No falta, sino…

…Que se llegue a un acuerdo sobre cómo va a ser la dejación de las armas.

El término “dejación” no lo asimilan los militares. Casi nadie sabe de qué se trata: ponerlas a un lado, como quien duerme con una pistola en la mesa de noche; tenerlas de adorno, toda vez que se les tiene afecto especial, en fin, han dicho (los negociadores de La Habana) que de ninguna manera van a entregarlas en rendición ni a fundirlas para un monumento ni creo que vayan a estropearlas, machacándolas.

…Que se determinen con exactitud las regiones donde los comprometidos con delitos de lesa humanidad tendrán restricción de movilidad. O falta que se aclare si se trata de los mismos terruños donde se exige que no opere ni se asome la Fuerza Pública, los que han sido bautizados como terrepaz, territorios independientes que, a juicio de algunos, no revertirán nunca a la jurisdicción del Estado y serán base de asentamiento rebelde.

Falta, claro, que se especifique cuántos y quiénes de los antiguos guerrilleros van a ir a las corporaciones legislativas, por dádiva de paz. Ahora bien, si son responsables de lesa humanidad, faltaría saber cómo alternarían la zona de restricción con su presencia en el respectivo recinto.

No falta sino establecer cómo se conformarán los tribunales de Justicia Especial, quiénes van a integrarlos y quiénes pueden proponerlos y si son justamente los mismos que se someterán a sus fallos; cuántos de ellos serán extranjeros y de qué corriente ideológica o sesgo político internacional habrán de ser.

…Que se apruebe, a una con ellos —“porque no somos invisibles”—, todo lo relativo a los procesos legislativos, como la refrendación por el pueblo de los acuerdos de paz, prometida a la Nación por el presidente de la República. La guerrilla no acepta el plebiscito de los senadores Barreras y Benedetti, si plebiscito puede llamarse y, en cambio, insiste, como “algo insoslayable”, en que se convoque a una Asamblea Nacional Constituyente, dejando de lado el tal “Congresito” o Comisión Especial Legislativa y en vilo las facultades habilitantes del presidente. Aquí podría advertirse una contradicción en la negociadora guerrillera, pues en una Constituyente volverían a debatirse todos los puntos acordados, sin que todos, a la verdad, estén acordados (faltan nada menos que 42 salvedades pendientes). Pero muchas horas de La Habana sí que se habrán perdido.

Falta, en fin, uno que otro pespunte para que la obra de sastrería esté totalmente concluida, vaya; de ahí que la guerrilla estime insuficiente el plazo perentorio del 23 de marzo (algo parecido a los Idus de Marzo de Julio César y, religiosamente, miércoles santo) y se avienten hasta los comienzos de mayo. Lo que falta, pues, no es poco; podría decirse que es la sustancia misma del proceso. Nada falta, sino… eso.

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