‘Los mismos gatos de siempre’, el ojo del Gobierno y…

Incomoda al Gobierno esta mala hora de rechiflas de los 'gatos' que nos atrevemos a contrariarlo.

El personaje más rastrero de una sinagoga siempre era un fariseo, pero el peor era el fariseo mezquino, adulador y, además, ¡ciego! Indiscutiblemente estamos hablando de una ceguera alegórica porque los ojos de tan repudiable y milenario personaje siempre enfocan hacia el oro y el poder. Hoy estos fariseos inextinguibles de turno nos gritan “paz, paz y paz” como única tabla de salvación nacional, aunque en nuestra realidad estemos transitando por los más oscuros senderos de ilegalidad en busca de tan trillado pacto de humanidad, pero para ellos –por favor– nada de eso es verdad; el país es un completo edén, los verdaderos ciegos somos todos los demás, ¡la opinión pública! Y quienes nos atrevemos a escribir y refutar lo contrario no somos más que unos obstinados intérpretes de nuestros personales caprichos morales, somos unos “pobres gatos”, “los mismos gatos de siempre”.

Las primeras rechiflas (ya muy frecuentes) que tuvo que soportar el presidente Juan Manuel Santos en diferentes partes del país después de la masacre de las Farc en la vereda La Esperanza –según el tribuno Armando Benedetti–, analista y consagrado experto en la revisión de los videos de tan bochornosas escenas para el ego presidencial, eran “20 o 30 gatos con unas bocinas que tenían que hacer bastante ruido”. Luego, un tsunami de comentarios en la cuenta personal del senador por sus insolentes declaraciones y, como si fuera poco, el señor Benedetti nuevamente hizo alarde de su insolencia para escribir, “veo que los que me maltratan en Twitter son los mismos gatos de siempre”.

Solo unos cuantos días pasaron entre la descabellada defensa que se atribuyó el aventajado y conocido tribuno en el arte de organizar los tetrominós y los poliominós de su Candy Crush y la aplastante cifra que arrojó la última encuesta Gallup, en la cual el Presidente solo obtuvo un 29 % de su gestión de unos “20 o 30 gatos” encuestados. También un “irrisorio” porcentaje del 64 % de desaprobación; además, maullando y llorando “los mismos gatos de siempre” se ubican en la “insulsa” cifra del 82 %, que –para nada– comparten la idea de que las Farc puedan participar en política sin pagar cárcel. Pero así, parece ser, es la diferencia nacional que hoy se divide entre felinos conceptos con bocinas y las observaciones de un reptil de oficio que, pareciera ser, no sabe contar más allá de cien.

Por otra parte también se fueron de bruces las vacas sagradas del periodismo nacional, quienes marginándose de una mínima y decorosa objetividad promulgaron desde el comienzo la idea de un proceso de ‘paz’ sin igual, ¡el ideal! Se convirtieron asimismo en el ojo inquisidor del Gobierno para señalar y desprestigiar peyorativamente a los supuestos “enemigos de la paz” cuando los verdaderos alienados que atentan contra la única paz se broncean en catamarán. Y ni qué decir de aquellos que vergonzosamente –bajo el opio de la ‘paz’– intentaron responder desafiantemente los cuestionamientos del Procurador… ¡la arenga de la ‘paz’ no les alcanzó para responder tanta arbitrariedad, tanta mentira!

Al Gobierno, por su parte, le incomoda esta mala hora de rechiflas y la vertiginosa caída en las encuestas porque ha sido una administración excesivamente narcisista, pretenciosa y ofensiva en sus declaraciones: “la paz está de un cacho”, “a mí me va sonar la flauta de la paz”, “si las Farc dicen que no han secuestrado, ¡hay que creerles!”… Entre otras. Sin embargo, el presidente Santos –parece ser– sigue obsesionado con un Nobel de la Paz. Le gusta lanzar vociferantes acusaciones para quienes opinamos desde todos los márgenes de la legalidad, pero él prefiere las mitómanas y ‘azucaradas’ declaraciones o publicaciones. Las muertes de soldados y piernas exhibidas no interfieren, en lo absoluto, en la búsqueda del galardón. Son vicisitudes sin valor, sin peso para la opinión mundial, por lo que este gobierno prefiere la apariencia internacional posando con abrazos y palmaditas en tierras totalmente oprimidas, y el cúmulo de todos sus errores seguirá siendo un incurable delirio con el fulero y oneroso cuento de la ‘paz’.

* * * *

Para las madres de los soldados asesinados: mujeres impávidas que libran la ‘paz’ del fatuo y la guerra sin levantar fusiles, aquellas que la ‘paz’ y la promesa del escorpión en una sola noche sin hijos las dejó. Épicas madres, de cualquier generación, vencen las tres guerras que la vanidad y el narcisismo jamás alcanzarán: ¡la batalla contra el miedo, la soledad y el dolor!

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