¿Maduro está loco como una cabra?

La filósofa Hannah Arendt fue una intelectual obsesiva por comprender la realidad y para eso evitaba dejarse atrapar por la telaraña de la ideología, que cuando la anteponemos a la cruda realidad de los hechos, nos puede alejar de la verdad, nublarnos la vista y hacernos caer en los brazos de los prejuicios.

En una oportunidad, la autora de Eichmann en Jerusalén le confió a un grupo de amigos y alumnos que ella utilizaba una metáfora para referirse al “pensar sin fundamento”: el “pensar sin barandillas”. Y ofreció la siguiente explicación: “Mientras usted sube y baja las escaleras, siempre se apoya en la barandilla para no caer. Pero hemos perdido esta barandilla”.

Y eso es justamente lo que intuyo que ocurrió con el ocurrente refrán que utilizó el expresidente uruguayo José Mujica para ilustrar su opinión crítica sobre el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, y el ambiente político estridente en un país devorado por una intensa crisis económica.

Portales de medios de comunicación de América Latina, y sus consiguientes redes sociales, informativos de televisión y de radio, dieron una amplia cobertura periodística al “loco como una cabra” con el que Mujica cuestionó y encuadró las críticas de Maduro al secretario general de la OEA, el excanciller uruguayo Luis Almagro. El corpulento jefe chavista dijo que Almagro reprende al gobierno venezolano porque es un agente de la CIA (sic).

Para Mujica, “están todos locos en Venezuela. Se dicen de todo y así no van arreglar nada”.

-Usted tenía una relación cercana con Maduro. En algún momento…-, dice una reportera de un informativo de televisión a Mujica, sin poder completar la pregunta…

-Yo le tengo gran respeto, le tengo. Le tengo gran respeto, pero eso no equivale a que no le diga 'estás loco, estás loco como una cabra’”-, interrumpe Mujica para quien el problema de fondo de Venezuela es “la crisis económica” que no se puede “arreglar” porque el gobierno chavista y la oposición están realmente perturbados.

“No se puede vivir a los roscasos en un país”, dice el ahora senador del Frente Amplio.

Para Mujica, Venezuela se desangra como consecuencia de que su presidente está loco. Más aún, como consecuencia de que están todos locos, gobernantes y dirigentes políticos de la oposición.

Analistas políticos de América Latina, columnistas de periódicos de la región -incluso de Colombia-, estrellas de la televisión, aplauden la reflexión campechana de Mujica. Todos se muestran fascinados con el ocurrente análisis del expresidente uruguayo.

Pero entiendo que es por lo menos una banalidad creer que la conducta cabrera y autoritaria (¿o de “dictadorzuelo”?) de Maduro se explica porque está loco. Maduro no está mal de la cabeza. Nunca estuvo tan cuerdo. Nunca ha sido más coherente con las estrategias y tácticas de siempre del chavismo.

Cualquier explicación que intente justificar la crisis social, política y económica de la actual Venezuela, invocando una supuesta locura del jefe de Estado está falseando la realidad. El verdadero y único responsable es la ideología populista chavista, animada por el octogenario Fidel Castro, que ha deshecho al país. No hay otra explicación para el derrumbe venezolano.

Maduro es el vigía del programa autoritario que le dejó en herencia el comandante Hugo Chávez, del que fue el soldado más leal y el discípulo más dócil.

El periodista Rory Carrol, excorresponsal en Caracas del diario británico The Guardian, explica en su libro “La Venezuela de Hugo Chávez” que en vida del comandante “había tres especias distintas” de bolivarianos.

Maduro era el primero entre los llamados “discípulos” que hacían “de la obediencia instantánea y completa su especialidad”.  Y agrega: “No aportaban ideas ni un talento especial, no controlaban las circunscripciones. Se ofrecían a sí mismos como relleno fiable para cualquier papel, cualquier puesto, sin plantear ninguna pregunta”.

Ese es Maduro de cuerpo entero, que para Chávez (y para los hermanos Fidel y Raúl Castro) era el mejor candidato para que no se desvíe un ápice el “socialismo del siglo XXI”.

Y en ese sentido, el comandante tuvo razón.

Maduro se ha ceñido a pie juntilla al modelo chavista como él mismo insinuó en su respuesta a Mujica durante un acto público en Caracas: “Estoy loco como una cabra, sí. Loco de amor por Venezuela, por la revolución bolivariana, por Chávez y su ejemplo. Sí estoy loco como una cabra, es verdad. Tienen razón. Loco de amor, de pasión por ser leal a Chávez".

El verdadero drama venezolano es que Maduro ha sido demasiado “discípulo” de un régimen que se cae a pedazos. Y no lo hace porque está loco, sino porque no sabe gobernar de otro modo. Él solo escucha Chávez e incluso en el presente, en el que el comandante se le aparece como un “pajarito chiquitico” y le dice: “hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestra bendiciones”.

La tragedia venezolana responde en línea recta a las circunstancias ideológicas del chavismo.

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