de ser Leopoldo y Lilian, que lo han arriesgado y entregado todo por las causas de la libertad, la paz y la democracia.

Lilian pone a temblar al cartel de los soles, a los círculos de corrupción y a los tres clanes descritos por Miguel Henrique Otero que comparten y compiten por el poder en Venezuela: el de Tareck el Aissami, amigo de los iraníes; Maduro, Cilia y su medio centenar de parientes en el gobierno; el de Diosdado, sus amigotes militares, su esposa ministra y su hermano jefe de impuestos; y el de la familia Chávez, su hermano Adán, gobernador de Barinas, sus hijas adueñadas de la casa presidencial con el yerno y vicepresidente Arreaza incorporado junto a los ministros que ha nombrado.

Los atropellos no cesan. El sábado escribió: “No les basta con atentados en mi contra. Hoy, en la cárcel de Ramo Verde, me humillaron desnudándome otra vez”. Y ya salió el Vicepresidente a decir que mercenarios de derecha podrían atentar contra ella. Ojo. La historia registra antecedentes de regímenes que advierten sobre atentados de otros para desviar la atención frente a lo que ellos mismos preparan.

Los reflectores estarán puestos sobre Venezuela esta semana. Aunque tras el triunfo de Mauricio Macri reviven las esperanzas de cambio, el régimen solo ha permitido verificación electoral a sus amigos. La comunidad internacional debería acompañar con mayor determinación a la oposición en Venezuela y a Lilian Tintori, por quien elevamos nuestras oraciones. Que Dios proteja a ella, a sus niños, a su familia y a todos nuestros hermanos venezolanos en esta hora crucial.

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