Perder cuando se gana

Hacer la paz con esta clase política tan poco interesada en el bienestar del país, que va a ganar el próximo 25 de octubre, será un desafío de enormes proporciones.

Gane quien gane en estas elecciones del 25 de octubre, pierde el país. Esa es la triste verdad que se esconde detrás de estos comicios en los que el gran triunfador no será ni la paz ni la reconciliación, sino la política rastrera que apela a las actuaciones más innobles y a los procedimientos más despreciables para conseguir el poder.

Si gana Cambio Radical, como muchos vaticinan, ganaría  en La Guajira la mafia de Kiko Gómez. Su candidata Oneida Pinto, a quien el periodista Gonzalo Guillén señala de ser la responsable del asesinato de su contrincante político en las elecciones de 2004 a la Alcaldía de Albania, coronaría la Gobernación de La Guajira.  Ganaría también la familia Char de Barranquilla –que tan bien se mueve en el filo de los negocios y de la politiquería–.  Los Char ampliarían su poder político en la costa al capturar para sí las gobernaciones del Magdalena con Rosa Cotes y la del Cesar con Franco Ovalle. Y si gana Ovalle también ganarían no solo el Turco Hilsaca, un turbio empresario que está investigado por sus vínculos con los grupos paramilitares y por homicidio, sino los Gnecco que en el Cesar no son propiamente los Kennedy.

Si los Char ganan la Alcaldía con Alex y la Gobernación con Verano (lo apoyaron pese a ser liberal),  también saldrían ganando los Gerlein, tanto el contratista que ha vivido de los contratos como el político que se ha reelegido por cuenta de estos, desde sécula seculórum. En ese barco de la victoria también ganarían los empresarios –contratistas emergentes como el grupo Daes–, quienes a pesar de ser grandes benefactores de la nueva Barranquilla  tienen un pasado escabroso que se remonta a vínculos con el narcotráfico revelados hace unos meses en un excelente informe de La Silla Vacía.

Si gana el Partido Liberal, las cosas no cambiarían mucho. En Antioquia lo harían con un político cuestionado como Luis Pérez, cuyas presuntas relaciones con los grupos al margen de la ley hechas por plumas como Héctor Abad o Pascual Gaviria tienen al primero demandado y al segundo amenazado. Ganaría también Didier Tavera de la mano de Horacio Serpa, en la Gobernación de Santander,  un oscuro candidato cuestionado por el mismo Serpa cuando lo tuvo de contrincante en el 2007 al aspirar a dicha Gobernación. En ese entonces, Serpa lo descalificaba por el origen y la cantidad de dinero que manejaba en la campaña y cuestionaba su movimiento político, Convergencia Ciudadana, luego PIN, hoy Opción Ciudadana.  Para Serpa, Didier Tavera es hoy un hombre impoluto y  ya no le asombra la cantidad de plata que corre por esa campaña ni le parece cuestionable Opción Cuidadana, pese a que la mayoría de sus miembros estén tras las rejas.

¿Y quién es realmente Dilian Francisca Toro, la candidata de La U que se va convertir en la gran triunfadora en el Valle? Esa respuesta en Cali tiene una sola frase: es la baronesa de la salud. Según las denuncias que acaba de hacer un exabogado suyo, la baronesa tiene cuotas en la red de salud pública del departamento, maneja a su antojo los giros de la Nación al sistema, además de usar intermediarios para agilizar pagos de comisiones.  Eso sucedió en el Hospital del Valle, entidad que no fue ajena a esta captura de la salud acometida por parte de Dilian Francisca Toro y su grupo electoral.  Hoy, el hospital está postrado por cuenta no solo de malos manejos, sino de tercerizaciones ficticias que lo desangraron y de contratos hechos para beneficiar a los contratistas entre los cuales hay por lo menos un laboratorio vinculado a Toro, según denuncia hecha por Noticias Uno.  La candidata de La U, que se siente poderosa, ha decidido no asistir a los debates para no responder a las denuncias que incluyen una serie de pagarés donde se demuestra cómo ella, siendo senadora, le prestaba plata a sus candidatos para que ganaran las elecciones de 2007. Por menos, hay muchos políticos presos en este país. En lugar de responder, Dilian Francisca Toro ha salido a prometer que si ella resulta electa va a salvar el Hospital del Valle. Valiente promesa viniendo de quien se le conoce allí como la baronesa de la salud. Si el hospital está postrado, la responsabilidad que le cabe a ella es grande. Y el anuncio de que ella vaya a salvarlo si es elegida, suscita la misma inquietud que la que se siente cuando se pone a un ratón a cuidar el queso.

Si triunfa Dilian Francisca Toro, pierde la salud, y si pierde la salud pierde el país. Si triunfa La U, ganan los ñoños en Córdoba, dos portentos de la nuevas elites políticas, pero pierden los niños del ICBF, quienes probablemente no van a recibir sus alimentos porque el dinero destinado para esos menesteres puede terminar en las campañas políticas. Si gana Luis Pérez en Antioquia y Oneida Pinto en La Guajira, gana la política rastrera, pero pierde la política decente. Hacer la paz con esta clase política tan poco interesada en el bienestar del país, que va a ganar el próximo 25 de octubre, será un desafío de inmensas proporciones.

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