LOS TRES (JURISTAS) CHIFLADOS

¿Podría alguien, distinto a un escritor de historietas, imaginar que en un país dado, en una misma ciudad y época, iban a coincidir en las más altas instancias del derecho (la Fiscalía General, la Corte Constitucional y la asesoría jurídica a una organización terrorista, las Farc), tres chiflados dispuestos a poner patas arriba toda la institucionalidad de una nación? ¿Y, que, además, la sociedad los iba a tomar en serio?

¡Pues, ocurrió! Montealegre demandó ante la Corte Constitucional una palabreja de un documento firmado entre los “plenipotenciarios” de Santos y Timochenko; el magistrado Jorge Iván Palacio admitió la demanda y Enrique Santiago, hablando más que un perdido cuando aparece, pontifica desde los medios sobre la validez de la demanda y lo maravilloso del auto admisorio dictado por Palacio. Según él, su cliente (las Farc) están que se firman.

Demanda, auto admisorio y entrevista en El Tiempo de, respectivamente, Montealegre, Palacio y Santiago -orden de aparición en escena de los tres juristas chiflados-, son cosa de alucinados y superan cualquier imaginación procesalista tan recurrente en la literatura y el cine.

El galimatías es tal, que muchos lectores no me van a creer; otros van a reír y los más se enfurecerán por la pretensiones de los picapleitos y porque un magistrado de la Corte Constitucional, ¡la Corte!, se haya atrevido a darle curso al adefesio.

El petitum montealegrino es que se declare la “constitucionalidad condicionada de la expresión “acuerdo”, contenida en el acuerdo general para la terminación del conflicto y la paz estable y duradera”.  Para qué, nos preguntamos.

El tercer chiflado, Enrique Santiago, nos explica la estrategia de su cliente, las Farc: lo que se firme entre Timochenko y Santos, dice, quedará “inmediatamente incorporado al bloque de constitucionalidad”. Porque, dicen Timochenko, Santiago, Montealegre y Álvaro Leyva (a quien por fin le reconocen la autoría intelectual), “el acuerdo general, los acuerdos temáticos alcanzados entre las partes y el acuerdo final, son acuerdos especiales a la luz del derecho internacional humanitario y que por esta misma razón, es decir, por desarrollar obligaciones del derecho internacional humanitario, hacen parte del bloque de constitucionalidad”. ¡Cómo les parece! Es como decir que en La Habana está sesionando una Constituyente para Colombia.

El segundo chiflado, el magistrado Palacio, leyó la demanda de su compadre Montealegre fundada en las ideas de Santiago y la admitió. Olvidó que el estudio de una Resolución (la 339 de 2012) no era asunto de su competencia sino del Consejo de Estado. ¡Admitió la demanda! ¿Pueden creerlo?

El maromero Montealegre se salió con la suya. Se preguntó cómo “meter” en la Corte Constitucional una demanda bien “bomba”, bien sonora, que apuntalara los intereses de sus admirados comandantes farianos. Demandar el acuerdo de los “plenipotenciarios”, así, sin más, era dar lora y su admisión en la Corte, un imposible. Porque, para comenzar, hay que recordar que la Corte sólo puede conocer de demandas de inconstitucionalidad contra actos reformatorios de la Constitución, convocatoria a un referendo o una Asamblea Constituyente y contra leyes y decretos con fuerza de ley. Nada más. Entonces, Montealegre, como quien no quiere la cosa, dijo que demandaba la palabreja “acuerdos” por estar contenida en la resolución 339 de 2012, que a su vez contiene el acuerdo especial entre las altas partes, Farc y gobierno Santos. La resolución fue solo un pretexto. Montealegre, Santiago y sus amigos, lo que quieren y necesitan es pasarela y luces para sus amigos de las Farc.

Lo que nadie hubiera esperado es que en la Corte fueran a encontrar eco. El magistrado Palacio, solito, seguramente sin consultar a sus colegas más sabios o menos embrujados por la palabra paz, ¡admitió, insisto en la exclamación, la demanda!

Pero además complació en un todo y por todo a sus colegas de chiflis, quienes lo que piden realmente es tribuna para los comandantes farosos. En la resolución quinta, Palacio los invitó a que se codeen con la crema de la sociedad (ex presidentes, académicos, partidos políticos, militares, juristas) en los salones y las poltronas del majestuoso Palacio de Justicia.

Ahí, en ese punto, va hasta ahora la historia. La semana entrante les cuento en donde cae ese globo.

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