Me siento mal

Cierto, me siento mal por haberme negado a ser candidato a la Gobernación de Antioquia. Sentía la necesidad de trabajar de nuevo por este país. Sé que cada colombiano debe hacer lo que pueda por cambiar la situación a la que nos ha llevado este gobierno nefando, que es un deber trabajar por la comunidad. Quería hacerlo pero la historia reciente con mi familia me lo impedía. Sería injusto someterlos otra vez a lo que hemos vivido, hasta arriesgar sus vidas y su tranquilidad, privarlos de lo que los demás tienen derecho como es un empleo.

Es difícil volver a enfrentar un ataque de los narcotraficantes como cuando fueron a secuestrarme en 1987 y nos tuvimos que defender a bala durante unos 5 minutos. No fue tan fácil como dice Andrés Pastrana, en su libro, que mi hijo cerró la puerta y los bandidos se fueron. Ellos no ceden ante una puerta de triplex, que lea el libro de “Popeye” para saber parte de la verdad.

María Teresa, mi esposa, se oponía a mi candidatura a la Alcaldía. Cuando ocurrió ese hecho, ya en el hotel Intercontinental, donde nos alojamos mientras reparaban los daños de la casa, que fueron muchos, le dije a ella que al día siguiente renunciaría a mi candidatura para no someterlos a ese peligro. Ella, con su entereza, me dijo: “ahora sí te apoyo, no podemos dejar que ellos nos ganen, sigue para adelante”.

Ya de alcalde, con motivo del atentado, con las continuas amenazas, con la muerte accidental de una sobrina de María Teresa y de su esposo cuando venían para el entierro del padre de él, asesinado por los sicarios del narcotráfico, le empezó una tortícolis permanente, viajes cada tres meses a los Estados Unidos para aplicarle hasta 37 inyecciones en el músculo del cuello.

No queremos que se repita la voladura de nuestra casa con un carrobomba, ver al hijo mayor en la clínica, con los ojos vendados, una mano paralizada por la rotura de los tendones y cortaduras en todo el cuerpo. No queremos volver a saber que la vecina de nuestra casa murió destrozada por esa bomba y que su esposo quedó ciego.

No queremos que se repitan los intentos de asesinato con cianuro en el café, ni las amenazas de un carrobomba en el sótano de la Alcaldía, ni las mujeres con cinturones bomba, ni con las bombas en los salones donde nos reuníamos. En fin, queremos pasar estos días que nos quedan en paz y tranquilidad.

Siento cierta dosis de cobardía, pero primero la tranquilidad de mi familia.

Otra cosa: si se van a aplicar penas alternativas a los guerrilleros, propongo que sean ellos, como pena, los que desactiven las bombas antipersonal que han puesto y que sean ellos quienes hagan la erradicación manual de los cultivos de coca. Esto con la vigilancia y control de nuestras Fuerzas Armadas.

Y más: si se esconde un acto es porque está mal y hay que taparlo. ¿Por qué escondieron a “Joaquín Gómez” cuando lo trajeron para la liberación del teniente secuestrado? Esto, y mucho más, debe tener escondido este gobierno.

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