Petro, alerta amarilla

Un trino de @alegrebengali del 14 de enero me lleva a lanzar una alerta acerca de los desarrollos políticos que podría tener el caso Gustavo Petro. El mensaje decía: “Dr. Galvis, años después, venimos a sufrir las consecuencias de indultar criminales”.

Y puede tener razón Rodrigo, en el sentido de que Petro estaría calcando los pasos de su amigo Chávez. Recordemos que el teniente coronel fue indultado por Carlos Andrés Pérez y lo que de ahí devino no es secreto para nadie. Es notorio y dañino.

Petro se revuelca como culebra en quema ante la destitución e inhabilidad que bien le decretó la Procuraduría General: cita, reta y emplaza autoridades nacionales y extranjeras en el desespero de la pérdida del poder y de la gloria, tan fugaces ambos.

Como Chávez, agita a las turbas, las convoca un día sí y otro no, lanza consignas, despliega ejercicios oratorios demagógicos hiriendo la verdad de los acontecimientos. Su falta de sindéresis es ya proverbial.

Acostumbrado como está a que sus pecados son perdonados, cree él y solo él que la Constitución y las leyes no le aplican y que le deben ser tolerados sus propios códigos que le permitirían obrar bajo la sombra de la impunidad, crasa equivocación.

Petro pretende reemplazar el Estado de Derecho por ese estado permanente de agitación propio de los regímenes totalitarios, que lo arroban por lo visto, con vocación de extenderlo por los confines de la Patria, mesías que se cree de tierras que no le han sido prometidas y que le serán esquivas porque aquí en Colombia somos ajenos a bochinches y experimentos exóticos por cierto fracasados. Aquí militamos mayoritariamente en el orden y reclamamos por el pleno imperio de la Ley.

Aplaudió la sanción e inhabilidad que le aplicó el Procurador a su antecesor Moreno Rojas, calificándola de ejemplar. Ahora tocó con él y no le gustó, problema de él que trata de solucionar con rabulerías por conducto de sus abogados, los pitufos del foro: Armenta, Iguarán, Ortiz y váyase a saber cuántos otros proclives a contratos y canonjías, que es de lo que suelen vivir muchos en Bogotá.

No podríamos permanecer impasibles sin proponer alerta amarilla ante los riesgos ciertos que depara la mente desordenada del fementido caudillo. Ese hombre en la tribuna, además de azuzador, por gestos y lenguaje evoca a Hitler y Stalin, a toda esa cáfila de verdugos que la humanidad ha sufrido, acostumbrado como viene al holocausto.

La capital pasa por los ocho millones de habitantes y han salido a la calle a lo sumo ciento cincuenta mil en el pico más alto de los resuellos, bueno es recordarlo, y que en la Plaza de Bolívar caben cincuenta mil ciudadanos sin sus perros, de donde no es tan grande el respaldo popular alrededor del insurrecto.

Petro echa discursos, para lo que estaría manifiestamente hecho. En cambio, como administrador solo deja escombros y malos ejemplos para la civilidad. No ha gobernado, dedicado ha estado a establecer una estructura para la revolución socialista, de pronto con el aplauso de cierta burguesía de los barrios del norte, de la llamada social bacanería, que con sus votos ha contribuido al desastre que han representado los tres “gobiernos” de izquierda.

Tiro al aire: Moreno Rojas saqueó a Bogotá y Petro se propone incendiarla.

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