Los picados por la conga y el dolor del veneno moral

Han aguzado su lengua como la de una serpiente; la ponzoña de la víbora cornuda está debajo de sus labios. Salmo 140: 3

¿Hay autoridad moral de parte del gobierno y la mesa de negociación en La Habana para buscar la paz, diferente a la buena intención? Generalmente se resalta ante la opinión pública a los que se considera fundamentalistas de la guerra. Pero, sin sabiduría, el fundamentalismo de la paz también es un peligro del que derivan políticas equivocadas de persecución de los mejores aliados. Veamos algunos comportamientos en los que al pretender hacer justicia se olvida que ESA VERDAD no siempre comunica su esencia, haciendo de la VERDAD DE JUSTICIA IGUAL PARA TODOS, la alcahueta de la intimidación o de la desorientación.

Hemos oído muchas veces que nos hemos insensibilizado hacia la tragedia del conflicto interno, como una crítica moral. Pero el informe de Carlos Francisco Fernández y el testimonio del columnista Andrés Hurtado (‘Las 10 picaduras más dolorosas del mundo’ ‘Me picó la conga’ El Tiempo, mayo 13/15) me iluminó la sensibilidad. Me dije: podríamos recuperar la sensibilidad moral y ética, si hiciéramos una sustitución pedagógica de picaduras políticas inanes, por unas reales, que podrían ser incluidas en el Nuevo Código Penal Ecológico para el equilibrio de picaduras y mordidas.

Inyectaríamos como medicina, en el alma profunda del depredador, es decir, en la conciencia moral de quienes aún la tienen, la picada o mordida sufrida en las carnitas exteriores, a ver si se inmutan. Sería una picada simbólica de la conciencia moral, claro.

A Andrés Hurtado lo picó una hormiga conga cuyo dolor es catalogado como el más infame del mundo. “Es como caminar descalzo sobre brasas ardientes con un clavo de 7 centímetros enterrado en el tobillo; su dolor es agonizante y puede durar entre 12 y 24 horas, dice un entomólogo.” Otros lo asimilan a la fricción con 100.000 ortigas. Hurtado testimonia: “Fue en el dedo índice de la mano izquierda. Sentí como si me dieran allí un balazo (nunca me lo han dado), por eso la llaman también insecto bala. El dolor fue terrible, los compañeros me preguntaban a cada rato cómo me sentía y les decía simplemente que muy mal. Pensé que, de un momento a otro, iba a caer muerto porque todo el cuerpo lo sentí congelado, como si me hubieran metido en una nevera, Así seguí caminando, simplemente desesperado; pensé incluso que me iba a reventar. Mi dedo afectado se puso muy caliente, se entiesó totalmente, pero no se hinchó. El dolor “agonizante”, como lo describe Schmidt, el entomólogo, me duró dos horas al cabo de las cuales siguió terrible, pero no agonizante. Y se prolongó durante 20 horas más, con la misma intensidad. Otros efectos que produce la picadura son eritema y edema local, a veces escalofríos, sudoración, taquicardia y parálisis respiratoria.”

Creo que algunos de los síntomas descritos por Hurtado aquejaron a los empresarios convocados por la Cámara de Comercio de Bogotá, el 22 de abril de 2015, cuando el Alto Enviado para la Paz Perpetua les soltara, como un balazo en el alma, lo que dice El Tiempo. “Mientras solicitaba más apoyo económico al proceso de paz con la guerrilla, Jaramillo reveló allí una información que generó críticas no solo al funcionario, sino al Gobierno Nacional. Hay que reconocer que de parte del gobierno hay una falta de explicación, una falta de comunicación; (el gobierno ha confundido prudencia con secreto lo que causa desconfianza) también hay que reconocer que hay una falta de concientización de lo que significa la terminación del conflicto para Colombia en muchos sectores, incluyendo el sector empresarial. Hay que mirar ese tema delicado pero inevitable del mismo empresariado. Tenemos una noticia triste que nos ha dado el Fiscal quien dice que de los proceso de justicia y paz han salido 13 mil noticias criminales que involucran a empresarios, y eso tiene que ver de todas maneras con el conflicto. ¿Qué es lo que vamos a hacer exactamente?” Y al final de la reunión clavó el aguijón:

“Lo mejor es coger al toro por los cuernos y ver cómo, de diferentes maneras en las regiones; obviamente dependiendo del nivel de responsabilidad. Pero por la vía de la contribución de la verdad, de la reparación, de la contribución a la construcción de la paz, podremos darle UN TRATAMIENTO PENAL a esos casos (ininteligible).”

Vale entonces recordar que La Fiscalía quiere procesar a 12.000 empresarios, y fiscales que han dejado ‘dormir’ procesos. En noviembre del año pasado, Montealegre causó revuelo cuando propuso penas alternativas para empresarios y ganaderos que financiaron a los paramilitares. En la Universidad del Rosario explicó que “mi propuesta se basa en mecanismos extrajudiciales (sustitutos de privar la libertad) por delitos por los que pagarían 10 y 15 años de prisión”, para que en vez de eso respondan “para esclarecer la verdad y la reparación”.

Y en febrero de este año el ex presidente Gaviria le echó leña al fuego al plantear extender la justicia transicional a “algunos empresarios, políticos y funcionarios judiciales que estuvieron implicados en el conflicto y tienen cuentas pendientes con la justicia colombiana”.

Así las cosas, aunque Jaramillo se refería a los cuernos de un toro, algunos empresarios me han dicho que vieron los cuernos de la víbora cornuda del desierto la que por su potente veneno, David, el salmista, la comparaba apropiadamente con estrategas violentos y sinuosos que han aguzado su lengua y cuya tonalidad pálida y arenosa les permite esconderse en la arena política, a la espera de su presa. Al ojo inexperto en leyes y trapisondas judiciales se le hace muy difícil reconocer a una víbora cornuda al acecho ante una opinión pública que vive en la desierta inopia.

Otros, más imaginativos y económicamente sensibles, sintieron un balazo en el bolsillo; los más temerosos vieron una gigantesca hormiga conga que se esconde al pie de los árboles podridos de los juzgados, pasándole el veneno a algún chantajista de ocasión, para amedrentar al pobre empresario con llamadas anónimas desde cualquier cárcel. Fuera la causa, una bípeda y feroz hormiga extraterrestre, o una víbora parlante como la del paraíso terrenal, la agonía, el sudor frío, la taquicardia, la sorpresa moral, la desesperación, se instalaron en el alma de las pobres víctimas condenadas sin juicio; es decir EXPERIMENTARON UN AGUDO DOLOR DEBIDO AL VENENO MORAL que es la fase final, como enfermedad, del sufrimiento moral que solo se experimenta en la psiquis. Medicamente lo llaman efecto psicosomático.

Por ese motivo Semana se apresuró a lanzarles un salvavidas en su edición 1723 para que expusieran sus puntos de vista sobre el proceso de paz para exorcizar hormigas, alacranes, víboras de todos los venenos y condiciones.
Como un remedio social, ante la impunidad que se avecina y teniendo en cuenta que hay muchas maneras de purgar crímenes, según la CPI, pensé entonces en un imaginario Nuevo Código Penal de Ganga aplicado en la proporción pedagógica del 1.000 por uno. No habría nada de sangre para que entrara la enseñanza, solo picaduritas; algo más sofisticado que los correazos en el trasero y las patas que aplica la justicia indígena. Sería una justicia ecológica.

Hay personas, empresarios, banqueros, magistrados, fiscales jefes, amas de casa, guerrilleros rasos y líderes farianos, que se sienten atraídos por el sudor de los otros. A esos les aplicaríamos una picadurita de las ‘abejas del sudor’ por cada 1000 pesos de explotación injusta, contra el pueblo o el Estado. Esas abejas “habitan en casi todo el mundo y su picadura produce un dolor ligero y efímero. Casi placentero, según Schmidt. Escala de dolor: 1.” No habría necesidad de recurrir al odio de clases, la trapisonda política, como antídoto de la injusticia, ni a la justicia transicional amañada; sería el símbolo de nuestra placentera justicia efímera.

Para los adictos a la mermelada le aplicaríamos el remedio de la ‘abeja de la miel’ en la misma proporción de 1000 pesitos robados al pueblo por una picadita. ‘El dolor que causa la picada de esta abeja es como un tizón encendido sobre la piel. Habita en todo el mundo y puede desencadenar, además del dolor, inflamación, adenopatías y verdaderas reacciones alérgicas que pueden ser mortales o ataques en masa. Escala de dolor: 2.0’ La mortalidad de esta picadura es segura si se topa el chupamiel con un recio juez apicultor protegido con un vestido de ética.

Para los que acechan en la selva como tarántulas sembrando minas como la más cruel mordedura vital, y sus jefes de abolengo y menos estirpe, les aplicaríamos una picadita de la avispa caza tarántula por cada mina sembrada, cada niño huérfano, para que aprendan a sentir ‘un corrientazo intenso y cegador que paraliza.’ Tendrían el remedio a la mano con analgésicos derivados del opio o la coca cuyo billete mantienen guardado en el sistema financiero internacional. En la escala del dolor es el 4, un número de suerte.’ Y para los jefes habaneros de los que les gusta echar bala a soldados inermes, o los jueces que consideran que eso no es terrorismo, los pondríamos a explorar la hormiga bala o conga que le tocó al amigo Hurtado.

Ya vimos que Jaramillo admitió al comienzo de la reunión que no había comunicación de parte del gobierno sobre el proceso de paz. Pero esa excusa ignora el dolor moral que eso produce. Ya vimos lo que pasó por el alma de los empresarios. Sin embargo, por el lado intelectual de la opinión vemos, como resultado de ese dolor, paralización, abulia, inhibición, fijeza de la atención sobre cualquier estupidez que alguien hizo o dijo, acompañada de impulsos violentos, palabrerío inocuo, burla sin objetivos; violencia disfrazada, en pocas palabras, etc. De eso sufren el más agudo síntoma los caricaturistas. Eso no es enemistad, ni crítica política, ni arte; es un síntoma del dolor moral producido por la marginalidad de la ciudadanía al agredírsele su dignidad favoreciendo la estúpida vociferación de las Farc y el silenciamiento o descalificación de la crítica. Pero como esto es abstracto, pongamos un ejemplo más concreto. Por la somatización de una tragedia ¿cuántos de nuestros políticos no han ido a parar a una UCI?

La felicidad nos hace saludables; mientras que la infelicidad nos enferma. En el dolor moral hay infelicidad, amargura, resentimientos, odios, pena, tristeza y resignación. Todos hablamos del postconflicto; Santos se refiere al desangre, otros le echan vainas al terrorismo, etc. ¿Pero cuántos nos hemos preguntado sobre la debacle real que produce el dolor moral colectivo durante más de 60 años que nos afecta a 40 millones de colombianos? Ante ese dolor la picadita de la conga es una pendejada. Para hacerlo desaparecer no valen los remiendos de un acuerdo, una nueva ley, la impunidad disfrazada. Se trata de un compromiso real con la felicidad de la gente, con la honestidad radical, con la verdad.

Porque cualquier cambio genuino comienza con el libre auto examen individual, no con una pistola en la sien como lo hace el fiscal; y no se puede liderar ese cambio con un socio que dice falsedades como las Farc; para cambiar hay que decir la verdad. Desde la coacción del secreto guardado como amenaza contra empresarios, se desintegra la libertad de acción moral de una sociedad para cambiar, pues hay que cuestionar, a sí mismo y a los otros; y para cuestionar, el gobierno debe comunicar, pues no es posible cuestionar honestamente lo que no se conoce. ¿Cuál es el miedo? Las Farc y el gobierno deben dejar de hablar tanta paja y actuar en el sentido de una honestidad radical con todo porque la hipocresía es el Enemigo N° 1 de la paz. Santos no quiere incomodidades, pero la paz requiere de la incomodidad políticamente correcta, porque si no, terminamos peleando con nuestros mejores aliados como lo hizo Jaramillo con los empresarios. ¿Será que las Farc son nuestros aliados para defenderlos tanto el Fiscal? ¿Por qué no le preguntamos al Fiscal cuál es su sentido de la Victoria de la Justicia Social en contraposición a la victoria política que parece buscar?

El argumento de las Farc y sus amigos ha sido que el Estado no fue capaz de poner una bandera de triunfo en todas las montañas del Cauca o en la selva; que no ha conquistado todos los territorios; que no desarticuló todos los campamentos y bandas guerrilleras; y por esa razón negocian. ¿Pero cuál es la paz que se negocia? Para responder a esta pregunta, es necesario entender la razón de ser del otro lado, que es una pretensión política totalitaria, el negocio del narcotráfico y su posible legalización, en un tipo diferente de guerra, donde no se aplican las leyes y la ética de la guerra convencional que implica no sólo la asimetría de los tanques contra guerrilleros o aviones que bombardean campamentos terroristas. La asimetría principal está en los valores de las dos sociedades implicadas en el conflicto y postconflicto – en las reglas que obedecen, o las violaciones que disimulan. Esto no es una guerra entre Colombia y otro país donde el estado de derecho internacional es aceptado por ambas partes. En este caso, estamos luchando con un grupo que tiene valores y reglas sobre el enfrentamiento político militar muy diferentes a los convencionales. Ignoran la moralidad intrínseca de cualquier ley u ordenamiento estatal. Y es el no ver ese estilo de guerra asimétrica en lo ético y estratégico el que me inspiró, COMO BURLA, castigos imposibles de acuerdo con nuestras reglas.

Entonces, el posible acuerdo de paz no debe surgir por la supuesta imposibilidad de una victoria militar, sino de la vigencia de unos principios éticos universales que hacen desaparecer el dolor moral de una guerra injusta, SOSTENIDA CON SU DISCURSO DE FALACIAS, que no le fue pedida a las Farc por parte del pueblo colombiano. Así que el dolor que produce el veneno moral de las mentiras y amenazas de estos diálogos nos afecta a todos.

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