No culpen al Niño

Si hay apagón, será por la tardanza de la Creg y el Minminas en tomar decisiones críticas.

El martes pasado, el presidente Juan Manuel Santos dejó entrever que es inminente un racionamiento de energía eléctrica. No lo dijo así ni usó la palabra ‘racionamiento’. Pero en su declaración, está clarísimo. En tono dramático, pidió que ahorremos energía para que la crisis que él atribuye al fenómeno del Niño “afecte lo menos posible a las familias”. ¿Acaso quiso decir “para que no sean muchas las horas diarias de apagón”?

En las empresas de energía, en el Ministerio de Minas y en la Casa de Nariño comentan casi como un hecho que para marzo resultará imposible sostener el sistema eléctrico sin un racionamiento de varias horas diarias, aun si de aquí a diciembre vivimos una temporada intensa de lluvias. Con la economía frenada, la industria en problemas, el desempleo al alza y la inflación a punto de duplicar los índices del año pasado, un racionamiento de energía sería la tapa.

¿Cómo podemos estar tan cerca de revivir el calvario de 1992? ¿Acaso no aprendimos la lección? ¿Quién tiene la culpa del muy probable apagón? Antes del racionamiento del 92-93, la generación de energía dependía en un altísimo porcentaje de las hidroeléctricas y sus embalses. Pero al quedar claro que el país soportaría periódicos fenómenos del Niño –uno, dos o tres años seguidos de pocas lluvias–, el Gobierno de entonces estimuló la instalación de plantas de generación térmica.

Para financiar su costoso montaje y cubrir su operación en los años en que hubiese suficiente lluvia para la generación hidroeléctrica, y las térmicas no vendieran mucho, nació el cargo de confiabilidad, una sobretasa que pagamos en la factura de luz. Si venía el Niño y los embalses se quedaban con poca agua, ahí estaban las térmicas para cubrir el faltante.

La generación térmica suele ser más costosa que la hidroeléctrica. Pero la idea es que el país desarrollara la exploración, explotación y distribución de gas, el combustible más limpio y más barato para alimentar a las térmicas. Y ahí estuvo el error: el Gobierno se demoró años en tomar decisiones críticas y hoy no hay suficiente gas para las térmicas, que, en consecuencia, se han visto obligadas a operar con diésel, que cuesta muchísimo más. A algunas, como Termocandelaria, eso –y un mal cálculo de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg) del precio del kilovatio en tiempos de escasez– las tiene al borde de la quiebra. ¿Y los recursos del cargo de confiabilidad? Los invirtieron en sus instalaciones y en mantener la operación en los años de mucha lluvia y poca venta de su energía.

¿Por qué no hay gas suficiente? La Creg –adscrita al Ministerio de Minas y Energía e integrada por ocho expertos nombrados por el Presidente– tardó más de cuatro años en definir reglas para nuevos gasoductos que trajeran el gas atrapado en varios pozos del país, y por eso los nuevos gasoductos no están listos. Tardó más de dos años en definir el operador de la planta de regasificación, el puerto de importación para traer gas licuado del exterior, de modo que esa planta apenas está en construcción. Y más grave aún, las reglas para las tarifas de distribución de gas, que debían haber quedado listas en el 2009, aún no han sido fijadas: ¡están anunciadas solo para el año entrante!

Esa inexplicable tardanza de la Creg en hacer su labor –que el ministro de Minas, Tomás González, nunca corrigió ni denunció– es la causante del apagón que viene. Si hubiesen tomado a tiempo esas decisiones, las inversiones en gas habrían sido mayores y más rápidas, ese gas surtiría hoy de sobra a las térmicas y no habría riesgo de racionamiento. El fenómeno del Niño, que estaba anunciado, cantado y predicho desde hace rato, no es el culpable: es solo la coyuntura que pone en evidencia la escandalosa ineficiencia de la Creg y del Gobierno.

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