Presunta Colombia

No vale ningún 'Manual de convivencia' si la sociedad y las autoridades educativas siguen siendo permisivas y defensoras a ultranza de los 'derechos' de los niños.

Los únicos días que deben celebrarse son el de la madre y el del maestro. Los demás son jugosos embelecos del comercio y de la sociedad de consumo. Así que, con mucho respeto por las personas, el día del médico, del lavaplatos, del destrabador de motores, del arquitecto, del usurero, del paseador de perros, del soplavidrios, del periodista, del mozo de taller, del psicólogo, del orador callejero, del vendedor de arepas, del marihuanero, del juez, del ladrón de bicicletas, del aspirador de tubos de escape, del lagarto, etc., deben suprimirse. Solo falta que inventen el día del senador de la República.

El pasado Día del Maestro, el noticiero de RCN mostró dos horribles actos de irrespeto total a maestros. Los hechos fueron noticia de ese día, pero peores ocurren todos los días, en diferentes partes del país. El noticiero entrevistó a un catedrático de una conocida universidad, el cual, desde su mundo teórico, vio muy fáciles los problemas. ¿Qué vamos a hacer, my God, con los teóricos de la pedagogía y de la ecología que abundan en este país?

Apoyo a Fecode en sus reclamaciones salariales, pero me gustaría verlo montar “un dispositivo” para lograr que desde el Ministerio de Educación y desde las secretarías del ramo se apoye efectivamente a los maestros frente a alumnos y padres bárbaros que cometen contra ellos atropellos, muchos de ellos criminales. Y que todo no quede en palabras bonitas del ministro o ministra de turno el Día el Maestro.

Tendría que darme el director de este diario un tercio de la edición de cualquier día, y la llenaría con listas y comentarios sin fin de barbaridades de estudiantes y padres de familia. De todo el país me llegan las tristes historias. Ese día no habría en el periódico ni deportes, ni sociales, ni crucigramas, ni sudokus, ni farándula, ni turismo, ni modas… Solo dolorosas historias de crímenes contra los maestros, y columnas de opinión.

Una alumna da una cachetada a la maestra, unos alumnos ponen agujas en el asiento del profesor, un alumno asesina al rector del colegio, unos alumnos apuñalan a su profesor, una alumna mienta la madre a ‘grito pelado’ a su maestra, unos alumnos incendian el carro del profesor, unos alumnos rompen los vidrios del carro de una profesora, unos estudiantes golpean a la hija de una de sus profesoras, unos estudiantes colocan una bolsa con heces fecales en el asiento de la maestra, unos estudiantes envían amenazas de muerte a la madre de un profesor, unos estudiantes envían sufragios a la casa de una de sus maestras, unos estudiantes invitan a la misa de entierro de una de sus profesoras (vivas, por supuesto), unos estudiantes revientan las llantas del carro de su profesor, unos alumnos introducen una bolsa llena de sapos y ranas en el bolso de la profesora durante un descanso, unos estudiantes (y esto es muy común) amenazan de muerte a los profesores si no les arreglan las calificaciones, unos alumnos arrojan barro y suciedades a un profesor al salir de la escuela, etc., etc. ¿Para qué seguir aburriendo a los lectores con todas estas presuntas barbaridades, que son solamente algunas de mi kilométrica y triste lista? En Colombia todo es presunto; tanto, que voy a cambiar el nombre al país y lo voy a llamar ‘Presunta Colombia’.

Frente a estos actos vandálicos y criminales no vale ningún ‘Manual de convivencia’, señor decano de Educación, si la sociedad y, sobre todo, las autoridades educativas del país siguen siendo permisivas y defensoras a ultranza de los “derechos” (algunos criminales) de los niños.

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