Los entuertos de La Habana

Los terroristas de las Farc se creen con derecho de llamar a funcionarios de un gobierno legítimo dizque a “comparecer”, ante la mesa de “diálogos” en La Habana, como si se tratara de ir a un tribunal a rendir explicaciones sobre hechos punibles ante un juez. Así lo hicieron en días pasados con el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, quien se negó a aceptar esa necedad. Una más de las descaradas intentonas de las Farc para obtener legitimación nacional e internacional, mientras van ganando tiempo.

 

Por eso hay que desconfiar plenamente de las conversaciones de La Habana, no solo por la naturaleza de los interlocutores sino porque no hay indicios que le auguren un buen final. Un ejemplo de ello es la fementida tregua unilateral del grupo terrorista, que fue rota en más de una docena de ocasiones. Además, hay que creerle al ministro Pinzón cuando señala que las Farc les pagaron a otros grupos para que ejecutaran actos violentos, cosa que, tratándose de estos cínicos, no debería extrañar a nadie; lo raro sería que cumplieran una tregua de manera efectiva y desinteresada pues no es un secreto que lo que pretendían era convencer al Gobierno de pactar una tregua bilateral que sería altamente lesiva para el país.

 

Entretanto, informaciones de inteligencia señalan que las Farc preparan una fuerte oleada terrorista a partir del vencimiento de la tregua unilateral, propuesta hasta el 20 de enero. Y un militar ecuatoriano ha denunciado que las Farc han estado comprando armas como nunca antes en la región fronteriza con su país. Todo indica que las Farc le apuestan a una fuerte arremetida para fortalecer sus posiciones en la mesa, pues el Gobierno les ha propinado fuertes golpes en las últimas semanas que, paradójicamente, han hecho ver aun más extraño el haber abierto diálogos con un grupo terrorista que luce tan débil cuando a las Fuerzas Armadas se les permite cumplir su labor.

 

En cuanto a los temas que son materia de negociación, las Farc pretenden legitimar sus exigencias con una supuesta participación de la sociedad civil similar a la de las recordadas ´audiencias públicas´ del Caguán, donde los únicos que participaban y hacían propuestas eran sus compañeros de ruta. Eso fue lo que ocurrió en diciembre pasado cuando se llevó a cabo un foro sobre política agraria en Bogotá en el que se abstuvo de participar el gremio de los ganaderos, que históricamente ha sido el sector más golpeado por la subversión. Los participantes de ese foro, en su mayoría, son militantes de izquierda que pretenden que el Gobierno dé paso a muchas de sus propuestas por retrógradas que sean y aunque en muchas latitudes se haya demostrado su inutilidad.

 

En ese orden de ideas, las Farc no ocultan su intención de promover una reforma agraria radical que rompa con el concepto de propiedad privada, sin indemnizar a nadie porque el costo sería inabordable. Recordemos que hace poco fue fallada a favor del Estado una demanda en la que una familia reclamaba la titularidad sobre las tierras de varios municipios del Oriente de Antioquia, por lo que exigía una indemnización de 900 billones de pesos (casi cinco veces el presupuesto de 2013, que es de 185 billones), que habría supuesto una quiebra del Estado.

 

Entre las exigencias estarían la de limitar el tamaño de las propiedades rurales a un máximo de 100 o 150 hectáreas, y que se distribuyan unas 20 millones de hectáreas, que es el área que ocupa el hato ganadero del país. Temas que podrían discutirse pero no con las Farc, como si hubieran ganado la guerra.

 

La verdad es que esa mesa de diálogos no es más que un escenario que las Farc aprovechan para tratar de conseguir lo que no han obtenido por la vía armada; el campo de batalla para alcanzar la revolución por contrato. De ahí que estén proponiendo finalizar con una constituyente de la que se van a prevaler para transformar el modelo económico, político y social.

 

Por lo pronto, Santos ha rechazado esa posibilidad y ha sugerido que lo acordado en La Habana debería ser refrendado por los colombianos en las urnas, pero no hay que ilusionarse demasiado con que nos den esa oportunidad. No obstante, esperemos que así sea y nos permitan ´desfacer´ los entuertos que se están cocinando allí.

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