Los drenajes abiertos de América Latina

El descaro de Chávez es describir su situación como de víctimas y no como de afortunados.

Las historias son más creíbles cuando reafirman nuestras creencias y suposiciones previas. Si no, tendemos a encontrarlas inverosímiles.

Un ejemplo de ello es el libro de 1971 ‘Las venas abiertas de América Latina’, de Eduardo Galeano, que ha vendido más de un millón de copias en 12 idiomas y define la visión de una generación sobre la historia de las regiones torturadas. El difunto Hugo Chávez dio al presidente de EE. UU., Barack Obama, una copia de este texto cuando se conocieron en el 2009 en Trinidad.

El libro es digno de elogios por su capacidad para describir los cinco siglos de historia latinoamericana con gran coherencia, algo que solo una obra de ficción puede lograr. La historia, por desgracia, es un poco más compleja. Hace unas semanas, Galeano, ante el asombro de muchos, se distanció de su propio libro. Dijo que ya no soportaba leer su obra y que, cuando la escribió, él “carecía de un conocimiento suficiente de la economía y la política”.

¿Por qué el libro fue tan bien recibido por los lectores y representa el pensamiento de su autor? El libro de Galeano interpreta la historia de América Latina como consecuencia del saqueo extranjero. A través de los siglos, los malos cambian la nacionalidad –por ejemplo, del español al americano–, pero sus intenciones son las mismas. Los problemas actuales son el resultado de las malas acciones cometidas por las potencias extranjeras, que vinieron solo para explotar.

Los pobres son pobres porque son víctimas de los poderosos.

Incluso, los mitos más distorsionados contienen un núcleo de verdad. A lo largo de la historia humana, los que tienen una tecnología superior han tendido a desplazar o, aun, a aniquilar a sus vecinos. Por eso, los galeses y los pigmeos viven en lugares remotos, y por eso el inglés, el español y el portugués son hablados en las Américas. De hecho, la evidencia científica reciente indica que la Revolución Neolítica –la transición de la caza y la recolección a la agricultura– se extendió sobre todo porque los agricultores desplazaron a los cazadores, no porque los cazadores aprendieran de ellos.

Pero, mientras que la superioridad tecnológica y la confrontación pueden acabar con el lado débil, la difusión tecnológica a través de culturas puede ser mutuamente beneficiosa. Permite a todos a hacer más con menos, lo que genera un excedente, que puede ser distribuido.

Como en cualquier relación, todas las partes quieren obtener la mayor ganancia posible, pero algunos reciben el extremo corto del palillo. Sin embargo, sin la relación, no habría palo. El verdadero desafío para un patriota es obtener la mayor cantidad de partes, no una gran parte de un pequeño pastel.

Por desgracia, los inspirados en el texto ‘Las venas abiertas’, al igual que Chávez (y Fidel Castro antes que él), están obligados a crear pequeñas tartas. Por ejemplo, mientras que la intención de Chávez era duplicar la producción petrolera de Venezuela a seis millones de barriles por día para el año 2019 –un objetivo viable, dado que el país tiene las mayores reservas de petróleo del mundo–, su inclinación por la expropiación y por la coerción de los disidentes generó que la producción cayera una quinta parte. Mientras que Venezuela sigue sumida en el malestar económico, sus aliados –China, Rusia, Brasil y la Opep– han aumentado su producción en 14 millones de barriles por día.

Contar la historia de América Latina como la de un robo de extranjeros es hacer caso omiso de las regiones que se han beneficiado de los esfuerzos de extranjeros, especialmente Venezuela. Así que aquí les presentamos una historia alternativa.

En la antigua Mesopotamia, el petróleo lo vendían unos charlatanes que alardeaban de sus poderes medicinales. Alrededor de 1870, John D. Rockefeller encabezó el desarrollo de la industria petrolera moderna para producir queroseno para la iluminación. Más tarde, mientras se enfrentaba ferozmente con Thomas Edison, que amenazaba los negocios de Rockefeller con la bombilla eléctrica, se desarrolló la idea de ponerle ruedas al motor de combustión interna de gasolina. Así, el petróleo pronto se hizo la fuente de energía preferida para el transporte, no para la iluminación, ni siquiera para la generación de electricidad.

Pero para desarrollar la industria del petróleo, muchos otros avances tecnológicos fueron necesarios. En primer lugar, era necesario encontrarlo, por lo que tuvo que ser extraído, refinado en productos más útiles y transportado a bajo precio. Todo esto requiere una gran cantidad de avances en geología, metalurgia, ciencia de materiales, ingeniería química, coches, caminos y ciudades, entre otras áreas.

Fue esta extraordinaria revolución tecnológica la que hizo valioso el petróleo. Mientras esto sucedía, muchos de los grandes productores de petróleo de hoy en día –incluyendo a Venezuela, Arabia Saudí, Irán y Nigeria– fallaban en la acción. En su mayor parte, ellos no sabían que contaban con ese recurso natural o no sabían exactamente en dónde estaba. No tenían conocimientos sobre las líneas sísmicas, la perforación, los oleoductos, las refinerías o las cisternas.

Más importante aún, ellos no se esforzaron mucho para construir el complejo ecosistema que hace valioso al petróleo.

Sin embargo, tienen el derecho de restringir el acceso a sus recursos subterráneos con el fin de extraer rentas, al igual que como han hecho los propietarios de tierras agrícolas durante siglos. Podrían convertirse en rentistas y vivir del trabajo y el ingenio de los demás. El descaro de ‘Las venas abiertas’ y de Chávez es describir su situación como de víctima y no como de afortunados.

Historias similares ocurren también en otros sectores, incluso en aquellos que no requieren recursos naturales, pero que, en su lugar, se basan en cadenas globales de valor. En los países en desarrollo, el progreso económico requiere una tecnología de absorción y adaptación que existe en otros lugares, lo que hace necesaria la participación de los que los tienen. Al caracterizar estas interacciones como de explotación pura y no como oportunidades de creación de valor, la mentalidad del texto ‘Las venas abiertas…’ ha representado un verdadero desangramiento de las posibilidades de progreso para América Latina.

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