Plata

Según dijo el presidente esta semana, “ser el país más educado de América Latina va a costar plata”. Y añadió: “vamos todos a tener que poner nuestro granito de arena”.

Sí, no cabe duda de que la educación cuesta dinero, ni de que es una de las inversiones más prioritarias para el país. El problema es que todas las demás cosas también cuestan plata y, salvo exigirle al sector privado que pague todo, nadie está proponiendo una idea creíble para financiarlas.

Se necesita plata para costear el posconflicto (así este no haya llegado aún). Se necesita para construir las casas gratis que prometió el gobierno, de las cuales la mayoría no han sido entregadas. Se necesita para arreglar la infraestructura del país, más ahora que se complicó la venta de Isagén. Se necesita para cuadrar las cuentas del sistema de salud y para tapar el hueco pensional. Se necesita para pagar los subsidios con los que se apaciguaron a agricultores y educadores durante la campaña. Se necesita para subvencionar la ineficiencia y burocracia del Estado y se necesita para pagar las tutelas y demandas que resultan de esa ineficiencia y burocracia.

Hará falta plata también para el enorme fondo de reparación de víctimas exigido por las Farc para que ésta corra por cuenta del Estado y no por cuenta de los victimarios.

Y tiene que sobrar algo, además, para que quienes esquilman al país lo sigan haciendo tranquilamente, no vaya a ser que le retiren el apoyo al gobierno, sin el cual duraría menos que un billete de 50 en un pasillo del Capitolio.

Veo a mucha gente confundida creyendo que el “sector privado” son “los ricos”, que van a interrumpir por un momento sus paseos en yate o sus videos echándose agua helada en la cabeza para girarnos un cheque.

Pero se equivocan: grandes ricos sólo hay unos cuantos, y tienen excelentes contadores y abogados tributarios. No así el resto de nosotros, que somos, en realidad, quienes vamos a financiar esa nación de ensueño. De nuestros bolsillos tiene que salir el dinero para cubrir ese gasto descomunal: de la retención en la fuente a nuestros salarios, del impuesto de renta a las empresas, del predial que pagan quienes tienen la suerte de tener casa, del cuatro por mil, del IVA que pagamos todos –sobre todo los más pobres–, y de los peajes, timbres, estampillas, contribuciones, sobretasas y multas en que incurrimos a diario, sólo por existir. Somos el dadivoso “sector privado” que va a recibir la factura.

Me pregunto: ¿Y el sector público qué va a hacer? Porque hay dos maneras de tener más dinero: ganar más o gastar menos. Y no he visto a nadie sugerir, para mejorar la situación fiscal de la nación, eliminar las pensiones fraudulentas de magistrados, exigirle eficiencia a los vampirescos sindicatos públicos, poner a dieta a las entidades estatales, recortar burocracia, reducir el despilfarro, la compra de votos, las metederas de pata, las corbatas, la corrupción. Allí también podrían buscar la plata que falta, ¿no?

Desde La Habana la guerrilla sugiere como solución aquel viejo abracadabra de la izquierda antiyanqui: que se deje de pagar la deuda externa. Es un disparate impracticable, sin duda, pero al menos alguien está proponiendo algo concreto.

@tways / ca@thierryw.net

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