Los colombianos que sí quiere Maduro

El rumor de la presencia de los guerrilleros de las Farc en Venezuela es una realidad persistente e innegable entre los habitantes de Arauca.

Cuando uno visita la ciudad de Arauca, es emocionante llegar al malecón del río que da nombre a esa capital y mirar hacia la otra orilla. El imponente caudal del afluente es la línea que marca la frontera entre Venezuela y Colombia. Ellos, allá con sus problemas; nosotros, aquí con los nuestros, y un pequeño puente, el José Antonio Páez, es el que conecta ambos trozos de tierra.

Entonces, uno pregunta por el caserío que se ve al otro lado del río. ¿Cómo se llama? ¿Qué tal son las relaciones con esos venezolanos? La respuesta es sencilla: ese pueblo se llama El Amparo de Apure, y allí hay sectores que están habitados por guerrilleros de las Farc que encuentran refugio en ese poblado venezolano, así como en tantos otros de ese mismo sector de frontera. Los señores de la Guardia Nacional no los persiguen, ni los buscan. No hay contra ellos ningún tipo de persecución en Venezuela. Allí están tranquilos.

El tránsito por el puente no es tan complejo. Apenas hay algunos uniformados de cada uno de los países revisando los vehículos y controlando la frontera. Esa zona común permite intercambio de productos y fácil movimiento de las personas. Digamos que es una frontera normal, libre de caprichos maduristas, donde la vida sigue a pesar de las dificultades por las que atraviesa el vecino país.

Sin embargo, el rumor de la presencia de los guerrilleros de las Farc en Venezuela es una realidad persistente e innegable entre los habitantes de Arauca.

“Allá ellos están tranquilos. Cruzan la frontera para venir aquí a delinquir y luego vuelven y se van en lanchas, cruzan el río, y allá no pasa nada. Los de la Guardia no le ayudan ni al Ejército, ni a la Policía,” dice algún araucano consciente de la impunidad reinante en esa zona respecto a los guerrilleros que van y vienen. “Uno sabe en El Amparo cuál es el barrio donde viven, e incluso hay zonas de ese pueblo donde es mejor que uno no se meta porque si lo identifican como colombiano puede haber problemas”, insiste otro antiguo habitante de la capital araucana.

Hay que decir que son afortunados los habitantes de esta zona de frontera, pues no les ha tocado sobrellevar la crisis de los cierres político-estratégicos decretados por el presidente Maduro. La vida sigue como si nada, a pesar de las inquietudes que genera la permanente presencia de la guerrilla al otro lado del río. Pero es que, a diferencia de los llamados ‘paramilitares’ de la zona de frontera con Cúcuta, pareciera que estos ilegales no le importan ni preocupan al gobierno madurista.

Qué más da si son secuestradores o ladrones o asesinos. No importa si han sido autores de atentados contra la infraestructura o personas en Colombia. Esos guerrilleros no son personas indeseables en el país de Maduro. A ellos no les pintan letras en las fachadas para estigmatizarlos y expulsarlos de la Venezuela que se hunde en medio de la crisis. La vara para medir peligros y riesgos en el mundo madurista es flexible, muy flexible.

¡Qué esperanza! ¡Qué coherencia la de Maduro! Quien prefiere deportar a colombianos que llevan años habitando la zona de frontera, algunos hasta con cédula venezolana, mientras que los verdaderos delincuentes, aquellos que han dejado dolor y miseria de este lado de la frontera, viven tranquilos, quietos e impunes.

* * * *

#PreguntaSuelta: ¿será que Ernesto Samper de verdad está convencido de todas las cosas que dice o simplemente actúa así para congraciarse con su jefe de Unasur, Nicolás Maduro?

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar