Premisas inciertas

Según la senadora Claudia López, una de las citantes al debate en el Congreso sobre justicia transicional, “de aquí a 15 años será necesario disponer de 300 billones de pesos para financiar la paz…entre 8 y 9 billones de pesos adicionales, equivalentes a 1,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) por año”. Otros calificados analistas estiman que el costo está más en el orden de los 40 a 90 billones de pesos.

El objetivo de esta columna no es analizar el monto necesario para financiar la paz, sino señalar que la financiación, indistintamente del monto, se basa en una serie de premisas que pueden ser inciertas. Dentro de estas premisas están las siguientes y sólo un delirante zoquete inferiría que señalarlas es ser enemigo de la paz:

— Se podrán disminuir los gastos en seguridad: Si bien el gasto en seguridad es un porcentaje importante del PIB (3,5) no es realista pensar que —por un buen número de años, por no hablar de lustros— se va a poder disminuir esta cifra. Es más, la experiencia empírica demuestra que muchas veces, una vez firmada la paz, los gastos en seguridad, en vez de disminuir, aumentan.

— La economía va a crecer un 2,5% adicional: Para buena parte de los altos funcionarios del Gobierno, la sola firma de la paz va a traer un crecimiento adicional de la economía del 2,5 por ciento del PIB. Por otra parte, un alto funcionario del Bank of América considera que el impulso al crecimiento sería de solo 0,3 puntos porcentuales. Me temo que el banquero se acerca más a la realidad.

— Los precios de las materias primas, en especial el petróleo y el carbón, van a subir: Sin ser ave de mal agüero, las posibilidades que tanto el petróleo y por ende el carbón suban de precio son escasas. La desaceleración de la China, la entrada de nuevos productores como Irán, las mayores eficiencias energéticas y las restricciones ambientales no auguran a corto plazo mejoría en los precios.

— La inversión va a aumentar: Como se ha señalado en varias ocasiones en esta columna, la inversión, doméstica o foránea, en esencia tiene que ver con el retorno sobre dicha inversión y no con que haya o no haya paz en Colombia. Cada día la rentabilidad en Colombia, principalmente por una desmedida carga fiscal, es menos llamativa. Por otra parte, otros países del continente como Perú, Panamá y aún Estados Unidos ofrecen rentabilidades más atractivas.

— El recaudo fiscal va a aumentar: Con más deseo que realismo, se cree que aumentar el recaudo fiscal del 14% del PIB al 20 o 25% es cuestión de soplar y hacer botellas. Por una parte, las empresas ya no aguantan más impuestos. Por otra parte, el creer que exprimiendo a los ricos se dobla el recaudo, es erróneo. Si se desestimula la creación de riqueza con impuestos confiscatorios, las personas naturales de mayores ingresos van a buscar otra residencia fiscal. De eso no tengamos la menor duda.

Apostilla: Nada más difícil que pulverizar un mito. Durante décadas, la izquierda retardataria ha afirmado que la agroindustria había convertido el Valle del Cauca en un emporio del monocultivo donde era imposible encontrar una mata de plátano o un sembradío de maíz. Según el Censo Nacional Agropecuario, presentado el pasado 3 de noviembre por el DANE, el Valle del Cauca no sólo es el líder de producción agrícola por departamento, sino uno de los tres departamentos con mayor diversidad en los productos. El que en el Valle del Cauca sólo se cultive caña es un mito urbano.

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