Pagar por paz a extorsionistas, llama más extorsionistas

“Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”. Benjamín Franklin.

En 991, el entonces rey de Inglaterra, Etelredo II, apodado “El Indeciso” porque su falta de carácter era más grande que su descendencia, 15 hijos, decidió comprar “paz” para su pueblo ante la ofensiva de los vikingos que habían empezado a atacar la isla desde el 850.

Etelredo, decidió ceder ante los bandidos y pagarle a Olaf I el “danegel”, que en colombiano significa “vacuna” y en el actual gobierno se llama “justicia transicional”, que consistió en 10.000 libras de plata, suma recomendada por el Arzobispo Siric, que fácilmente hubiese sido hoy el presidente del Episcopado. Pero en 994 el sucesor de Olaf, Svend, al ver que el cobarde Etelredo era chantajeable, aunque ahora a eso se le llama “pacifismo”, decidió atacar con más fuerza y arrasó Londres, tras lo cual recibió 16.000 libras para “firmar la paz”.

En el 1002, luego de pagar un tercer “danegel”, por dárselas de fuerte a destiempo y vengarse de los asaltantes escandinavos, el indeciso Etelredo recibió una embestida peor de Svend entre el 1003 y 1012, lo que implicó que la cuota económica por la “paz” creciera nuevamente.

Sin embargo no hay que hacer un viaje en el tiempo y en el espacio para sentirnos en la Inglaterra del siglo X, porque el gobierno de turno ha dado muestras desde que se posesionó que para obtener algo de él lo mejor es usar la fuerza, ya sean atentados o cerrar vías, para que el gobierno se arrodille y comience la danza de las curules desde el Congreso enmermelado, el patrocinio a la impunidad desde la Fiscalía y las cortes, y el ministerio de Hacienda anuncie la feria de los billones, así no tengan soporte en el presupuesto.

Pero el problema más grave es que cuando una sociedad decide humillarse ante los delincuentes en aras de una falsa paz, los amigos de la extorsión sienten, como los tiburones que sienten a kilómetros en el agua el olor a sangre, que una presa fácil ha aparecido en el escenario.

Hace unos días, los más representativos caciques políticos de la costa Atlántica, que han garantizado el triunfo del partido de la U en las últimas elecciones y que se cuentan entre los activos del vicepresidente, conociendo la falta de carácter del gobierno, al mejor estilo vikingo o habanero, alzaron su amenaza al nuevo Etelredo de no votarle el plebiscito tramposo que se está cocinando en el Congreso, si no le bajan a la costa las tarifas del gas. ¡Qué tal los nuevos vikingos del Caribe Colombiano!

Pero es que uno recoge lo que siembra, y si por temor a la confrontación la sociedad se arrodilla, los abusadores querrán ensillarla como burro de carga.

Sabido lo tienen los cabecillas del grupo narcoterrorista que se alistan para cogobernar el país y administran la violencia desde la isla cárcel, cuando desde hace más de tres años secuestraron al país por intermedio de un vanidoso y de su hermano, el comunista de caviar.

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