Por qué Europa apoya a Obama para el acuerdo con Irán

Es evidente que lo último que desea Europa es otra guerra en Oriente Próximo.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parece estar cerca de ordenar una movilización general del ejército de su país, y en Estados Unidos los republicanos se preparan para una feroz batalla con el gobierno del presidente Barack Obama, todo esto tras el logro del acuerdo marco sobre el programa nuclear iraní. Sin embargo, en Europa casi todos aprueban el acuerdo. ¿Cómo explicar esta divergencia dentro de Occidente respecto de una amenaza clave para la región y el mundo?

Hay diversos factores. Uno es sin duda que Europa (o, más precisamente, Reino Unido, Alemania y Francia) estuvo más de una década negociando con Irán. Incluso, cuando el expresidente estadounidense George W. Bush incluía a Irán en un “eje del mal”, los miembros principales de la Unión Europea insistían en que la diplomacia era mejor que la guerra.

Y con el tiempo, la idea europea demostró ser la correcta. Claro que esto solo fue posible después de que informes de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos señalaron que todo indica que Irán abandonó hace mucho (en el 2003) cualquier plan concreto de desarrollar armas nucleares.

El porqué de semejante decisión iraní es fácil de ver. Mientras Saddam Hussein (quien inició una guerra brutal de ocho años contra Irán en los ochenta y a quien occidentales influyentes acusaron abiertamente de buscar la bomba atómica) se mantuvo en el poder, el plan del gobierno iraní de desarrollar armas nucleares seguía cierta lógica realista. Pero cuando en el 2003 el ejército estadounidense derribó el régimen de Saddam, la amenaza más grave para la seguridad iraní desapareció.

Durante mucho tiempo también hubo una diferencia táctica entre las políticas de Estados Unidos y Europa respecto del programa nuclear iraní. Por momentos parecía que mientras Estados Unidos quería erradicar todo conocimiento de tecnología nuclear de un país del que tiene profundas sospechas, los europeos buscaban garantías fiables de que Irán nunca desarrollaría un arma nuclear. Al final, Estados Unidos se dio cuenta de que cualquier política realista requería el apoyo de Europa, mientras que para los europeos, frenar cualquier prisa estadounidense o israelí por ir a la guerra se convirtió en un objetivo político central.

También hay que decir que a los europeos nunca los convenció demasiado el método intransigente que aplicó el país norteamericano al otro miembro permanente del “eje del mal” (Corea del Norte) y a sus ambiciones nucleares. Negarse a negociar con el régimen norcoreano e imponerle las sanciones más estrictas no lo disuadió ni de procurarse armas nucleares ni de acelerar el desarrollo de tecnología misilística y nuclear.

Una de las cuestiones importantes que hay que resolver antes de que venza el plazo fijado a fin de junio para la firma de un acuerdo final es definir los detalles de la suspensión gradual (y posible cancelación) de las sanciones económicas y diplomáticas contra Irán. Esto generará una feroz batalla política en Estados Unidos, pero es probable que para la Unión Europea sea mucho más sencillo avanzar en ese sentido.

De hecho, Europa tiene buenos motivos para levantar las restricciones a la exportación de petróleo iraní. Todo suministro adicional de petróleo a los mercados globales mantendrá los precios bajos o los reducirá aún más. Además del beneficio económico para Europa, el abaratamiento del petróleo supone importantes beneficios estratégicos, sobre todo para poner coto a las ambiciones revisionistas del presidente ruso Vladimir Putin en Ucrania y otras áreas.

No hace falta decir que Estados Unidos y Europa deberían tener una postura común en el tema de las sanciones. Pero si en el Congreso estadounidense, dominado por los republicanos, se impusiera una posición más combativa, Estados Unidos podría quedarse sin el aliado clave para el éxito de las sanciones. De hecho, en este tema, pronto el país norteamericano podría quedar aislado de los demás actores globales.

Europa no es ingenua respecto de la naturaleza del régimen iraní. Francia, que siempre tuvo convicciones fuertes en materia de proliferación nuclear, fue particularmente firme durante las negociaciones. Pero los europeos también son extremadamente conscientes de las consecuencias de la veloz escalada de violencia, conflicto y sufrimiento en su vecindario inmediato, ya que, de hecho, las ven a diario en la oleada de refugiados que intentan alcanzar sus costas. Es evidente que lo último que desea Europa es otra guerra en Medio Oriente.

Un último factor clave de las diferencias entre Estados Unidos y Europa en lo referido a Irán es Israel. Pero aunque el discurso estridente de Netanyahu todavía encuentre público atento en Estados Unidos, en la mayor parte de Europa su postura resulta poco menos que ridícula.

Así que es casi seguro que si en junio se logra un acuerdo final con Irán, Europa lo respaldará en forma unánime (o casi) y dará a Obama todo su apoyo para luchar contra los oponentes en Estados Unidos. El acuerdo marco fue la prueba de que el método de Europa para resolver la disputa por el programa nuclear fue correcto, y sobran motivos para que Occidente lo mantenga en los meses venideros.

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