PEDAGOGÍA BÁSICA DE LA LEGITIMIDAD

El enemigo de la paz no es Álvaro Uribe Vélez como algunos lo ven. Nadie, ni él, ni sus seguidores están en contra de ella. El verdadero enemigo de la paz es equivocarnos en el análisis del conflicto y de los factores que giran alrededor de él.

Juan Manuel López Caballero

Miembro del Polo Democrático

El déspota cede a quien se le enfrenta, no a quien se le humilla, con su única manera de ceder que es desaparecer. A los que le desafían respeta, nunca a sus cómplices.

Baltasar Gracián.

Como el primero entre sus iguales, un presidente elegido democráticamente, debe comportarse como un demócrata. Frente al absolutismo real o la dictadura, la solución es el voto. Pero en una comunidad global democrática, lo único que se contrapone a una dictadura mundial es el cumplimiento de los acuerdos internacionales y la conducta democrática de los gobiernos. Por falta de una educación política básica la tragedia venezolana viene planteándoles a los mandatarios del hemisferio el falso dilema de si se debe respaldar a un gobierno legítimamente elegido, a pesar de sus actuaciones dictatoriales. La respuesta es no, en contravía de lo que opinan Michelle Bachelet, nuestra canciller María Ángela Holguín y otros mandatarios. Porque existen dos fundamentos indispensables para la legitimidad de la democracia, EL VOTO Y EL EJERCICIO DEL PODER LEGÍTIMO que se refiere al cumplimiento de la constitución, los derechos humanos, el DIH y los acuerdos internacionales que son requisitos para mandar, ser miembro respetado de la comunidad internacional y de un país. Ese escenario lo previó sabiamente el Artículo 350 de la Constitución venezolana, llamando a la desobediencia civil cuando no se cumple el requisito del ejercicio democrático, luego los protestantes venezolanos están ejerciendo un legítimo derecho constitucional. A la OMISIÓN de estos requisitos fundamentales se le ha denominado en nuestro país, por parte de los negociadores del gobierno y la guerrilla, la OEA, etc. de una manera superficial y malintencionada: DIFICULTAD. También existiría el concepto de legitimidad racional referido a que los subordinados aceptan el poder de acuerdo con motivaciones objetivas e impersonales, en el caso de Colombia, la posibilidad de la paz. Sin embargo, por esa vía se pretende sustituir con la legitimidad racional, el deber de la legitimidad del ejercicio y el cumplimiento de las obligaciones constitucionales y los acuerdos internacionales; es decir, un ‘todo se vale’ de caché.

Por otra parte, Camilo González Posso, Director del Centro de Memoria Paz y Reconciliación, consideró en su ensayo “Habana: Laberinto con salida,” en la sección. Las mayores dificultades en la fase 2 de negociación, que los mayores obstáculos serían “la superación del escepticismo de la gente y la neutralización (me da miedo esta palabra porque suena a eufemismo de otra cosa) de la oposición del sector de la ultraderecha.” Frente a esta afirmación, el Artículo 112 de la Constitución dice: “Los partidos y movimientos políticos que no participan en el gobierno podrán ejercer libremente la función crítica…”

En el “Acuerdo General para la terminación del conflicto” el redactor escribió: “Atendiendo al clamor de la población por la paz (reconocimiento de la legitimidad racional), y reconociendo que: La construcción de la paz es asunto de la sociedad en su conjunto que requiere de la participación de todos, sin distinción… (Supongo que incluye a lo que convenientemente llaman ultraderecha y los que no están en el gobierno). incluidas otras organizaciones guerrilleras a las que invitamos a unirse a este propósito.” En otra parte el documento invita a la comunidad internacional a ‘acompañar’ el proceso, pero no define ‘acompañar’; pareciera que significa ‘estar de acuerdo con, sin chistar.’ Además, si la cita de JMLC, arriba mencionada, señala que el verdadero enemigo de la paz es equivocarnos en el análisis de los factores, analicemos.

El Presidente tiene, según la Constitución, la legitimidad del mandato, pero no la legitimidad de la ejecución porque no cumple el artículo 112 al demonizar a los críticos legítimos como “enemigos de la paz” violando de paso el derecho al buen nombre, mediante otros apelativos. La cortina de humo llama a esa violación constitucional, pelea; pero no es así, pues no cumple el Presidente con el deber constitucional (Art. 95) de propender al mantenimiento de la paz al hacer esos señalamientos, abusando de su poder presidencial. Tampoco contribuyó al no consultar a actores incuestionables del proceso, los expresidentes Betancourt, Samper, Gaviria, Uribe, (legitimidad racional) abriendo así la opción de la informalidad para que nos enteráramos del ‘secreto’ y luego demonizar.

En el punto 3, Fin del conflicto, leemos: “Dejación de las armas. Reincorporación de las FARC-EP a la vida civil en lo económico, lo social y lo político-de acuerdo con sus intereses.” (Frase peligrosa por sus muchas interpretaciones.) Y lo más ilegítimo de este acuerdo, desde la racionalidad y la ley, es que el gobierno se obliga, en el punto 4, de esta etapa, a “acabar con las organizaciones criminales y sus redes de apoyo (pero las Farc no admiten que son una red criminal) la lucha contra la corrupción y la impunidad en especial contra cualquier organización responsable de homicidios y masacres (pero las Farc exceptúan lo propio).

En entrevista reciente con María Isabel Rueda JMS dice que viene buscando la paz desde hace años; pero no dice cómo. En su propuesta consignada en editorial de El Tiempo “Coger al toro por los cachos” el 4 de septiembre de 1998, se plantea la hoja de ruta: legislativo en el bolsillo (por eso Uribe es una piedra en el zapato); Frente Nacional con la guerrilla en un nuevo régimen político; repartición del poder “para que se silencien los fusiles.” En 1998 tenía la desfachatez democrática de hablar sin ambages. Para el 2012 ya había aprendido el lenguaje velado de la política y dice en el N° 5 del ‘Fin del conflicto’: “El Gobierno Nacional revisará y hará las reformas y los ajustes institucionales necesarios para hacer frente a los retos para la construcción de la paz.”

En el escenario anterior un deseo por la paz sería iluso; en cambio una hipótesis perfectible se desarrollaría si las partes acordaran un manejo de excelencia política de donde desaparecieran todos los factores que vuelven al proceso ilegítimo, porque no cumple con la legitimidad racional, ni de conducta de las Farc, o el ejercicio del poder gubernamental, que sería la exigencia mínima de una ética de negociación democrática.

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