Oslo salvó el Sí

La paz no se consiguió, pero el Nobel sí.

El país está delirante y la comunidad internacional lo mismo: el gobierno ampliado de Juan Manuel Santos se dio a la tarea de hacer la paz con la más antigua guerrilla y, obtenidos unos  acuerdos extensísimos, con amplio contenido de rendición del Estado, sólo faltaba su refrendación por el pueblo.

Pero se dio a entender prematuramente que el mandatario había conseguido su meta y en consecuencia se justificaba anticipar la celebración de ese logro ante invitados internacionales. Fiesta y celebración internacional a la firma de los primeros convenios sobre justicia transicional; fiesta y celebración al cese bilateral del fuego y hostilidades; fiesta y celebración a la firma de la paz por los dos grandes jefes, el del Estado y el de la guerrilla, todos días históricos.

Conmovida y alborotada la comunidad internacional ocurrió lo inesperado: el rechazo electoral interno de Colombia a lo firmado por considerarlo, junto a otras razones, una sustitución de la Carta Política del país, tradicionalmente respetada, como la que más.

Esto pareció y fue un contrasentido, acabándose de celebrar la firma ante los líderes mundiales reunidos en Cartagena, por cierto en fecha estratégicamente calendada para quedar cerca de la del premio Nobel. Se llegó a pensar mal del alma nacional, que rechazaba la paz.

Posiblemente para contrarrestar este desvío, Oslo (garante en La Habana) no dudó en otorgar el premio del arrepentido inventor al sacrificado presidente Santos, cabeza de las negociaciones rechazadas y anfitrión de todas las celebraciones.

Ya lo dijo The Economist, el triunfo de Santos fue más de la órbita internacional que de la interna y propia de la República, donde el sentimiento de los nacionales por su presidente no es tan favorable y no va a cambiar por causa del reputado galardón.

La enhorabuena sea entonces para la comunidad de países e instituciones que hoy celebran esta distinción otorgada al esforzado hombre de la paz. También a éste, mil y mil aplausos. Colombia entretanto sigue llorando sus víctimas y temiendo que se quiera hacer valer lo que quedó carente de piso jurídico.

Porque contra la voluntad expresa de la Nación, hay quienes pretenden reverdecer con este premio los acuerdos rechazados plebiscitariamente como un todo, por ser cuerpos extraños al organismo de la República. No se votó para retocarlos.

***

Las “triquiñuelas” o tácticas sucias para direccionar electores son, desgraciadamente, muy comunes. Deberían sancionarse, si son capaces de deslegitimar una elección, como cuando se engaña al electorado diciéndole que vota por la paz y en realidad lo está haciendo para refrendar acuerdos poco comprensibles, pero que significan un cambio en la orientación del Estado.

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