Mi Ejército, mi familia

Cada día me despierto y me siento infinitamente orgullosa de compartir mi vida con un héroe de la patria. Nunca imaginé que conformaría un hogar con un integrante de nuestro glorioso Ejército Nacional y esa es tal vez la más grata de las sorpresas que Dios ha enviado a mi vida.

Ese amor que sentimos por quienes nos protegen no es gratis; somos una sociedad que empezó a verse acorralada por las minas, las bombas, los secuestros, los tatucos y los cilindros bomba y esos hombres y mujeres son los que han entregado la vida para que ese terror no controle la vida de los demás. Por eso es un honor para mí poder darle un abrazo cada noche a uno de esos valientes.

Y precisamente en uno de los espacios familiares que compartimos, nos encontramos con una publicidad política ofensiva hasta la médula: “¿prestaría sus hijos para la guerra? –Pregunta el protagonista– “No, Presidente” –responde una casi inexpresiva actriz.

¿De dónde sale la brillante idea que ser militar o policía es un pecado o un sacrificio sin valor? ¿A quién se le ocurrió que era un éxito eso de desprestigiar el trabajo y vocación de los integrantes de las fuerzas militares? ¿Leyeron bien los niveles de confianza y favorabilidad de los colombianos hacia su ejército?

La conveniencia electoral ha hecho llegar al máximo líder de la unidad nacional a niveles de desespero en los que se alía con sus enemigos y les ofrece el oro y el moro, se contradice para quedar bien ante los pocos electores que le creen y sale a grabar un video en el que pasa por encima del honor militar y da a entender que da la misma tenerlo o no al lado.

No es una coincidencia entonces que Timochenko diga que ellos entregan las armas si a cambio se les entrega el poder, y que Andrés París expresara que “el cambio de doctrina militar hace parte de la mesa de diálogo en La Habana”. Esto, sumado al anuncio de acabar con el servicio militar obligatorio es algo tan armónico que no nos queda ninguna duda que lo de Cuba si es la entrega del Estado al castro-chavismo. ¿A cambio de qué? ¿De un Nobel que nunca va a llegar?

Las Farc no quieren dejar las armas, no quieren dejar de ser el principal cartel productor y traficante de droga y menos quieren sentir que en el país hay un ejército con autoridad. Tal vez por eso también salió hace un par de días la idea que con la firma del acuerdo de paz se integren a los integrantes de sus filas a las Fuerzas Armadas.

De corazón… no jueguen más con nosotros, no nos crean bobos, no intenten tapar el sol con un dedo. Yo, que vivo y convivo, que me pierdo de amor en los ojos de un valiente y honorable militar de los que cuidan el orgullo patrio, solo puedo negarme a que por una campaña electoral, el candidato-presidente venga a demeritar y pisotear la mística que tiene el servir y proteger una nación.

Por si acaso: ya viene el Mundial y poco a poco ya pasamos el guayabo de la ausencia de Falcao. Pero es que lo que tenemos es equipo y nosotros no dependemos de un solo jugador. Lo que viene es fiesta.

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