No es de maquillaje, es de cirugía

No ha querido entender en su arrogancia provocadora el presidente Santos que después de las elecciones plebiscitarias, el Acuerdo habanero quedó –como decía alguien– no de salón de maquillajes sino de sala de cirugía para operación a corazón abierto. Le llegó la hora de bajarse unos escalones de su inocultable dogmatismo para reconsiderar con tolerancia las propuestas de sus contrapartes en las negociaciones. No puede poner ultimátums a su capricho, porque es un perdedor electoral y tal condición lo obliga a dialogar –máxime como jefe de Estado– sin altanerías, para propiciar un Acuerdo Nacional como lo exigen las fuerzas vivas y sociales de la nación.

Pero mientras el país rueda en medio de incertidumbres, de paradojas, e interpretaciones enmarcadas en encendidos alegatos, es inaplazable entrar a rectificar el rumbo que ha llevado el Gobierno en el manejo de la economía colombiana.

Los indicadores económicos son preocupantes. Colombia, según el Fondo Monetario Internacional, ha perdido en los dos últimos años nueve puestos en el escalafón mundial del PIB. En Latinoamérica nos superan Brasil, México, Argentina y hasta Venezuela. El PIB per cápita se contrajo en un 30 %. Fedesarrollo advierte que “el país no volverá a tener crecimientos cercanos o por encima del 4,5 % hasta el 2020”. Se calcula que este año no superará el 2,2 %. Además, con un crecimiento económico bajo, con un déficit fiscal agobiante –que supera los 30 billones de pesos–, con una deuda pública externa que casi llega al 50 % del PIB, con la reducción agudizada en la inversión extranjera, con caída en los precios del petróleo, con una corrupción acelerada, con niveles de transparencia deplorables y unas instituciones raquíticas, es bien difícil romper esa cadena de desigualdad, con evidencias de metástasis, que nos ata más a las injusticias.

Voces como la del mismo cuñado de Santos, el analista Mauricio Rodríguez, y el exministro Juan Camilo Restrepo, ahogan los aleluyas oficialistas. Aquel revela la desafiante concentración de la riqueza y el poder en el país, echando mano del llamado coeficiente Gini, medida que nos sumerge en una de las más desafiantes e irritantes inequidades sociales del continente. 8.500 personas son dueñas del 77 % de los CDT y demás instrumentos financieros del ahorro nacional, lo cual arroja un coeficiente Gini de 0,92.

El exministro de Santos, Juan Camilo Restrepo, insiste en que “la situación fiscal del país luce calamitosa”. Con el agravante de que en la inminente reforma tributaria –según avances de Rosario Córdoba, miembro de la comisión de expertos para redactar el proyecto impositivo– afectará con mayores impuestos especialmente a los asalariados. Así se golpeará aún más a la clase media.

En vez de estar pensando Santos solo en ponerles conejo a los ganadores de las pasadas elecciones, y zancadillas a un impostergable acuerdo de paz, justo y consensuado, debe preocuparse por hacer los correctivos en el manejo de la economía nacional. Rediseñarlo con seriedad para desterrar toda manipulación derrochona y promesera del gasto público, que en buena parte ha contribuido a que Colombia sea hoy una de las naciones más desiguales del continente.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar