Nuestros Darth Vader

Es una constante entre los espíritus enfermos con poder, el odio incontrolable a toda expresión cultural, a los libros, a la reflexión, la disidencia y, ahora, al internet y redes sociales.

Que se tenga referencia, la Biblioteca de Alejandría, creada aproximadamente entre los siglos III y IV antes de Cristo, por la dinastía de los Ptolomeo, la misma de la cual descendía Cleopatra la que hizo perder la cabeza a dos emperadores romanos y vaya a saber si a más de un legionario de alcurnia, fue la primera catástrofe reseñada contra la cultura y el peligro que ella representa  para las fuerzas oscuras de la humanidad, los Darth Vader de todos los tiempos graficados por George Lucas.

Lo cierto es que queda en la incertidumbre si fueron las legiones y naves de Julio César, enfrentados a los egipcio descendientes del macedonio Alejandro Magno, quienes provocaron el incendio por allá en el siglo I a.C., o si fueron los musulmanes al mando de Omar Ibn al-Jattab, el segundo sucesor de Mahoma, en el siglo VII, quien ordenó acabar con los restos de la ciudad y lo que quedaba de su famosa biblioteca.

“Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, son inútiles y no tiene caso conservarlos”, fue su respuesta.

Otro caso emblemático sucedió en la refinada, creativa y culta Florencia de Lorenzo de Médici, de donde partió toda la estructuración del pensamiento occidental de la cual aún nos beneficiamos; hasta cierto punto, por aquello de los Darth Vader de nuestra época que conspiran con tenacidad inaudita contra ella. Y partió de un monje dominico Girolamo Savonarola, oriundo de la no menos refinada villa de Ferrara,  quien luego de muchos altibajos  con los Médici y Papas llegó a gobernar Florencia con la devoción y rigidez de cualquier fanático moralista o cultor de la superioridad del estado, raza o religión. Así que se dedicó a quemar libros, capas de seda, joyas, ateos, libertinos y hasta mismísimos curas con el fin de salvar sus almas. Para dicha del lector, lograron escapar, cruzando el Ponte Vecchio, los textos de Bocaccio y Petrarca, y no logró capturar a Miguel Angel tan inclinado a los desnudos, encargados por Lorenzo.

Saltémonos de forma arbitraria la historia de la infamia, la de los eternos y persistentes Darth Vader; eso sin pasar por alto la famosa quema de los manuscritos y códices mayas en 1562 por el presbítero Diego de Landa, en la actual península de Yucatán. Y recordemos que tal día como hoy, un 10 de mayo de 1933 en la Bebelplatz de la ciudad de Berlín, la Unión Estudiantil Nacionalsocialista acompañados por catedráticos de la Universidad Humboldt y jerarcas del Partido procedieron  quemar mas de 20.000 libros de filosofía, ciencia, sicología, poesía, historia, arte, política y religión, contrarios al espíritu alemán catalizado en el nacionalsocialismo. Fue el inicio de la vehemencia destructiva que se extendió a 21 universidades y culminó en los campos de exterminio masivos de judíos, homosexuales, gitanos e intelectuales.

Por esos mismos años, en 1936, se produce en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el famoso desencuentro entre el coronel franquista José Millán-Astray y Terreros que había perdido un brazo en la guerra de Marruecos, y el Rector de esa casa de estudios fundada en 1255, don Miguel de Unamuno.

El caso es que ante el furor del momento entre sublevados y republicanos,  Millán-Astray interrumpe el acto al grito de “Viva la muerte”, “Muera la inteligencia”; a lo que entre otros razonamientos, le responde el Rector: “Un mutilado que carezca de la espiritualidad del Manco de Lepanto, Miguel de Cervantes Saavedra, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”, se levantó de su asiento y abandonó el lugar.

No podemos pasar por alto la Revolución Cultural de Mao Tse Tung de 1966, con la Banda de los Cuatro; tampoco el Kemer Rouge de Pol Pot en los 70 y el exterminio de más de dos millones de camboyanos; persiguió  intelectuales, cerró escuelas, abolió la moneda, el mercado y prohibió la circulación de libros.

De modo que es una constante entre los espíritus enfermos con poder, el odio incontrolable a toda expresión cultural, a los libros, a la reflexión, la disidencia y, ahora, al internet y redes sociales.

En Venezuela por ejemplo, solo desde el mes de febrero se han  producido 36 ataques y destrucción a diferentes instituciones educativas; incluyendo el reciente incendio de la Universidad Fermín Toro de la ciudad de Barquisimeto; seguido por el cerco, asedio y agresión a los estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, todos realizados por colectivos armados, paramilitares del gobierno, mejor conocidos como los motorizados de la muerte.

Y está aún fresca la imagen de Nicolás Maduro acusando a la doctora Cecilia García Arocha, rectora de la Universidad Central de Venezuela, de hacer política, a lo que ella respondió que si el presidente se hubiera sentado en una silla de esa universidad, entendería mejor a los estudiantes.

Venezuela está llena de Darth Vaders, enemigos de la civilización, la armonía, la ética, la estética, lo bello; de la cultura. Por eso el régimen se ha recreado en la destrucción general del país; de centros docentes, del libre pensamiento, de los medios de comunicación, y soltó sus demonios motorizados y los vestidos de verde oliva. En el fondo, como Millán-Astray, el problema es que están mutilados del espíritu, y aspiran contaminar con sus legiones al resto del continente.

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