¿Para cuándo la paz?

Ya dijo “Timochenko” que este año no se firma nada, que el desarrollo de los temas va en un 25% y que han quedado muchas cosas sin discutirse, sobre las que deben regresar antes de finalizar la negociación. De hecho, “Juampa” (así es como debe escribirse según un experto de la Fundación del Español Urgente – Fundéu) dijo en su discurso de posesión que la “paz total” llegará en el 2025. Así que acomódense en sus poltronas que este entremés apenas se está iniciando.

Nada de esto debería sorprender. El mismo jefe de las Farc, en una nueva muestra de la falta de seriedad de este proceso, arguyó que lo queda de este año solo alcanza para el trabajo que se había previsto de una “comisión de la verdad”: “La Comisión Histórica se encargará de elaborar la reconstrucción del conflicto en un plazo que está establecido en cuatro meses a partir del 21 de agosto (…) Así que si sólo tenemos en cuenta eso, es fácil concluir que los plazos para este año no dan”.

Con el cinismo que las caracteriza, las Farc también manifestaron que el “75% de las violaciones a los derechos humanos y al DIH que han causado víctimas en Colombia son atribuibles a agentes paramilitares y agentes del Estado. Aproximadamente un 45% de las violaciones es atribuible a grupos paramilitares y un 30% es atribuible a agentes del Estado, fundamentalmente fuerzas militares y de policía. Respecto al restante 25%, aproximadamente un 17% es imputable a las organizaciones guerrilleras, y el 8% restante se imputa a agentes no identificados, narcotraficantes y organizaciones de delincuentes comunes”. Como quien dice, las Farc serían responsables solo de un 10 o 12%, no más.

Y ese discurso ha servido para manipular el tema de las víctimas a un grado tal que los foros fueron coordinados por la Universidad Nacional y las Naciones Unidas, instituciones que se caracterizan por su marcado sesgo de izquierda y una visión romántica de la subversión, y en los que tuvieron fuerte injerencia personas cercanas a las Farc como Iván Cepeda y Piedad Córdoba. Dadas estas circunstancias, el resultado no podía ser otro que una situación falaz donde primaron víctimas distintas a las de las Farc, a pesar de que el proceso de "paz" que actualmente se cocina en La Habana es con este grupo y no con otros.

Tamaña manipulación ha derivado en la escogencia de un primer grupo de víctimas que viajaron a Cuba, en el que las víctimas de las Farc fueron minoría. De los 12 integrantes de la comitiva, cinco son víctimas de las Farc, cuatro del Estado, dos de grupos paramilitares y una de varios actores armados sin definir, con lo que se la da validez al embuste de que las Farc no son los mayores violadores de derechos humanos en Colombia, lo que sirve también para poner a esa organización terrorista en pie de igualdad con el Estado.

Cada grupo de víctimas estará dos días en La Habana, y cada víctima tendrá, si acaso, unos pocos minutos para decir cualquier cosa. Obviamente, las víctimas de los otros "actores" hablarán a favor de las Farc y generarán titulares de prensa benévolos, cumpliendo la función para la que fueron escogidos. Todo muy bien planeado para que la instrumentalización de las víctimas deje bien paradas a las Farc en esta carrera de largo aliento en la que aún no se ve la luz al final del túnel y en la que está claro que Juampa, pase lo que pase, no se va a parar de la mesa nunca.

Una farsa en la que la sociedad colombiana se ha quedado sola viendo pasar el cortejo fúnebre de muertos intrascendentes que les sirven a las Farc para aumentar su apuesta. Dice monseñor Castro que “escaladas de violencia ha habido muchísimas a lo largo de todos estos años de guerra en Colombia, pero proceso de paz como el que tenemos es único, es singular (…) hay que seguirlo”. ¿Cómo que único? ¿Y los diálogos fallidos con Belisario, Gaviria y Pastrana? Qué vergüenza ver estos curas alzándose la sotana ante los terroristas.

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