Panorama partidista

Luego de 160 años de fundación, los partidos políticos tradicionales en Colombiasiguen incapaces de lograrla madurez institucional suficiente para enfrentar con altura los retos sociales y económicos del país, el más importante quizá, cerrar la inmensa brecha de desigualdad social; lo peor es que todavía no parecen estar interesados en hacerlo.

Para analistas y ciudadanos la rendija que existe entre lo que deberían ser ideológica y funcionalmente los partidos en contraste con lo que verdaderamente son,es una cuestión no tanto desconcertantecomo desalentadora.

Liberales y conservadores renuncian fácilmente a sus principios ante los intereses burocráticos que les puedasaciar el gobierno de turno. Sin criterio moral,han incorporadoa sus sistemas de partido prácticas perversas como el clientelismo, el nepotismo, la corrupción e incluso soterradamente han permitidoalianzas de algunos afiliados con organizaciones ilegales con tal de adherir votos a sus arcas.Además, han prevalecido las castas sobre los ideales.

Hoy por hoy nada nuevo bajo el sol. Cesar Gaviria, anacrónico dirigente liberal, se apropiódesde el primer instante de la victoria reeleccionista de Santos y mas tardó el gallo en cantar que él en querer apropiarse del computador de palacio para nombrar tras bastidor a ministros, funcionarios y hasta contralor, perolo que pretendesobre todo es acomodar en el mejor partidor al imberbe Simón de cara a una futura elección presidencial.

Ante la insatisfacción de su voraz apetito,lo que le permitió comprobar una vez más el talante traidor de Santos, Gaviria ha preferidoguardar distancia, pero eso sí, tampoco mucho para evitar perder influencia burocrática en el gobierno y el poder nominador en las próximas elecciones regionales. Samper y Serpa, ahora reencauchados y con entrada preferente a la Casa de Nariño, no se han quedado atrás.

Por su parte, los conservadores, castigados conreducción de los puestos burocráticos para el segundo periodo de Santos, se mantienen en el empeño de cumplir la tarea trazada por palacio de neutralizar dentro de sus filas a los congresistas afines a Uribe. Excluidos desde siempre de la Unidad Nacional, los conservadores no guardan reparo en alinearse desde afuera con tal de recoger las sobras que les tiren. Mantienen el desinterés de ejercer valerosa oposición coherente a los principios políticos que por estatutos dicen profesar.

El Partido de la U y Cambio Radical, amorfas estructuras políticas hechas a la medida, aún se mantienen fieles al principio de voltearsede acuerdo a la conveniencia que determinen las circunstancias, pues en cuanto franquicias liberales,vieron en su momento la necesidad de escindirse de la casa matriz para reacomodarse mejor de cara alcastigo electoral que se avizoraba venir para todo lo que oliera a liberal luegodel desastroso gobierno de Ernesto Samper, como ciertamentepasó, ya que pasadas dos décadas el Partido Liberal no ha logrado elegir presidente en cuerpo propio.

Santos, valiéndose de artimañas y traiciones, por ahora lesalenlos cálculos políticos. Promueve la convulsión y la incertidumbre ante el obstinado capricho de sacar adelante la venenosa promesa de la paz, frente a la cual Vargas Lleras sigue guardando sospechosa distancia. Ambos, dejan a su pasogran cantidad de enemigos que se mantienen ocultos chupando de la miel que les ofrecen.Nadie más allá de su sanedrín político ve en ellos adalides de la moral y las buenas costumbres políticas.

Desde que perdure la guerrilla, los sectores de izquierda en Colombia deberán seguir en el empeño de convencer al país de que representan una posición de izquierda vegetariana más no carnívora, respetuosa de la democracia liberal y el Estado de derecho. Mientras no logren solver las diferencias en su interior, seguirán ocupando un lugar marginal de oposición sin posibilidades de llegar al poder. Mucho dependerá también de las ventajas que otorgue Santos en la Habana.

Por todo lo anterior, el análisis histórico debe conducir al Centro Democrático a revertir las tendencias partidistas a su favor. Como bien lo indica Jaime Jaramillo Panesso, “el énfasis que debe hacer el CD en esta etapa de arranque es la construcción de partido, antes que estar dedicados a las precandidaturas de alcaldes y gobernadores, que son prematuras ante la exigencia de dar consistencia a la armadura, al esqueleto partidario. El mejor aporte de los precandidatos es el de formarse y formar estructuras de partido y no personalistas, que son deleznables. Lo que tiene continuación es el partido como aparato orgánico, puesto que las personas son pasajeras por naturaleza”.

Verbigracia, enfrentar las próximas elecciones regionales con la primacía de intereses personalistas sobrelos intereses de grupo implica un serio riesgo para la pervivencia del Centro Democrático, y más si se tiene en cuenta que para entonces la estructura del partido aún se encontrará en su fase germinal, que constituye en sí la de mayor fragilidad.

Los partidos políticos parecen seguir empeñados endeslegitimar la democracia y minar la confianza de los ciudadanos, como así es, el capital político será entonces para el partido que logre ganarse la confianza de los colombianos.

Twitter: @alvaroprezmolin

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