PATRIOTISMO

“Como amo la libertad tengo sentimientos nobles y liberales; y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos.”

“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia.” Simón Bolívar

Decía León Trotsky, engañado o equivocado: “El patriotismo es la principal parte de la ideología mediante la cual la burguesía envenena la conciencia de clase de los oprimidos y paraliza su voluntad revolucionaria, porque patriotismo significa sujeción del proletariado a la nación, tras la cual está la burguesía.” Pero Stalin, que no era burgués, lo asesinó. Por eso cuando algunos de la izquierda desprecian el concepto de patriotismo asociándolo como loros con el fascismo o nacionalsocialismo, ciertamente desconocen el origen noble del sentimiento y su razón vital, antes de que existiera el concepto de burguesía. Pretendo, con este escrito, hacerles recordar esa noble experiencia.

En la antigua Roma se expresaba el sentimiento patrio con “Dulce et decorum est pro patria mori” que proviene de un poema lírico de Horacio y que se traduce como: "Dulce y honorable es morir por la patria."

El patriotismo es lo que convence a nuestros soldados, policías y muchos civiles ejemplares, como los de Venezuela a ponerle el pecho a una tanqueta. Es el que nos hace trabajar, como civiles, sin descanso, en la distancia, al lado de los soldados que montan guardia en la noche más oscura y arriesgada, en el rincón más alejado de la patria. Los venezolanos que desde hace más de 100 días están arriesgando su vida frente al tirano no son oposición, son patriotas. El patriotismo norteamericano e inglés fue el que liberó a Europa comenzando por Dunkerque. Y por eso no nos perdemos un desfile del 20 de julio, porque amamos a Colombia.
Sin embargo, movidos por cierto espíritu de ‘patriotismo’ alguien se va de misionero entre las guerrillas porque es un pacifista de izquierda y eso vende la causa; otro negocia en nombre de la nación; muchos beben whisky en los clubes y fungen de patriotas; se dicen demócratas y, siendo ricos en el extranjero, a nombre de la redención social o la paz, ponen en peligro la estabilidad y futuro de la inmensa mayoría, sembrando cizaña política en nombre de la patria; los más estudiados ministros dan discursos de economía y derecho; los mejores sagaces intrigan. Cada uno ama la patria, la idealiza, la defiende, pero… ¿Tienen suficiente fe en ella que darían su vida como lo hacían los viejos cristianos que no tenían las armas de los romanos y triunfaron?

Ser patriota es un camino de sacrificios; quizá de derrotas; pero es un camino noble. Si se es un guerrero de la patria, dispuesto a morir con honor, entonces la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la justicia y la compasión no pueden estar ausentes de esa ética heroica. Esa es la diferencia con un terrorista que se cree patriota.

Porque ser patriota es darlo todo por la patria, y por el gobierno, cuando lo merece. Porque nuestra independencia no la obtuvimos con el miedo ni el engaño, sino con valor e imaginación. Un patriota se cuestiona para saber responder: Si la paz es tan deseada y hermosa ¿ha de ser comprada al precio del engaño tolerado, las falsas promesas, las vergüenzas políticas de una democracia vendida? Entonces ese hombre o mujer, niño a anciano debe saber decir NO.

Y si bien es cierto que nuestra independencia comenzó con una pelea que la historia cuestiona, en el siglo XXI nadie cree en el florero de Llorente porque el sentido de patriotismo se ha perdido. Entonces, hay que empezar de nuevo con paso decidido a recorrer el camino de la libertad de los engaños políticos. Es un camino mental de argumentos, investigación, proclama, explicación; un trabajo que vuelva a enamorarnos de la patria, de sus mares y ríos, de su gran futuro, la bandera, la hermosura de Colombia y sus costumbres; su gente noble y sencilla; es un recorrido con el abrazo de los humildes; con las víctimas olvidadas; con el compatriota equivocado de buena fe.

El patriotismo, simplemente definido, es la devoción por Colombia. Y esa devoción debe expresarse con pasión y abiertamente sin vergüenzas políticas. Quien es leal al más alto propósito de la patria sabe estar por encima de los partidos para engendrar así la esperanza en su porvenir como una emoción natural y común. Pero tal sentimiento patriótico llevado a menudo en silencio en ese gran corazón de los colombianos, que no ha tenido una expresión muy visible, sale a los ojos, la piel, el esfuerzo, las lágrimas, en los tiempos de tragedia o amenaza nacional. Cuando los bomberos se metían en el barro y los escombros de Mocoa, eso era patriotismo. Lo mismo en Armero y en el rescate del Palacio de Justicia.

Pero no nos engañemos, si bien el anti patriotismo, reflejado en la toma del estado mediante las armas o el engaño, es el enfoque de una triste minoría, ese sentimiento que lleva a una acción egoísta está muy lejos de significar un propósito universal de mejor clase social y justicia. Por eso el patriotismo plantea algunas cuestiones fundamentales en relación con su valor intrínseco en la identidad de ser colombiano. Ser colombiano es ser patriota. Por ello ¿no deben ser compartidos los deberes nacionales por todos los sectores de la población, en vez de lloriquear solamente por los derechos? ¿Debe ser el patriotismo el dominio exclusivo de ciertos grupos particulares, como los policías y militares, o elementos conservadores y fundamentalistas? Para ir más lejos, ¿deberían identificarse como patriotas solamente los que afirman lealtad a Dios? Creo que en la conciencia honesta de los colombianos de bien ser patriota va más allá de la conciencia de clase, de la identidad religiosa o partidista, de la profesión militar, del ser bandido o buena persona, pues en las guerras reales bandidos y honestos luchan hombro con hombro por la patria. ¿No creen entonces, queridos amigos y lectores, que en vez de añorar la paz, más bien debemos descubrir lo que es ser patriotas que es esa emoción común que une a pacifistas y guerreros?

Por eso, porque hemos venido a este mundo con el gran y difícil propósito, de ser patriotas, y ya hemos dejado la mente y los sueños de la cómoda infancia, debemos asumir la edad de vivir deliberadamente afrontando los hechos esenciales de nuestra patria para poder legar lo que hemos aprendido y demostrado; para rescatarla de la podredumbre moral y anti patriótica, para que cuando llegue el momento de nuestra partida nos llevemos la alegría solitaria de haber vivido y muerto con el honor de un patriota. Porque nuestro verdadero triunfo no es el de ser campeones mundiales de fútbol. Hay que descubrir esa emoción llamada patriotismo. ¡Viva nuestra patria, Colombia bella y sublime! Porque… “Dulce et decorum est pro patria mori.”

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