¿Necesita Colombia una Constituyente?

El 5 de julio del año 2012 el Presidente Álvaro Uribe en el Nogal en Bogotá hizo un análisis del estado de la nación y planteo una serie de iniciativas entre las cuales, por su valor trascendente y estratégico, deben destacarse fundamentalmente dos: 1) le propuso al país la creación de un movimiento pluralista que convocara a las mayorías nacionales y lo llamo el Puro Centro Democrático. 2) planteó, a futuro, la necesidad de convocar una Constituyente para decidir sobre unos temas cruciales en la reorientación del país.

Para ese momento ya estaba clara la traición al programa por el que los colombianos votamos en la elección presidencial del 2010 y afloraba la naturaleza desechable del partido de la U. Hoy, un año después del discurso del Nogal el Centro Democrático emerge como un portentoso movimiento que agrupa la más diversa pluralidad democrática y se apresta a obtener el apoyo de millones de ciudadanos quienes con su firma inscribirán listas a la Cámara por todas las circunscripciones departamentales y una lista al senado encabezada por el propio Álvaro Uribe. Indiscutiblemente esta será la nueva fuerza política que triunfara en las elecciones del 2014. Nuevamente el Presidente Uribe le cumple a Colombia.

Pero, qué sentido tiene convocar a los colombianos y obtener su respaldo para ganar las elecciones parlamentarias y presidenciales sino es para superar los vicios y las perversidades que afectan a los tres poderes y en general a la política nacional. Y aquí es donde la visión de nuestro líder alcanza toda su dimensión histórica: Colombia necesita una Constituyente.

El Congreso que se elija el próximo año debe concebirse como un Congreso de transición, un Congreso que tenga la capacidad de comprender el momento que vive el país y que sepa interpretar el deseo profundo que tienen todos los ciudadanos para que el país y las cosas cambien. Ese Congreso, si realmente se coloca a la altura de las exigencias, debe comportarse como un Congreso Constituyente y crear las condiciones para acordar y definir los temas que deberán ser abordados, discutidos y decididos por una nueva constituyente.

No se trata de la Constituyente que pretenden las FARC planteada sin ninguna legitimidad. Un aparato criminal, burocrático militar aislado y desconectado de lo que realmente piensa, siente y desea el 99% de los colombianos simplemente concibe la Constituyente como la oportunidad para que los 45 millones de ciudadanos nacidos en esta hermosa tierra se arrodillen y les entreguen en bandeja de plata la totalidad del poder económico, social y político para que ellos gobiernen desde las alturas de una ideología que se quedo atascada en el pasado, el atraso y la improductividad castrante que desestimula y castiga la creatividad y la imaginación como factores esenciales del progreso y la democracia.

La Constituyente que promueva el Centro Democrático ante todo será un ejercicio profundo de dialogo y construcción colectiva, no con un aparato guerrerista y criminal sino con todos los colombianos para abocar y decidir sobre los grandes temas que los afectan.

Fabio Echeverry afirma que la gran preocupación, la situación grave que enfrenta hoy Colombia es que aquí se compra todo. En primer término el tema de la justicia, con excepción de algunos Fiscales y Jueces rectos y probos, los fallos judiciales están sometidos al cumplimiento de unas tarifas y cuando alguien no las acata aparece el cartel de los testigos para garantizar la condena. La política criminal va a la deriva sin que desde el ejecutivo se asuma la responsabilidad de una política pública que someta la delincuencia y restablezca la confianza del ciudadano en el sistema judicial.

Igual sucede con el Congreso, escándalo tras escándalo, buena parte de sus integrantes aparecen vinculados a hechos ilegales y corruptos. Se legisla más en función de intereses particulares dejando en segundo plano los intereses más generales de los colombianos. De acuerdo con todas las encuestas realizadas en el último año el Congreso es una de las instituciones más desprestigiadas que ha perdido la confianza y la credibilidad de los ciudadanos. Por supuesto, este desprestigio es el resultado de un acumulado de prácticas perversas, politiqueras y clientelistas que han terminado por generar una profunda indignación en los más diversos sectores de la sociedad.

Están dadas, entonces, las condiciones para que en los próximos años el constituyente primario reasuma su papel e intervenga en el rediseño fundacional de la nación. Una Constituyente concebida como el gran contrato social de todos los colombianos, el proyecto democrático de futuro soportado en unos ejes vertebrales sin los cuales no es posible mantener la viabilidad de Colombia.

Algunos de ellos, por mencionar algunos, son: 1) la paz y la tranquilidad de todos los Colombianos edificada sobre unas reglas del juego a las cuales se sometan las más diversas modalidades del crimen y la ilegalidad. La constituyente no es para tener a las FARC como actor legítimo sino para que su violencia se someta al designio de las grandes mayorías, 2) el rediseño institucional de la democracia Colombiana en sus dimensiones legislativa, ejecutiva y judicial, 3) estímulos para la aparición de instituciones económicas incluyentes que generen oportunidades para la superación de la pobreza y la desigualdad.

En síntesis, una Constituyente que devuelva la confianza y la esperanza democrática a todos los colombianos.

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