Los superpoderosos

Cambios profundos se notan en la política colombiana.

Sin darnos cuenta estamos en manos de gobernantes superpoderosos. Empezando por el presidente que, cual monarca, ha repartido cargos y funciones a diestra y siniestra en agradecimiento por su reelección.

Por obra y gracia de su magnificencia convirtió a Germán Vargas Lleras en un supervicepresidente cuyo campo de acción lo sitúa por encima de varios ministros reducidos a ministricos.

Nombró a Néstor Humberto Martínez superministro de la presidencia, encargado de la coordinación de todo y de tirar línea política, será la mano derecha del presidente monarca. Opacará y chocará con ministros de segundo plano como el del Interior Juan Fernando Cristo.

Dando por segura la firma de la paz con las Farc quiere asegurar una buena gestión del llamado “posconflicto” al designar al exdirector de la Policía Nacional, Óscar Naranjo, superministro del mismo. A otros dos asesores personales les dio las mismas calidades. Digamos que ese es el verdadero equipo de gobierno, su guardia pretoriana, a la que todos los demás rendirán cuentas e informes de gestión y pedirán permiso para que el monarca los atienda. Por vez primera en nuestra historia un presidente está rodeado de dos círculos ministeriales lo que significa una alteración mayúscula en los términos de la gobernabilidad y un agrandamiento de la burocracia.

El presidente monarca ya contaba con un superfiscal que extiende sus manos más allá de todo límite. Ahora, más superpoderoso que antes, investiga a todos los generales del alto mando, desde Lasprilla hasta el renunciado Rey, a coroneles responsables del espionaje y de delicadas tareas de seguridad nacional. Un paso más en el proceso de debilitamiento del Alto Mando y de su sometimiento total a la política de paz del superpresidente.

El superfiscal se defiende de las acusaciones de la Contralora por cobro de honorarios de la defraudadora multimillonaria del Estado, Saludcoop, siendo ya Fiscal, montándole unos procesos a Sandra Morelli que tienen inequívoco tufillo de retaliación. Mientras el crimen campea y la inseguridad agobia a la población, el superfiscal se dedica a hacerle mandados políticos a Santos. Están frescas sus intervenciones en la campaña presidencial y su tráfico de influencias en el nombramiento de varios magistrados en las altas Cortes.

El superpresidente monarca exhibe unos poderes que envidiarían cualquier mago o prestidigitador. Por ejemplo, es todo un maestro en el arte de resucitar cadáveres políticos. Dos ejemplos: resucitó al expresidente Samper, un personaje desprestigiado, sin fuerza electoral y que es exitoso haciendo chistes, le concedió los ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores, y un viceministerio a su hijo. Y lo corona secretario general de UNASUR, el entuerto burocrático del chavismo. Quizás el superpresidente Santos gestionó su nombramiento ante los presidentes-dictadores del ALBA y los socialdemócratas de otras naciones del Sur en la idea de presionar a las Farc para que firmen la paz.

El expresidente Gaviria sigue sin entender por qué razón el superpoderoso presidente Santos, por quien se la jugó toda en la segunda vuelta presidencial, le dio la espalda y se alió con Samper (a quien le quiso dar golpe de estado en 1997) en la elección del nuevo Contralor. Mañas viejas no se olvidan.

El segundo gran milagro del superpresidente monarca es haber resucitado a una guerrilla acorralada y debilitada por los golpes de la política de seguridad democrática. Al revés de lo que indica la lógica, hizo comparecer a las víctimas y a los militares activos ante sus verdugos en La Habana y, mientras lanza advertencias a los críticos, dispone el desfile de toda la Nación ante una guerrilla arrogante.

Los superpoderes del presidente se extienden a todos los órganos de los poderes públicos. Tiene aquilatadas amistadas en todas las Altas Cortes, y va tras el cargo de Procurador contra quien armó junto con el Fiscal y otros funcionarios una trinca para destituirlo y, tiene a la gran prensa y al empresariado en el bolsillo.

Son maravillosos los poderes del superpresidente, puso a comer en el mismo plato a gaviristas y samperistas que no se podían ni saludar desde aquel nefasto mandato 1994-98. Néstor Humberto Martínez al lado de la ficha samperista Cristo. Estamos pendientes del abrazo de reconciliación de Rudolf Hommes con Ernesto Samper y el rejuvenecido Horacio Serpa.

Por si fuera poco, el superpresidente filó a los hijos de Luis Carlos Galán con gamonales y clientelistas que a punta de “mermelada” alteraron los resultados en la campaña reeleccionista, mensaje en contravía del legado del inmolado jefe liberal.

Tenemos que reconocer la sabiduría de la respuesta de uno de esos “padres de la patria” cuando le preguntaron por la razón de sus cambios bruscos y repentinos: “es que la política es dinámica”.

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