¡No Hay Derecho!

No nos cumplieron con lo de las zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN) alegan los narcoterroristas de las Farc; culpables los del No porque retrasaron el proceso de implementación de estas, replican voceros del Gobierno; que “no pueden seguir tomando el pelo con el tema de los menores”, chilla airado el exjefe negociador del proceso de pazHumberto de la Calle, ahora que se ha visto forzado a reclamar por presiones emanadas en el interior del Congreso; que las “Farc están en deuda con el país… que no cumplieron con entrega de menores”, subraya el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo; que “esto no se trata de que se esté mamando gallo, hay una comisión que por parte del Gobierno encabeza el señor Jaramillo y por las Farc Pastor Alape, y están trabajando para llegar a un acuerdo para dar solución a ese problema”, responde alias Pablo Catatumbo.

Bochornoso espectáculo de dimes y diretes, sin embargo, nada diferente a lo que podía esperarse del tantas veces y tan ostentosamente firmado: “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”. Acuerdo que no es más que un negocio que ha movido miles de millones de pesos provenientes de nuestras arcas, de las de Venezuela, del narcotráfico, de los partidos comunistas internacionales, etc., y que el señor Santos aceptó gustoso para poder hacerse al premio Nobel de Paz que le aseguraría un lugar de privilegio en los anales de la historia, a cambio de allanarle el camino al Socialismo del Siglo XXI (nombre del comunismo en Latinoamérica).

Un negocio al que bautizaron Paz y que nos impusieron a la brava. Ese esperpento que nació del engaño a una nación y se cimienta en un mar de laberintos y de contorsiones legales, que fue tramado en secreto y no contó con el aval en las urnas. Un vulgar abuso de poder auxiliado por unos medios de comunicación comprados para que se encargaran de repetir, día y noche, que a Colombia por fin le había llegado la hora de la paz.

Solamente un caradura como el señor Santos, podía haberse prestado para recibir un premio convenido y para decirle al mundo que “el sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia”, mientras la suerte de miles y miles de niños que fueron brutalmente enrolados y abusados para hacer parte de las filas guerrilleras, era aún incierta.

Niños que no han regresado y que quizá jamás regresarán, o que si lo hacen, será en el más absoluto silencio, porque a los criminales de las Farc no les interesa dejar evidencia de que cometieron sistemáticamente ese delito, considerado tan atroz, que no permite amnistía alguna.

Si aquí hubiera habido un verdadero proceso de paz, un acuerdo honesto, entre partes dispuestas a cambiar conductas por el bien de todos, se hubiera tenido como punto de partida, la entrega de todos los niños y de todos los secuestrados.

Pero no, este fue un despreciable intercambio de beneficios personales y políticos, una componenda que despedazó un país de 48 millones de habitantes, para acomodarlo a las exigencias de impunidad y poder de tres o cuatro mil bandidos, que por lo visto, es todo lo que van a lograr reunir.

¡No hay derecho!.

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